Cuando el primer ministro Yair Lapid anunció que Turquía e Israel iban a intercambiar embajadores y a restablecer lazos diplomáticos plenos, dijo que esto supondría un gran impulso económico para los israelíes. Este es probablemente el prisma a través del cual el presidente turco Recept Tayyip Erdogan ve esta nueva relación entre Ankara y Jerusalén. Pero si hay un entendimiento oculto de que Israel desviaría ahora el proyectado gasoducto hacia Europa para que pasara por territorio controlado por Turquía o por agua, entonces hay que hacer un gran escrutinio.
El ex jefe del Consejo de Seguridad Nacional, el general de división (res.) Yaakov Amidror, escribió en un reciente análisis publicado por el Instituto de Estrategia y Seguridad de Jerusalén que ceder a las peticiones de construir el gasoducto a través de Turquía sería un error.
“Israel tiene suficientes razones para no cometer tal error, incluyendo el no confiar en Erdogan y sus seguidores, que comparten similitudes ideológicas con los Hermanos Musulmanes”, escribió.
Turquía ha sido un problema para dos amigos de Israel: Grecia y Chipre. Israel necesita reforzar sus relaciones con esos dos países y ayudarles a defenderse de las amenazas turcas. Turquía ha intentado abrir una brecha entre Israel y Europa trazando una línea a través del mar hasta Libia. Chipre considera que los esfuerzos de exploración de gas emprendidos por Turquía en esas zonas son una amenaza para su seguridad nacional, y que las aguas económicas del mar Mediterráneo son el centro de atención.
Por supuesto, el restablecimiento de los lazos -la culminación de visitas de alto nivel por ambas partes (incluida la visita del presidente Isaac Herzog a Ankara)- debería contribuir a crear una mejor coordinación entre las dos potencias regionales.
El acercamiento fue evidente hace varios meses, cuando se hizo evidente que Irán estaba tramando una serie de atentados contra israelíes en Turquía. La cooperación encubierta entre Israel y Turquía contrarrestó el esfuerzo iraní por fomentar las divisiones entre ambos países.
Pero resulta que las relaciones en esta región van por ejes que no se cruzan. La agresión iraní en suelo turco no ha impedido a Erdogan desplazarse a Teherán hace varias semanas para reunirse con sus homólogos iraníes y rusos. Del mismo modo, cuando Erdogan recibió a Herzog en Ankara hace varios meses, las muecas del líder turco contrastaban con la pompa y circunstancia y el cálido abrazo de Herzog.
Algunos explicaron que se trataba del clásico Erdogan: ha tenido una vida dura y rara vez sonríe.
Reforzando los lazos con Israel, la situación económica de Erdogan podría mejorar, al tiempo que podría ejercer su influencia sobre Hamás, por ejemplo. Es dudoso que pueda ayudar a Israel a resolver la actual disputa con Líbano por los campos de gas marítimos.
En cualquier caso, el hecho de que este nuevo avance diplomático se haya producido justo después de la Operación Amanecer en Gaza es una señal alentadora que augura un buen futuro. Parece que Erdogan ha cambiado después de todo.