La historia demuestra que lo que ocurre en Afganistán no se queda precisamente dentro de sus fronteras. El caótico estado tribal está tradicionalmente bajo la influencia de potencias internacionales y regionales. Uno de esos países que lo agita bien es Irán, vecino de Afganistán, y eso ya debería interesarnos.
Por un lado, algunos dirán que la toma de posesión de los talibanes, el grupo extremista suní, no es una muy buena noticia para el Estado chií, ya que no es una especie de filial de la Fuerza Quds. Por otra parte, Irán ya ha demostrado que sabe hacer negocios y llevarse bien con las organizaciones terroristas suníes e incluso dar asilo a sus altos funcionarios y dirigentes (Al Qaeda, por ejemplo).
Más allá de eso, el llamado trago amargo se ha endulzado con la rápida retirada de Estados Unidos y la fácil toma de posesión de las ciudades afganas por parte de los talibanes, lo que indica en gran medida el fracaso de Estados Unidos en los últimos 20 años para crear un gobierno central fuerte que pueda valerse por sí mismo, sin muletas estadounidenses.
Desde el asesinato del comandante de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria, Qassem Soleimani, en suelo iraquí en enero de 2020, Irán y su campo se han fijado un objetivo claro y abierto: eliminar a las fuerzas estadounidenses de la zona. Esta es la mayor venganza para ellos, o mejor dicho: la voluntad del arquitecto del “Eje de la Resistencia”.
Por lo tanto, la rápida retirada estadounidense no es una mala noticia para Teherán, al contrario, puede dar un apetito a los engenndros pro-iraníes en Irak que fantasean e intentan de cualquier manera provocar una retirada estadounidense de allí. Sólo en las últimas semanas el primer ministro iraquí, Mustafá al-Kazimi, ha sido aceptado en Washington y se ha reunido con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, para hablar de las torturas de las fuerzas estadounidenses en Irak y de su supuesto cambio de estatus para las fuerzas que entrenan al ejército iraquí. Después de todo, el ISIS de 2021 no es el ISIS de 2014, y es posible reducir su presencia.
Sin embargo, los funcionarios iraquíes que hablaron en las últimas 24 horas expresaron su clara preocupación de que la reducción de la presencia estadounidense, o peor aún, su expulsión, volvería a allanar el camino para el surgimiento de elementos extremistas como el ISIS y sus afines o Irán o sus extremistas, con un gobierno central débil que no podría aplicar realmente la soberanía y, lo que no es menos importante, resolver la difícil situación de la población.
“Si Estados Unidos abandona Irak, aquí habrá caos. Nos convertiremos en Afganistán 2”, dijo en las últimas 24 horas un activista político iraquí que reza para que esto no ocurra. Pero, como hemos visto, definitivamente puede ocurrir. Cuando la administración Obama retiró sus fuerzas de Irak en su momento, Irán se aprovechó de la situación y el gobierno de su estrecho aliado, Nuri al-Maliki, abusó de la población chiíta, dando lugar a la reacción de las tribus suníes y al surgimiento del ISIS.
En 2021, las cosas pueden ser diferentes, pero como hemos visto en nuestro barrio, la historia a veces se repite, a lo grande.