Precisamente cuando el Financial Times informaba de que se habían producido avances en las conversaciones de alto el fuego entre Rusia y Ucrania, llegó la desgarradora noticia de un ataque directo contra un teatro en Mariupol, donde cientos de mujeres y niños se habían refugiado de los combates.
Dicen que siempre es más oscuro antes del amanecer, pero en el caso de Ucrania, parece que los rayos de sol se niegan a salir en este momento. El ejército ruso, que ha perdido vidas y equipos, sigue golpeando a los ucranianos en el norte, el este y el sur del país. La mayoría de los ataques de los últimos días se han dirigido a objetivos civiles. Parece que el banco de objetivos militares se ha vaciado, y ahora sólo queda vaciar sus proyectiles en residencias y salas de teatro.
El hambre asoma la cabeza en Ucrania, donde aún no han olvidado los horrores del Holodomor, o Gran Hambruna, que vio morir a millones de ucranianos entre 1932 y 1933 como consecuencia de las destructivas políticas económicas del régimen soviético. Los civiles siguen huyendo del país. Para ellos, hablar de un alto el fuego parece una ilusión tentadora aunque desgarradora. ¿Son ciertos los avances en las conversaciones hacia un marco de alto el fuego con la mediación del primer ministro Naftali Bennett?
Mikhail Podolyak, jefe de la oficina del presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy y miembro del equipo negociador de Kiev, tuiteó que el marco citado en el informe del Financial Times sólo presenta la posición rusa sobre el asunto, y que los ucranianos tenían sus propias opiniones al respecto. No cabe duda de que hay algunas propuestas, entre ellas una garantía oficial de Ucrania de que no entrará en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, garantías de seguridad occidentales, posiblemente el reconocimiento ucraniano de la soberanía rusa en la península de Crimea y, por supuesto, un alto el fuego y la retirada de las fuerzas rusas.
No cabe duda de que la mayoría de estas cláusulas podrían haberse alcanzado sin una guerra brutal, que ya ha dejado miles de civiles y soldados muertos y la tierra abrasada en las ciudades de Ucrania.
También se puede suponer que ese marco sería aceptable para la parte ucraniana. Pero la cuestión es si, para Moscú, que se ha fijado el objetivo de destituir al gobierno de Zelenskyy y convertir a Ucrania en un estado satélite al estilo de Bielorrusia, esto será suficiente. La diplomacia rusa perdió toda credibilidad antes de la guerra actual, y todo debate sobre un alto el fuego y un marco de este tipo debe tomarse con un grano de sal.
Es posible que, debido a sus pérdidas y fracasos sobre el terreno, los funcionarios de Moscú hayan modificado ligeramente su hoja de ruta hacia el cambio político y militar en Ucrania. A corto plazo, si Rusia acepta ese marco, reconocerá en la práctica el fracaso de su “operación militar especial” en Ucrania. No hay forma de presentar esto como una victoria en casa. Sin embargo, si las conversaciones se prolongan y las ciudades ucranianas siguen siendo borradas del mapa, la economía se hundirá y unos cuantos millonarios más abandonarán su país. Este tipo de daños será mucho más difícil para el Estado. Se convertirá en un Estado fallido.
En tal caso, el alto el fuego se producirá en los términos de Rusia, después de que ésta haya machacado a la población y haya convertido a Ucrania en el gemelo idéntico de Siria, en un movimiento que anulará efectivamente cualquier marco de este tipo hacia la comprensión del significado.
Por lo tanto, no es sólo el contenido de este o aquel marco lo que determinará el resultado, sino más bien el ritmo al que se llegue a un acuerdo y la letra pequeña que conlleva. Cada día que pasa, Ucrania se desangra más, aunque sus soldados sigan luchando con extraordinario heroísmo.