Si la narrativa de una “conspiración mundial judía” como tal “rumor sobre los judíos” es una de las características del antisemitismo en general, el antisionismo la refina en la narrativa de una conspiración israelí. En este rumor, el Estado de Israel apoya, promueve y explota las redes que le son afines. Que esta idea de una conspiración pro-israelí no se queda en lo abstracto lo ha demostrado recientemente un extracto de un libro de Eva C. Schweitzer publicado en octubre de 2021 por la revista conservadora online “Tichys Einblick”.
Es posible que todavía se recuerde a la ex editora de Taz y Tagesspiegel por una farsa en el año 2000, en la que atestiguó sobre el muy criticado libro de Norman Finkelstein “La industria del Holocausto” que se encontraría con un “muro de silencio” en Estados Unidos porque “muchos medios de comunicación estadounidenses […] tienen redactores jefe o directores generales judíos”; sin embargo, Schweitzer no mencionó su participación en la redacción del libro de Finkelstein, que documentó para la posteridad en sus “Agradecimientos”.
En su obra actual, Schweitzer evoca una “extraña alianza entre la neoderecha, los antialemanes y los neoconservadores estadounidenses”, identificándose estos dos últimos grupos en su prefacio como “defensores de Israel y belicistas hacia Irán”. De este modo, los antialemanes no sólo están “en línea con sus modelos estadounidenses, los neoconservadores”, sino que también apoyan al gobierno israelí “como si el Mossad se hubiera instalado en la cámara alta”, según cita Deutschlandfunk Kultur. Por ejemplo, el think tank austriaco de Oriente Medio Mena-Watch diría “como si el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí hubiera contratado a Henryk M. Broder, que dirige Vladimir Jabotinsky”.
El libro de Schweitzer incluye el “Lizas Welt” de Alex Feuerherdt y el “Ruhrbarone”, editado por Stefan Laurin, entre una falange de blogs en la “encrucijada de lo antialemán y lo proisraelí”. Justus Wertmüller, director de la revista Bahamas, crítica con la ideología y solidaria con Israel, así como el politólogo Matthias Küntzel, también miembro del consejo de redacción de Bahamas en los años 90, habrían incluso “aterrizado en el campo de la derecha” a estas alturas como antiguos antialemanes. En otro lugar, se vuelve involuntariamente gracioso cuando se llama al ex presidente de Estados Unidos Donald Trump “también antialemán”. Esto se debe a que los antialemanes provienen de la izquierda política de Alemania y Austria y no del partido de Trump, los republicanos estadounidenses.
Los antialemanes provienen de la izquierda política y se solidarizan con Israel
Así, en 2007, el politólogo Stephan Grigat explicaba en su artículo “Was heisst: antideutsch?” que la historia de los antialemanes comenzó a finales de los años ochenta “cuando pequeños sectores de la izquierda radical recordaron a Jean Amèry [escritor austriaco y combatiente de la resistencia nazi], que desde la Guerra de los Seis Días de 1967 había subrayado repetidamente que la izquierda debía redefinirse en la lucha contra el antisemitismo y el antisionismo”. Por lo tanto, “[la crítica antialemana] es una muestra de solidaridad con Israel por la constatación de que el mundo tal y como está montado hoy siempre produce antisemitismo de nuevo”, dijo Grigat.
Si Schweitzer quiere identificar a los antialemanes como “críticos de los alemanes”, Grigat replica que lo “alemán” en la crítica antialemana de la ideología no debe explicarse por un “carácter nacional hereditario”, sino que funciona como un marcador de posición para una determinada “constelación político-económica”, es decir, para “una forma específica de socialización capitalista”, que en Alemania y Austria como “relación especial entre el Estado y la sociedad […] condujo finalmente a la Shoah”. Esta constelación se llama “alemana” porque se estableció por primera vez en Alemania en la oleada de asesinatos del nacionalsocialismo. Sin embargo, hoy en día, los mulás también podrían ser subsumidos como “alemanes” en su antisemitismo aniquilador.
