A finales de agosto, los medios de comunicación hebreos informaron de que Ronen Bar, director de la agencia de inteligencia nacional israelí Shin Bet, había viajado a Egipto para reunirse con su homólogo, Abbas Kamel, jefe de la Dirección General de Inteligencia egipcia.
Al parecer, el objetivo de la reunión era superar una crisis en las relaciones bilaterales tras el final de la operación de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) de tres días de duración contra la Yihad Islámica Palestina (YIP) en Gaza.
Las tensiones diplomáticas se debieron a las continuas acciones de las FDI contra los operativos de la Yihad Islámica Palestina en Judea y Samaria, en contra de la creencia egipcia de que, en virtud del alto el fuego que habían negociado entre Israel y la Yihad Islámica Palestina para poner fin a la Operación Amanecer, las FDI reducirían la presión militar sobre la organización terrorista en los territorios. Los egipcios también exigieron la liberación de los prisioneros de la PIJ para consolidar la tregua.
Pero Israel no liberó a los prisioneros y aumentó la presión sobre la PIJ, actuando en contra de las expectativas egipcias. Inmediatamente después de la operación, Israel llevó a cabo una serie de detenciones de miembros de la PIJ en Judea y Samaria, durante las cuales murieron varios palestinos en enfrentamientos con las FDI en Nablus.
Egipto actuó como intermediario clave para lograr la tregua tras tres días de conflicto, y El Cairo percibió estos acontecimientos como una afrenta.
Las señales de tensión fueron visibles cuando Kamel canceló un viaje previsto a Israel tras la operación de Gaza. Fuentes políticas y de seguridad consideraron que se trataba de una crisis de nivel medio que no sería difícil de resolver.
Durante las conversaciones con el presidente egipcio Abdel Fattah al-Sisi, el primer ministro israelí Yair Lapid dijo que “Egipto tiene un papel muy importante que desempeñar en la preservación de la estabilidad de la seguridad regional”. Esta afirmación refleja un hecho importante: en los últimos tiempos, Egipto ha sido prácticamente el único elemento político que puede actuar como intermediario y es capaz de asegurar el alto el fuego entre Hamás, así como otras organizaciones armadas de la Franja de Gaza, e Israel.
Está claro que la razón por la que Egipto se ofendió fue la falta de cooperación de Israel con su comprensión del acuerdo de alto el fuego. El Cairo vio esto como un golpe al honor y al estatus de Egipto, en línea con la autopercepción de Egipto en la región y su importante papel en Gaza.
Durante muchos años, Egipto ha invertido mucho en preservar su estatus de potencia líder en el mundo árabe, un papel que Turquía ha intentado infringir en los últimos años con diversos grados de éxito. Tras una cierta erosión, Egipto ha comenzado a recuperar su predominio. Esta recuperación se debe principalmente al liderazgo tranquilo y moderado de Sisi.
Egipto también se percibe a sí mismo como un Estado capaz de resolver las cuestiones regionales, incluido el interminable enfrentamiento entre Israel y las facciones terroristas de Gaza, principalmente Hamás y la PIJ.
El Cairo está muy interesado en preservar este papel y, para ello, envía regularmente delegaciones de inteligencia a Gaza, Tel Aviv y Jerusalén.
Las comunidades de inteligencia israelí y egipcia mantienen excelentes relaciones, tanto a nivel personal como profesional.
Egipto también considera que los buenos lazos con Israel son fundamentales para garantizar unas relaciones adecuadas con Estados Unidos y Occidente, sobre todo después de haberse sentido muy decepcionado en su historia de relaciones con la Unión Soviética.
Todos estos factores han contribuido a impulsar a Egipto a la vanguardia de la región, posición que desea mantener.
Pretende hacerlo a pesar de su conflicto con el movimiento hermano egipcio de Hamás, los Hermanos Musulmanes, que ha perjudicado la seguridad del Estado. Para evitar avivar las claras tensiones con Hamás, Egipto se ocupa de tratar cuestiones políticas y diplomáticas y se mantiene al margen de las disputas teológicas con los gobernantes de Gaza.
Egipto desconfía de las fuerzas islamistas y combate sin descanso a los terroristas islámicos extremistas en el Sinaí, incluso perdiendo a muchos miembros de sus fuerzas de seguridad en la lucha contra el ISIS en los últimos años.
Una historia de diplomacia de inteligencia
El envío de jefes de inteligencia israelíes para calmar las tensiones diplomáticas tiene un buen precedente.
En el pasado, los jefes del Shin Bet también partían en misiones políticas para resolver crisis con Estados y organizaciones. Pero esto se hacía normalmente de forma encubierta y no atraía los titulares. Sin embargo, las condiciones han cambiado, y el viaje de un jefe del Shin Bet atrae hoy en día tanto la cobertura de los medios como el análisis.
Las reuniones entre jefes de inteligencia son rutinarias y aceptables en todo el mundo. A menudo, los gabinetes gubernamentales consideran que el jefe de una agencia de inteligencia está en una posición óptima para llevar a cabo misiones diplomáticas y, como tal, les confían confianza y credibilidad.
La cooperación en materia de inteligencia une a los Estados y requiere un alto grado de confianza e intimidad. De ahí que ambas partes suelan confiar en los “mensajeros” más que en el político medio. Los jefes de inteligencia son figuras apolíticas, a pesar de ser nombrados por las más altas esferas políticas. Permiten una relación única y muy estrecha entre los servicios de inteligencia.
Cuando un gobierno envía al jefe de una agencia de inteligencia para que se ocupe de lo que parece ser un asunto diplomático-político, está enviando a una figura que suele estar libre de cargas políticas. Este enfoque ha demostrado su eficacia a lo largo del tiempo. Por ejemplo, cuando Israel pudo arreglar las relaciones con Jordania tras el fallido intento de asesinato del alto miembro de Hamás, Jaled Mashaal, en territorio jordano, y los actuales contactos entre los jefes de los servicios de inteligencia israelíes y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás. Del mismo modo, la diplomacia de los servicios de inteligencia desempeñó un papel fundamental en las crecientes relaciones entre Israel y los gobiernos árabes del Golfo antes de la firma de los Acuerdos de Abraham de 2020. Los contactos entre las agencias de inteligencia de los Estados constituyeron la base de las relaciones. Cada agencia recibía instrucciones y orientaciones de los más altos niveles de gobierno durante dichos contactos.
En definitiva, el asunto diplomático egipcio-israelí parece ser de una gravedad mediocre, ni muy grave ni trivial. No es difícil superar un asunto de este tipo, y parece probable que las relaciones bilaterales entre los dos sistemas estatales continúen sin daños.