El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se enfrenta a la misma pregunta que ha estado molestando a Israel durante las últimas décadas: Cómo tratar la agresión iraní y su propensión a subir las apuestas cuando sus espaldas parecen estar contra la pared.
La espalda de Irán está, en efecto, contra la pared. Este ha sido un año desafiante para los iraníes, quizás el más desafiante desde la revolución islámica de 1979, con sanciones estadounidenses paralizantes, una economía en ruinas, protestas antigubernamentales que requirieron el uso de la fuerza bruta junto con el bloqueo del acceso a Internet, problemas en Irak, Líbano, Siria y Yemen.
Irán ha pasado de una política expansionista a una defensiva.
El objetivo de los bien organizados disturbios en las afueras de la embajada estadounidense en Bagdad no era matar a los estadounidenses. El propósito era avergonzar a Donald Trump, para indicar al público estadounidense que su política hacia Irán ha fracasado y que está llevando a su país al borde de la guerra en Oriente Medio, durante un año electoral.
Los medios de comunicación de Estados Unidos están en piloto automático cumpliendo con el papel designado por el comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Qasem Soleimani, la persona más influyente en la región durante los últimos años.
Pero la histeria de Irán es una indicación de que la campaña de “máxima presión” está funcionando. Irán está en una espiral descendente, perdiendo el control y disparando al azar en todas las direcciones.
Los iraníes no son muy creativos, así que fue un viejo truco que tenían bajo la manga el que utilizaron, protestar contra las masas frente a una embajada estadounidense, gritando “muerte a América”.
Washington fue prudente al sacar a la mayoría del personal que no estaba ya de vacaciones navideñas del recinto de la embajada de Bagdad.
Aún así, las fotos de Irak tenían la intención de recordar a los estadounidenses el asedio de su embajada en Teherán en 1979 así como el ataque al consulado en Bengasi en 2012 que resultó en muertes estadounidenses y un ineludible albatros alrededor del cuello de Hillary Clinton.
Las imágenes pretendían borrar el hecho de que desde hace semanas los manifestantes iraquíes han estado exigiendo a la República Islámica que se retire de la política de su país.
El martes por la noche, la plaza Tahrir de Bagdad se iluminó con fuegos artificiales, globos y jóvenes festejando el año nuevo mientras que a su alrededor la ciudad ardía en llamas.
¿Qué hará Trump?
Desde el momento en que se elimine el peligro para los estadounidenses en la embajada de Bagdad, la administración debería exigir un alto precio a Irán por la humillación causada por los manifestantes pro-iraníes.
Trump ya había tomado medidas desproporcionadas matando a 25 milicianos en respuesta a una baja estadounidense.
Los observadores en Israel dicen que se debería hacer pagar caro a los iraníes para disuadirlos de intentar algo así durante los próximos años, pero la decisión finalmente está en manos de un hombre, y esperamos su tuit.