El hecho de que sean precisamente los antialemanes la superficie de proyección de tal fantasmagoría conspirativa, pues no es otra cosa lo que Schweitzer reproduce con el “Mossad en la cámara alta”, lo aclara Grigat con una lista de las acusaciones de la revista de los antialemanes, que el lector de este artículo escuchará por cierto una y otra vez de diferentes bocas: “Se supone que son racistas. Y los belicistas. Amigos de Bush y admiradores de Sharon. A veces se les considera arribistas académicos, a veces polemistas desagradables. La izquierda los odia porque los ve como conversos liberal-conservadores. A la derecha no le gustan porque son marxistas”.
El trabajo de Schweitzer encaja excelentemente aquí cuando atribuye a los antialemanes que han “aterrizado en el campo de la derecha” o hace de los neoconservadores sus “modelos de conducta” y finalmente quiere dar peso a esto construyendo un “Donald Trump igualmente antialemán”. Asimismo, esta afirmación de una conexión entre los antialemanes y los neoconservadores se refleja en una reseña del libro de Schweitzer, en la que el publicista de Bremen y activista antiisraelí Arn Strohmeyer señaló en el sitio web “Der Semit”, que los antialemanes, al provenir “del espectro político de la izquierda” de los trotskistas, eran hoy los “idiotas útiles del imperialismo estadounidense” (una cita del libro de Schweitzer) y el “brazo largo de los neoconservadores estadounidenses”, por lo que “servirían a los neoconservadores” y harían del “mundo de las ideas de estos trotskistas apóstatas, guerreros del frío y cripto-sionistas su propia religión sustitutiva”.
¿Antialemanes y neoconservadores como trotskistas apóstatas?
Esta atribución al trotskismo no es sorprendente. Pues los neoconservadores han sido acusados repetidamente, tanto durante la administración Reagan como durante el reinado de George W. Bush, de que su política tiene rasgos trotskistas, ya que se dice que los antiguos trotskistas han desempeñado un papel decisivo en la determinación de la política exterior tanto de Reagan como de Bush. Por ello, Arn Strohmeyer llama a los neoconservadores “trotskistas apóstatas”. El ex trotskista Robert Misik declaró en el taz en 2003 que “un buen chorro de sangre trotskista corre por las venas de los neoconservadores, esos ideólogos neoconservadores” y que “el ejército estadounidense, hasta cierto punto, es el brazo armado de la revolución democrática”.
Está por ver hasta qué punto los neoconservadores reproducen la implacable totalidad del programa revolucionario de Trotsky de una “victoria final de la nueva sociedad en todo nuestro planeta” de su obra de 1929 “La revolución permanente” cuando, por ejemplo, George W. Bush declaró en su discurso de investidura de su segundo mandato que es “la política de Estados Unidos buscar movimientos e instituciones democráticas en todos los países y culturas para apoyar su desarrollo, con el objetivo final de acabar con la tiranía en el mundo”.
Sin embargo, lo que Schweitzer y Strohmeyer parecen ignorar por completo es que este complejo trotskista de los neoconservadores y sus “vasallos” antialemanes no puede estar en realidad tan unido como intentan presentarlo. Si hay algo por lo que los trotskistas son conocidos es por su predilección por la división irreconciliable, como la diversidad de la Cuarta Internacional y sus organizaciones sucesoras demuestran con demasiada claridad. No en vano existe un conocido bon mot sobre los trotskistas: “Dos trotskistas se encuentran. Uno le dice al otro: Fundemos una nueva Cuarta Internacional”.
Y efectivamente. Ya sea la rivalidad entre los principales medios de comunicación antialemanes Jungle World y Bahamas (como puede leerse aquí o aquí, por ejemplo), el murmullo de los antialemanes de izquierdas y de derechas, que manifiesta esta competencia periodística, o la diferenciación entre antialemán y crítico de ideología, La diferenciación entre antialemán e ideología-crítica, que reclama para sí Bahamas, o finalmente la incompatibilidad de Mundo Jungla con el neoconservador “Eje del Bien”, para el que, por cierto, también escriben los antialemanes del entorno de Bahamas, que está en desacuerdo con Mundo Jungla: Si hay algo que une a esta supuesta “extraña alianza” es su desacuerdo, entre ellos y con los demás.
