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Portada » Opinión » Cómo Joe Biden ha socavado las democracias europeas

Cómo Joe Biden ha socavado las democracias europeas

3 de noviembre de 2021
Cómo Joe Biden ha socavado las democracias europeas

(AP Photo/Evan Vucci)

En su primer gran discurso de política exterior como presidente, Joe Biden declaró: “Estados Unidos ha vuelto, la diplomacia ha vuelto”. Fue una retórica bienvenida, pero dos episodios de negligencia diplomática pueden afectar negativamente a la seguridad de Europa en las próximas décadas.

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La primera decisión fue de alto nivel. Al tiempo que Biden daba marcha atrás a las políticas de su predecesor, levantó las sanciones estadounidenses al gasoducto Nord Stream II y permitió su finalización y funcionamiento. Esto supuso nada menos que una victoria generacional para las ambiciones estratégicas de Rusia en Europa, ya que permitió al presidente ruso, Vladimir Putin, tanto chantajear a aquellos en Europa que se han vuelto dependientes del gas ruso como castigar a esos países, como Ucrania, cortándoles potencialmente la ruta del gasoducto.

El segundo golpe a la seguridad de Europa se produjo el mes pasado y pasó prácticamente desapercibido. En apariencia, el Acuerdo de Defensa Mutua y Cooperación firmado por el secretario de Estado Antony Blinken y su homólogo griego Nikos Dendias, fue un triunfo. El acuerdo consolida la relativamente nueva cooperación bilateral en materia de defensa entre Estados Unidos y Grecia (a diferencia de la OTAN). En lugar de renovar esta cooperación en materia de defensa anualmente, el nuevo acuerdo tiene una duración de cinco años, con la posibilidad de una prórroga más permanente. También facilita un mayor entrenamiento y cooperación entre Grecia y Estados Unidos.

Sin embargo, entre bastidores, Biden dejó caer la pelota. Las similitudes entre Putin y el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan son mayores que sus diferencias. Ambos rechazan el statu quo, hablan de revisar sus fronteras reconocidas, culpan a Occidente de la pérdida de grandeza y buscan provocar crisis regionales como forma de distraer a la opinión pública de su propia mala gestión económica. En los últimos años, mientras Rusia ha arrebatado territorio a Georgia y Ucrania, Turquía ha enviado tropas a Siria, Irak y Nagorno-Karabaj; ha violado el statu quo en Chipre, ha reclamado una frontera marítima con Libia en detrimento de los países intermedios y ha amenazado las islas griegas del mar Egeo. La debilidad de Occidente, ya sea disfrazada de diplomacia o no, solo anima a Erdoğan a una mayor agresión.

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A medida que aumenta la importancia estratégica y económica del Mediterráneo oriental, el ejército de Estados Unidos cuenta con una escasa infraestructura logística. La presencia estadounidense en la base aérea de Incirlik en Adana, Turquía, es tenue.  La Armada estadounidense utiliza desde hace tiempo la bahía de Souda, en Creta, pero su otra presencia en la región es nueva: el Ejército estadounidense tiene ahora una pequeña presencia en el campamento Georgoulas, en Volos. En los últimos dos años, el Ejército y los Marines de Estados Unidos han realizado ejercicios conjuntos con sus homólogos griegos en el campo de tiro de Litochoro, al pie del monte Olimpo. El acuerdo entre Estados Unidos y Grecia de octubre de 2019 también dio a Estados Unidos acceso a las instalaciones de Alexandroupolis.

Con la excepción de la bahía de Souda, que está a casi 400 millas de Turquía, las instalaciones que Estados Unidos utiliza están todas en la Grecia continental y dejan el Egeo expuesto. El gobierno griego esperaba rectificar este lastre estratégico, pero el equipo de seguridad nacional de Biden se convenció de que estacionar a los estadounidenses en la isla de Skyros, como pedía Grecia, enemistaría a Turquía. Esto no tiene sentido. Skyros está en el Egeo central, bien situada para proteger las otras islas y sus recursos, pero no es una amenaza para Turquía. Aunque Grecia no solicitó formalmente una presencia estadounidense en Limnos, Atenas también habría aceptado de buen grado una pequeña presencia allí. Una presencia norteamericana en Skyros y Limnos no solo disuadiría la agresión turca no solo contra Grecia sino también, de forma más amplia, contra Chipre, Israel, Egipto, Libia y los demás estados litorales del Mediterráneo Oriental, sino que ambos lugares son también cruciales para controlar el tráfico a través del Estrecho desde el Mar Negro.

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La diplomacia requiere credibilidad. Aliados como Grecia deben creer que Estados Unidos les cubre las espaldas, mientras que adversarios como Turquía y Rusia deben entender que Estados Unidos tiene la infraestructura militar para seguir otras estrategias en caso de que rechacen la diplomacia como medio para resolver las disputas. Desgraciadamente, Biden entendió esto al revés. El Acuerdo de Defensa Mutua y Cooperación fue sin duda un paso positivo, pero el rechazo de Skyros le resta un mayor potencial. Si Biden quiere realmente que la diplomacia tenga éxito, debe priorizar los intereses de Estados Unidos y de sus aliados más cercanos por encima de la preocupación por las objeciones de los estados que amenazan el orden regional. Por desgracia, tanto desde el norte como desde el sur, los instintos de Biden han socavado las democracias europeas.

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Michael Rubin, ahora editor colaborador en 1945, es un miembro senior del American Enterprise Institute (AEI).

Etiquetas: Joe Biden
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