Resulta que pasar de America First a America Last tiene consecuencias en el mundo real. El rechazo del presidente Joe Biden al enfoque del presidente Donald Trump sobre la seguridad nacional y la política exterior ha creado un daño devastador para los intereses estadounidenses en el extranjero y nuestra seguridad en casa.
El objetivo principal de Trump era priorizar nuestros intereses, aprovechando así el poder estadounidense para ofrecer una mayor estabilidad global, certidumbre y una paz relativa. Biden prioriza el multilateralismo y el globalismo, revirtiendo los logros de la era Trump e introduciendo un creciente caos, inestabilidad, incertidumbre y conflicto.
Los críticos del presidente Trump se quejaban a menudo de que sus políticas de “America First” estaban dañando nuestras alianzas y recompensando a nuestros enemigos. Lo cierto es exactamente lo contrario: al igual que el presidente Ronald Reagan antes que él, Trump entregó la paz a través de la fuerza. Biden ha diluido el poder estadounidense y, como resultado, nuestros aliados ya no confían en nosotros y nuestros enemigos ya no nos temen. La debilidad estadounidense siempre invita a los lobos, y los lobos han vuelto.
Recordemos dónde estábamos hace apenas un año.
- La administración Trump había proporcionado un apoyo inquebrantable a Israel y había logrado acuerdos de paz históricos en Oriente Medio, acuerdos que cultivaron la cooperación económica y de otro tipo que, a su vez, está proporcionando una paz duradera.
- Ha conseguido frenar la agresión económica, las violaciones de los derechos humanos y el aventurerismo geopolítico de China en el Mar de China Meridional y en la cuenca del Pacífico.
- Ha logrado contener el expansionismo de Rusia y frenar el avance del gasoducto Nord Stream 2.
- Había puesto en marcha una productiva diplomacia para contener las ambiciones nucleares de Corea del Norte.
- Se había retirado del catastrófico Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) y estaba utilizando su amplia autoridad en materia de sanciones para restringir el programa nuclear de Irán.
- Había negociado un plan para una salida gestionada y condicionada de Afganistán que nos habría asegurado una capacidad de inteligencia continua.
- Había realineado nuestra relación con nuestros aliados de la OTAN, haciéndoles cumplir sus promesas de la alianza.
- Había negociado con éxito acuerdos comerciales más justos y recíprocos con China, Canadá, México, Corea del Sur y Japón, entre otros.
- Había comenzado a modernizar y reconstruir nuestras fuerzas armadas, dejadas vacías por la administración Obama-Biden.
- Había resuelto en gran medida el problema de la inmigración mediante una frontera más segura y acuerdos diplomáticos de sentido común.
La administración Biden está empeñada en revertir muchos de los impresionantes logros del presidente Trump.
A primera vista, el camino destructivo de la administración Biden no tiene sentido. Pero para ellos, no se trata de una política racional. En cambio, se trata de redistribuir todo lo estadounidense: nuestro poder, riqueza, recursos, ventaja militar y diplomática, competitividad económica, liderazgo, nuestras fronteras y, sí, nuestro excepcionalismo único.
Sólo en los últimos 11 meses, Estados Unidos ha cedido una enorme cantidad de poder, credibilidad y prestigio. La vergonzosa retirada de Biden de Afganistán tiene parte de culpa, por supuesto. Pero la complacencia de Biden, sus disculpas y su agenda multilateral y globalista están causando el verdadero daño.
El resultado es tan predecible como peligroso: Los enemigos de Estados Unidos se envalentonan para amenazarnos a nosotros y a nuestros intereses.
China sigue sin rendir cuentas por su gestión de la COVID-19, sus amenazas a Taiwán y Hong Kong, su comportamiento cada vez más agresivo en el Pacífico y más allá, y sus abusos generalizados de los derechos humanos.
Biden creó una crisis en la frontera sur, permitiendo que florecieran los delincuentes, los traficantes de personas y los cárteles.
La derrota de Biden en Afganistán creó un desastre humanitario. El vacío de poder que dejó está siendo ocupado por los talibanes, el ISIS, Al Qaeda, China, Rusia, Pakistán e Irán. Nuestro país es ahora más vulnerable a los ataques terroristas.
Irán avanza hacia un arma nuclear mientras aprovecha el afán de Biden por resucitar el traicionero JCPOA.
Rusia ha acumulado 100.000 soldados en su frontera con Ucrania, está reforzando la cooperación política, militar y económica con China, y ahora goza de vía libre para dedicarse a la extorsión energética de nuestros aliados europeos.
El gobierno de Biden paralizó deliberadamente la producción nacional de energía, disparando los precios de los combustibles y haciendo que el presidente tenga que rogar a la OPEP y a otros regímenes extranjeros hostiles productores de energía que aumenten la producción, una súplica que ha caído en saco roto. El ejército está siendo socavado por los mandatos opresivos de las vacunas y el wokeismo desenfrenado.
El liderazgo importa, y por desgracia sólo hemos empezado a ver las peligrosas consecuencias de las acciones de Biden. Bajo la administración Trump, la preeminencia de Estados Unidos había sido restaurada y nuestro extraordinario poder -económico, diplomático, político, cultural- estaba siendo utilizado para lograr una mayor estabilidad y paz. Bajo la administración Biden, la debilidad estadounidense está poniendo en peligro la seguridad del pueblo estadounidense.
Ya hemos visto esta película antes, y no termina bien. Esta vez, sin embargo, las consecuencias son tan trascendentales como siempre. El ex secretario de Defensa Robert Gates ha dicho que Biden “se ha equivocado en casi todas las cuestiones importantes de política exterior y seguridad nacional de las últimas cuatro décadas”.
Ahora que es presidente, nada, por desgracia, ha cambiado. El colapso del liderazgo de Biden es el colapso del liderazgo de Estados Unidos, y todos sufriremos las consecuencias.