Todo esto llega hasta el punto de que incluso desde el cosmos de la redacción de Bahamas, etiquetado como “antialemán de derechas”, publicistas como Thomas Maul o Felix Perrefort se escinden supuestamente más a la “derecha”. Si se sigue la lectura de que los antialemanes y los neoconservadores son trotskistas apóstatas, esta alianza consensuada para Israel sigue siendo imaginaria también aquí.
Y el hecho de que Schweitzer eligiera precisamente “Tichys Einblick” para publicar el extracto de su libro no deja de ser divertido si se analiza con detenimiento. Pues su editor Roland Tichy no sólo es conocido como partidario explícito de Israel, sino que también solía escribir para el “Achse des Guten” (Eje del Bien), que se asigna indirectamente a esta red pro-israelí en el extracto del libro de Schweitzer como lugar de publicación de neoconservadores y antialemanes. T-Online llegó a afirmar en un análisis de hace tres años que Tichy era un “representante del neoconservadurismo”. Uno podría incluso preguntarse si Tichy y su revista en línea no son ellos mismos parte de esta oscura conspiración que Schweitzer menciona.
Un científico social ve el “frente cruzado” antialemán con la “ideología pro-Israel”.
Sin embargo, esta imaginación de una red antialemana que conspira en Alemania no es en realidad nueva. Hace dos años, el científico social Gerhard Hanloser publicó su libro “Die andere Querfront – Skizzen des ‘antideutschen’Betrugs” (El otro frente transversal – Esbozos del fraude ‘antialemán’), en el que afirmaba la existencia de dicho frente transversal con “ideología pro-israelí”, que aplaude a “Sharon y Netanyahu” así como a “Bush y Trump” y tiene una “orientación ascendente”, razón por la cual los principales medios de comunicación lo cubren con el “cortés manto del silencio”. Este frente cruzado “se compone de odiadores de la izquierda y, en caso de duda, de investigadores del extremismo antisocialista, de maoístas culpabilizados y de eternos anticomunistas, de apologistas de la OTAN, de atlantistas y de amantes de América sin conocimiento de la ‘otra América’“.
No es de extrañar que esta obra fuera posteriormente reseñada favorablemente como “un libro importante” por autoproclamados “críticos de Israel”, como el mencionado Strohmeyer en el “Neue Rheinische Zeitung”. Así, Hanloser mostraría cómo “este movimiento marginal deja sus huellas venenosas duraderas en la sociedad alemana”, por lo que “su concepto completamente indiferenciado y denunciante del antisemitismo […] es compartido oficialmente por el gobierno, en los partidos y en muchas instituciones y organizaciones, así como en los principales medios de comunicación alemanes”. La “Revista Palestina” de la asociación afiliada al BDS Deutsch-Palästinensische Gesellschaft e.V. (DPG, por sus siglas en inglés) afirma en su reseña del libro que, con los antialemanes, “una parte de la izquierda política hace tiempo que se ha acercado a la extrema derecha y ha cerrado filas con la Nueva Derecha neoliberal, proisraelí e islamófoba”.
Ahí está de nuevo el supuesto poder omnímodo de la red antialemana. Sin embargo, el “Neue Rheinische Zeitung” es conocido por estas teorías. Publicada originalmente como un diario comunista por Karl Marx en los años 1848 a 1849, desde su relanzamiento sólo online en 2005 ha sido una “revista online sin igual en su mezcla de verdadero antisemitismo, polvoriento anticapitalismo y teorías conspirativas”, como analizó la revista online judía haGalil en 2014.Y el DPG tampoco es ajeno. Está incluido por el Centro Simon Wiesenthal en su lista de los diez peores incidentes antisemitas a nivel mundial en 2020. En un artículo sobre las raíces del BDS en Alemania, el Jerusalem Center for Public Affairs también describió al DPG como extremista de izquierdas, islamista y afiliado a los Hermanos Musulmanes.
