La infiltración del UAV iraní en el territorio israelí puede deberse a un mal funcionamiento operativo: la persona que estaba de servicio en el aeropuerto de Palmyra se durmió con el dedo en el dispositivo de navegación. Sin embargo, es más probable suponer que fue intencional.
No es coincidencia que los persas hayan inventado el juego del ajedrez. Recientemente, han estado jugando un juego complicado contra Israel, en toda la arena siria y libanesa. Hasta el sábado, estaban a la defensiva. El sábado, lanzaron un ataque, sacrificaron un peón y tomaron una de nuestras torres. Movimientos adicionales están en camino.
Irán e Israel han estado luchando entre sí por años. Es una guerra cruel, en la que los iraníes no han vacilado en matar a civiles inocentes, israelíes y judíos. Se ha observado estrictamente una regla: evitar un conflicto abierto y directo. Irán ha estado atacando a través de representantes, el más mortal es Hezbolá. Israel ha preferido la actividad encubierta, bajo el radar. El sábado, por primera vez, esta barrera se rompió. Fue rota en ambos lados. Esto es un hito.
El segundo hito es el derribo del avión de combate F-16 en el espacio aéreo israelí. Esta es la primera vez que un avión de la Fuerza Aérea de Israel ha sido derribado desde 1982. Las FDI hicieron un esfuerzo por calmar a todos: “El hecho que un avión haya sido alcanzado no apunta a la pérdida de la supremacía aérea israelí”.
Sin embargo, después de enterarse que el sistema antiaéreo del ejército sirio es capaz de derribar un avión que vuela en el cielo de Galilea, los israelíes sí tienen motivo de preocupación. Además, el derribo plantea preguntas sobre la libertad de acción de la Fuerza Aérea cuando se trata de atacar objetivos en Siria y el Líbano. Desde que se decidió la guerra civil siria, las reglas de los juegos han cambiado, en el suelo y en el aire.
A principios de este mes, participé en una serie de conversaciones y giras con altos oficiales de las FDI, centrándome en la batalla en el norte. Titulé al artículo que publiqué después de estas conversaciones “La primera guerra del norte”. No fui yo quien inventó esta frase. Fue inventada por un comandante de división en el área.
El objetivo de las conversaciones, escribí, era “preparar a los responsables de la toma de decisiones en el mundo y la opinión pública en Israel para la posibilidad de una guerra, no una iniciada sino una en desarrollo, mientras indirectamente les deja claro a los iraníes que Israel no se inmuta por un conflicto militar”.
Lnas FDI no quiere una guerra, y tampoco lo desea la esfera política. Las advertencias estaban dirigidas a prevenir una guerra, no a crear una. Se suponía que si el presidente ruso, Vladimir Putin, se daba cuenta que podría estallar una guerra en el norte, dificultando la estabilización de Siria y socavando su posición como árbitro supremo entre los países de la región, se aseguraría de detener a los iraníes. Eso no sucedió. El gran esfuerzo del primer ministro Benjamín Netanyahu para conquistar el corazón de Putin ha sido en vano.
Putin sabe cómo infundir cariño a los primeros ministros israelíes, dándoles la sensación que los admira, a ellos y a su país. Se jactan de sus lazos con él ante sus votantes. Putin no es amigo. En una conversación con uno de los predecesores de Netanyahu, Putin dijo cándidamente: “Opero únicamente de acuerdo con los intereses de Rusia tal como los entiendo”.
Por el momento, el interés de Rusia es preservar su alianza con Irán, en lugar de involucrarse directamente en una guerra. La coordinación militar con Israel tiene como objetivo cumplir estos dos objetivos. La coordinación con Israel es una táctica; la alianza con Irán es una estrategia. Israel no puede confiar en las buenas intenciones de Putin. Debe encontrar una forma de hacerlo actuar.
Netanyahu creía que podría reclutar a la administración estadounidense para frenar los esfuerzos de atrincheramiento de Irán en Siria. Como sabemos, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, es mucho más amigable con Israel que Putin. Quizás él nos rescatará. Infortunadamente, este movimiento también falló: la administración Trump no está interesada en una participación real para determinar el futuro de Siria. Está concentrando sus esfuerzos en el Este, en la frontera iraquí. En nuestro frente, no tenemos a nadie en quien confiar sino en nosotros mismos.
La gran pregunta es, quién hará el siguiente movimiento en este juego de ajedrez, cuándo y cómo. El escenario aparente es la organización de otro convoy de Hezbolá para transferir misiles de precisión, o componentes de tales misiles, de Siria al Líbano. Israel tendrá que decidir si ignorarlo y arriesgarse a perder su disuasión, o atacar y arriesgarse a desencadenar una guerra.
Hasta ahora, Las FDI han tenido cuidado de no establecer líneas rojas. Establecer una línea roja te convierte en su rehén. Los ministros de Israel no han sido tan cuidadosos. Una cosa es decir que Israel actuará contra un afianzamiento iraní en Siria y el Líbano, decir que Israel no lo permitirá es otra cosa.
La mayoría de las guerras en el Oriente Medio han sido el resultado de un desarrollo involuntario, un juego de la gallina que salió mal, un acto de terror excesivamente exitoso, presión pública en el escalafón político. Ninguno de los jugadores está interesado en una guerra en este momento, ni en Israel ni en Líbano, Siria o, según las evaluaciones israelíes, ni siquiera en Irán.
Los israelíes ven una guerra como algo tan innecesario, tan delirante, que el sábado, durante un dramático día en el norte, 100.000 personas visitaron las reservas naturales y 25,000 visitaron el Monte Hermón. Las FDI estaban felices, lo vieron como un signo de la fe de los israelíes en su sistema de defensa. Pero la razón puede ser la falta de fe: los israelíes no creen en la retórica bélica de sus líderes. Se niegan a entrar en pánico por algo que no pueden cambiar.
Por lo tanto, el estado debería continuar según lo planeado: el Estado Mayor debería seguir vigilando la actividad de los iraníes, y la policía debería seguir trabajando en investigaciones de corrupción. La FDI debe presentar sus recomendaciones, y la policía debe presentar sus propias recomendaciones. Por favor, no mezclemos una cosa con otra.