La voluntad del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de apaciguar a Rusia por su conducta agresiva hacia Ucrania amenaza con crear profundas divisiones dentro de la alianza de la OTAN, un resultado que sin duda encantaría al presidente ruso Vladimir Putin. La OTAN se creó específicamente como una defensa colectiva contra una posible agresión rusa.
Con unas 100.000 tropas rusas concentradas en la frontera ucraniana, los líderes occidentales han tratado de presentar un frente unido para disuadir al presidente ruso Vladimir Putin de invadir Ucrania.
Los servicios de inteligencia occidentales están cada vez más preocupados, y el gobierno ucraniano también, por la presencia de un grupo de combate ruso bien armado cerca de la frontera ucraniana, lo que indica que Moscú podría lanzar una invasión a gran escala tan pronto como el próximo mes.
El director de la CIA, William Burns, ha declarado que cree que Putin “está poniendo a los militares rusos, a los servicios de seguridad rusos, en un lugar en el que podrían actuar de forma bastante arrolladora”, mientras que el ministro de Defensa ucraniano, Oleksiy Reznikov, predice que “el momento más probable para llegar a la preparación para la escalada será a finales de enero”.
Para evitar un resultado tan desastroso, los líderes occidentales están dispuestos a adoptar una posición unificada contra el último acto de agresión no provocada de Putin contra un país vecino.
En la reciente reunión de los ministros de Asuntos Exteriores del G7 en Liverpool, organizada por Liz Truss, recientemente nombrada ministra de Asuntos Exteriores británica, se advirtió a Rusia de que pagaría un grave coste si seguía adelante con la invasión, y los líderes occidentales advirtieron de que se impondrían sanciones económicas paralizantes contra Moscú.
“Hemos dejado claro que cualquier incursión de Rusia en Ucrania tendría consecuencias masivas que tendrían un coste muy elevado”, dijo Truss, añadiendo que los países “necesitan defender la humanidad y la dignidad individuales que se encuentran en el corazón de nuestras sociedades democráticas libres”.
En la declaración conjunta, los países afirmaron que Rusia debe “desescalar, seguir las vías diplomáticas y cumplir sus compromisos internacionales sobre la transparencia de las actividades militares”.
Sin embargo, los esfuerzos occidentales para frenar el comportamiento amenazante de Putin se ven socavados por la reticencia de la administración Biden a enfrentarse a Putin.
La reticencia de Biden a actuar quedó patente tras su videoconferencia de dos horas con el líder ruso a principios de este mes, cuando el dirigente estadounidense dejó claro que no se estaba considerando ninguna opción militar en Ucrania. “La idea de que Estados Unidos vaya a utilizar unilateralmente la fuerza para enfrentarse a Rusia invadiendo Ucrania no está en las cartas en este momento”, dijo.
Después de la desastrosa gestión de la retirada de Afganistán por parte de la administración Biden a principios de este año, el hecho de que la Casa Blanca no tenga ningún interés en proteger la integridad soberana de Ucrania no será una sorpresa para el Kremlin.
De hecho, se podría argumentar que la debilidad inherente a la administración Biden ha sido un factor determinante para animar a Putin a adoptar una actitud de mayor confrontación con Occidente en cuestiones como Ucrania.
La evidente falta de voluntad del Sr. Biden para defender los intereses de Estados Unidos ha llevado incluso al Kremlin a amenazar con el despliegue de misiles nucleares de alcance intermedio en Europa para amenazar a la OTAN.
La arraigada aversión del presidente estadounidense a la confrontación militar explica también la reciente adopción por parte de China de una actitud de mayor confrontación en la cuestión de Taiwán, y los líderes taiwaneses han advertido que Pekín podría estar preparado para organizar una invasión a gran escala de Taiwán en 2025.
Tampoco es probable que Pekín rebaje las tensiones con Taipéi cuando todos los indicios apuntan a que Biden se está preparando para apaciguar al Kremlin con respecto a Ucrania.
La concentración militar rusa en la frontera ucraniana se considera en general un intento descarado de intimidar a las potencias occidentales para que se comprometan a no permitir que Kiev se convierta en miembro de la alianza de la OTAN.
En la actualidad, Ucrania goza del estatus de socio de la OTAN, y el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, ha expresado su interés en convertirse en miembro de pleno derecho de la OTAN, lo que comprometería a la alianza a proteger la integridad soberana de Ucrania.
Sin embargo, aunque Ucrania está en su derecho de solicitar el ingreso en la OTAN, el Sr. Putin, que considera que Ucrania está históricamente dentro de la esfera de influencia de Moscú, se opone rotundamente a esta medida, y está tratando de presionar a Occidente para que se comprometa de forma vinculante a no conceder el ingreso a Ucrania.
Además, en una clara señal de que Biden está más que dispuesto a apaciguar a Moscú en la cuestión del ingreso de Ucrania en la OTAN, el presidente estadounidense se habría ofrecido a convocar una reunión conjunta de los líderes de la OTAN y de Rusia para resolver la crisis de Ucrania.
Al tratar de apaciguar a Moscú, Biden parece estar pasando por alto el compromiso de Washington con el Memorando de Budapest de 1994, que compromete a Estados Unidos, así como a otros aliados como el Reino Unido y Francia, a salvaguardar la integridad territorial de Ucrania a cambio de desmantelar su arsenal de armas nucleares de la era soviética. Cualquier incumplimiento de este solemne compromiso por parte del gobierno de Biden erosionaría aún más la ya empañada credibilidad de Washington en la escena mundial.
La sugerencia de que el Sr. Biden se está preparando para vender a Ucrania ha enfurecido a los aliados de Washington en la OTAN en el este de Europa, que actualmente están soportando la peor parte de la agresión rusa y creen, con cierta justificación, que el Sr. Biden se está preparando para hacer concesiones inaceptables a Moscú, como proporcionar garantías políticas que frenen la libertad de movimiento de la OTAN y su capacidad para operar eficazmente contra la agresión rusa.
Ciertamente, tras la capitulación gratuita de la administración Biden en Afganistán, los líderes europeos tienen razón al expresar su preocupación por que el líder estadounidense esté dispuesto a infligir un daño similar a la credibilidad de la alianza de la OTAN.
Un acto tan descarado de apaciguamiento hacia el Kremlin sólo serviría para animar a adversarios como China y Rusia a seguir con sus payasadas contra países como Taiwán y Ucrania.