La afirmación de una red pro-israelí de antialemanes y neoconservadores es vieja
El hecho de que los antialemanes estén “en sintonía con sus modelos estadounidenses, los neoconservadores”, como advierte Schweitzer, o que busquen un “cierre de filas” con ellos en su marcha “hacia la derecha exterior”, como afirma ahora el DPG, tampoco es una invención nueva. En 2003, el filósofo y publicista marxista Robert Kurz (1943 – 2012), en su libro “Die antideutsche Ideologie” (La ideología antialemana), quiso identificar una “ideología negativa transversal de los antialemanes”, en cuyo “mundo [sólo] hay nazis y antisemitas con las excepciones ‘sin mediadores’ de los antialemanes, la administración neoconservadora de línea dura de EE.UU. y la derecha israelí”.
En 2006, Robert Misik, el ex-trotskista citado al principio, retomó esta supuesta conexión pro-israelí en el taz incluyendo a “los prosélitos locales de los “neoconservadores” estadounidenses, “muchos judíos europeos” y “los viejos derechistas”, que cambiaron su antisemitismo de antaño por el respeto a los militares israelíes”, y les asignó como aliado especial a los antialemanes, “ese grupo más grotesco de tontos del complejo de culpa alemán, que […] se han convertido en una izquierda proamericana, pro israelí y antimusulmana igualmente cascarrabias”.
En 2011, Volker Schmidt, posterior portavoz de prensa del grupo parlamentario del Partido Verde en Hesse y autor del diario antiimperialista Junge Welt (bajo su seudónimo Hellmuth Vensky), veía a los antialemanes de DIE ZEIT como “adoradores de Israel en la derecha”, con “[una] cierta cercanía […] a publicistas como la página web de la red Achse des Guten”. Pero no sólo eso. Además, “[m]uchos exponentes del movimiento antialemán […] tienen efectivamente puntos de contacto con grupos de nueva derecha”. Esta es una narrativa que el canal de propaganda alemán de Erdoğan, TRT Deutsch, no duda en retomar cuando dice en el verano de 2020 que “a pesar de todas las contradicciones, la Nueva Derecha y los antialemanes […] se parecen más de lo que quisieran. Ambos bandos difunden hasta cierto punto las mismas imágenes del enemigo”.
Y también el año pasado, el diario israelí Haaretz publicó un artículo de Ofri Ilany (cuya versión alemana puede leerse aquí en “Der Semit”), en el que se subrayaba dicha cooperación pro-israelí. Así, supuestamente abarca desde los “comunistas antialemanes”, los “antialemanes”, hasta la “derecha económica neoliberal” y tiene “una influencia considerable en la sociedad civil y en las redacciones de los periódicos más importantes de Alemania”, como citó en su momento Stefan Frank en Audiatur-Online en su excelente réplica del supuesto análisis de Ilany.
Los antisionistas de izquierda imaginan una conspiración dirigida por el Mossad
Mientras que Ofri Ilany se queja de que estos “defensores alemanes de Israel no están realmente interesados en Israel” y Strohmeyer, en el “Neue Zeitung”, afirma que “los antialemanes […] no perciben en absoluto a Israel en su realidad”, Schweitzer va un paso más allá en su libro y se pregunta hasta qué punto la combinación antialemana de una “aversión a Alemania” con un “profundo amor a Israel” se “supone que es útil para Israel en absoluto”.
Así, Schweitzer, por un lado, constituye una red pro-israelí, pero, por otro, cuestiona su utilidad. Como si los antialemanes y los neoconservadores, en su contradicción con el antisionismo alemán, lo promovieran en cambio. Esto reproducía un estereotipo bien conocido en una forma modificada: la “siniestra alianza” que está a favor del Estado judío sería la culpable del antisemitismo relacionado con Israel.
