El objetivo central del supuesto ataque de la Fuerza Aérea israelí del jueves por la noche no era Irán, sino Siria. Al golpear las pistas del aeropuerto internacional de Damasco y suspender los vuelos durante horas, Israel puede haber tratado de presionar al dictador sirio Bashar Assad para que adopte una posición más activa y asertiva contra el uso que hace Irán de su territorio e infraestructura para seguir contrabandeando armas a Hezbolá y a otros elementos poderosos dentro de Siria.
En este supuesto ataque se puede identificar un cierto cambio en la política israelí. Mientras que la infraestructura siria ha sido objeto de ataques anteriores, esta vez los daños parecen haber sido colaterales.
Si las baterías antiaéreas sirias suponían un riesgo para los aviones israelíes, eran atacadas, y si Irán o sus emisarios actuaban desde instalaciones sirias, eran atacadas.
El jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, el teniente general Aviv Kochavi, dijo que en las últimas semanas los militares llevaron a cabo ataques de dos dígitos en la región. Es de suponer que un número importante de ellos se llevó a cabo contra la actividad iraní en el norte.
Aunque ciertamente libraron a los iraníes de bastantes capacidades y medios, no cambiaron su decisión estratégica de rodear a Israel en un anillo de fuego y mediante armas avanzadas.
En los siete años transcurridos desde su inicio, la campaña de entreguerras ha registrado bastantes logros. La infiltración de los servicios de inteligencia, que permitió realizar miles de ataques, perjudicó seriamente las intenciones de Irán de establecer bases permanentes y milicias armadas dentro de Siria y desbarató considerablemente los convoyes de armas a Hezbolá. Por otro lado, no logró disuadir a los iraníes de continuar con sus esfuerzos.
Por tanto, el objetivo ahora es ejercer más presión sobre ellos, no desde Israel, sino desde Siria. Llevar a Assad a la conclusión de que el precio directo que pagará por la continua actividad de Irán en su país será mayor que el precio que pagará por enfrentarse a ellos.
Es dudoso que Assad quiera realmente restringir a los iraníes. Les debe la vida después de que acudieran en su defensa con los fondos y medios necesarios en su momento más difícil en la guerra civil siria.
Incluso si Assad estuviera interesado en expulsar a Irán, como creen algunos en Israel, es poco probable que lo consiga. Siria está débil, rota y podrida por dentro, e Irán está ahora profundamente atrincherado en el país.
Los rusos, que podrían ayudar a Assad en este esfuerzo, no han mostrado ningún interés en el asunto. Están ocupados luchando en la guerra de Ucrania y no se enfrentarán a los iraníes en lo que actualmente consideran una cuestión menor.
Esto, como de costumbre, deja a Israel solo en la campaña y le exige volver a la mesa de dibujo para encontrar nuevas formas de mejorar y perfeccionar la campaña entre las guerras.
En este sentido, el hecho de que no se haya renovado el acuerdo nuclear y que sigan vigentes las sanciones a Irán juega a favor de Israel, permitiéndole operar con relativa libertad en sus esfuerzos por disuadir a Irán y detener su peligrosa actividad.