Asimismo, la atribución de tal conspiración, impulsada y promovida por Israel y utilizada en su beneficio -y que es reproducida por Schweitzer con el “Mossad en la mente superior”- ya no es tan rocambolesca. Hasta ahora, este tono era utilizado principalmente por los izquierdistas antiimperialistas y los grupos pro-palestinos, pero también en parte por los nuevos círculos de derecha. En 2016, el Partido Marxista-Leninista de Alemania (MLPD), estalinista-maoísta, que con sus vínculos con el grupo terrorista palestino FPLP podría calificarse al menos de antisionista, y que también está vigilado por la Oficina para la Protección de la Constitución en Alemania, sospechó de una conspiración dirigida por el Mossad en la que los antialemanes estaban “pagados por Israel”.
No deja de ser explosivo para Schweitzer el hecho de que un folleto de 2018 del MLPD tenga curiosamente un título de sonido similar al de su libro “Links blinken, rechts abbiegen” (“Antideutsche” – girar a la izquierda, girar bruscamente a la derecha). Coincidencia o intención Otra aparente coincidencia entre la obra de Schweitzer y el agitprop antisionista del MLPD: Los estalinistas duros también contaban con Stefan Laurin, mencionado por Schweitzer, entre una “red sistemáticamente promovida de actores sionistas y ‘antialemanes’ en Alemania”, que, con su Ruhrbarone, organizaba “la peor agitación ‘antisemita’ e intrigas anticomunistas” e iniciaba “campañas de difamación”, como también invoca el MLPD en su folleto.
Los activistas pro-palestinos hacen de los alemanes “aguadores del sionismo”.
Según el documento de 2016 del MLPD, existe “una sólida red que opera en segundo plano y que llega hasta las oficinas estatales israelíes”: Desde Henryk M. Broder como “pivote” hasta Benjamin Weinthal, corresponsal europeo del Jerusalem Post en aquella época, pasando por “un total de 80 grupos de ‘solidaridad con Israel’ en Alemania, desde el grupo parlamentario germano-israelí en el Bundestag hasta la Izquierda Pro-Zionista de Frankfurt”. Estos protagonistas estaban “infiltrados por el servicio secreto israelí Mossad” y eran “alimentados financieramente por el Ministerio de Asuntos Exteriores israelí”, con el dinero “procedente de las campañas publicitarias del ministerio”.
En 2019, la “Comunidad Palestina Alemania – Bonn” retomó este motivo en una carta abierta, que también fue publicada por el grupo BDS de Bonn y el puesto “Unsere Zeit” (Nuestro Tiempo) del “Partido Comunista Alemán”, entre otros. Según esto, Benjamin Weinthal, junto con Henry[k] M. Broder […] maneja una red de partidarios de la derecha de la política israelí, que se complementa con Stefan Laurin y Malca Goldstein-Wolf”. Goldstein-Wolf es una conocida activista contra el BDS que ya se ha curtido con la estrella de “Pink Floyd” y amigo del BDS, Roger Waters, y que recientemente organizó una marcha silenciosa de solidaridad por un judío gravemente herido por un antisemita en Hamburgo.
En 2009, un artículo del “Portal Palestino” afirmaba que “el gobierno israelí de extrema derecha de Netanyahu […] ha contratado además un ejército de desinformadores para vender la política racista-sionista expansionista en Internet”. Entre ellas se encuentran: “Broder, Weinthal, Gerster, Feilcke y todo el lobby israelí” que, con “el Consejo Central de los Judíos, la Sociedad Germano-Israelí (DIG) y otros aguadores del sionismo”, se mantienen al margen para “abatir cualquier opinión disidente con el garrote del antisemitismo” como “manipuladores a sueldo del gobierno israelí” en Alemania. El Portal Palestina lleva tiempo ensañándose con el citado Feuerherdt, calificándolo de “gusano de Henryk M. Broder” y alabándose por haber “desenmascarado” a Feuerherdt.
Y ya en abril de 2020, la “Alianza por la Justicia entre Israelíes y Palestinos” imaginó una conspiración del Ministerio de Asuntos Estratégicos israelí para la que, por un lado, se reclutaron “oficiales de inteligencia del Mossad y del ejército” para “vigilar y rastrear a los activistas de solidaridad con Palestina y su entorno” y, por otro, se había creado “una red de organizaciones pro-israelíes en los países occidentales”, donde en Alemania “la Sociedad Germano-Israelí [….] está financiado en parte por el Ministerio de Asuntos Estratégicos con el fin de impedir las conferencias y los actos públicos y de ensuciar y deslegitimar a los activistas de la solidaridad con Palestina […]”. El objetivo de estas “operaciones contra los activistas de la solidaridad palestina” sería “garantizar la continuidad de la ocupación”.
Höcke esboza una “vanguardia de la alianza extremista neoconservadora-izquierdista en las gacetas”
Como el autor de estas líneas analizaba ya en julio de 2021 aquí en Audiatur-Online en su artículo “Wie halten es Björn Höckes Vordenker mit Israel?” (“¿Cómo se sienten los cerebros de Björn Höcke con respecto a Israel?”), tales teorías conspirativas circulan también en el entorno del ala de Höcke de la AfD, con las que los odiadores de judíos de la derecha pueden reunirse en una forma intelectualmente disfrazada de “crítica a Israel” imaginando un “lobby israelí”, según esto “políticamente correcto”. En 2016, por ejemplo, Siegfried Kabisch identificó “redes alemanas de vanguardia” en Alemania que funcionaban como la “vanguardia de la alianza neoconservadora-extremista de izquierda en las gacetas” en la revista de teoría nacionalista de derecha “Sezession”, que publica el rector del spiritus de Höcke, Götz Kubitschek. Los “paradigmas de la solidaridad con Israel y la defensa de Occidente” sirvieron de “billete para las filas transatlánticas de los medios de comunicación, la política y las alianzas de los grupos de presión”.
La red que abarca el texto va desde las Bahamas como Jungle World hasta los “periodistas de la casa de Axel Springer”, desde WELT y BILD hasta “el ‘Eje del Bien’ de Broder”, así como la iniciativa austriaca “Stop the Bomb”, que “debe ser considerada como una especie de organización de lobby para los intereses de la derecha política de Israel” y cuyo director académico Stephan Grigat, mencionado al principio, muestra “cuánta teoría antialemana hay todavía en la alianza”. Además del politólogo Matthias Küntzel, también mencionado por Eva C. Schweitzer, “que pasó de ser un original antialemán a un cotizado ‘experto’ en antisemitismo y cuestiones de Oriente Medio”, Alex Feuerherdt es “otro protagonista de procedencia antialemana con redes en el campo burgués”. Según esto, Feuerherdt aboga por “la defensa de Israel” “desde un punto de vista radicalmente antialemán” y así se hace “conectable en el medio burgués y proamericano”.
La Secesión apunta especialmente al “Eje del Bien“ publicado por los publicistas Henryk M. Broder y Dirk Maxeiner. Martin Lichtmesz, uno de los principales teóricos del nacionalismo de derechas en el mundo de habla alemana, retoma el motivo de Schweitzer de los “antialemanes desembarcados en el campo de la derecha” en sus “Notas sobre Israel y sus partidarios” de enero de 2020, cuando escribe que “el neoconservador Eje del Bien ha reclutado entretanto a bastantes autores del espectro ‘antialemán’ a lo Jungle World”, con los que “el llamado espectro ‘liberal-conservador’ [se] acerca cada vez más al estilo de la difamación de izquierdas”. La razón sería “probablemente el fetiche de Israel de esta gente”. Lichtmesz atribuye al autor de estas líneas, por ejemplo, “[l]o que es ‘pro-judío’ […] debe determinarse sobre la base de algunas directrices dogmáticas, predominantemente sionistas de derecha y de culpas (¡sic!)”. El propio Höcke califica mi referido análisis de los excesos antisionistas en el entorno del ala nacionalista de derechas de la AfD, en el espíritu de sus autores intelectuales, como un “artículo de denuncia al estilo Antifa”.
Mitos antisionistas sobre una conspiración mundial judía
Lo que resulta evidente en todo esto es lo que la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto explica en su “Definición de Trabajo del Antisemitismo” como “mitos sobre una conspiración mundial judía”. Se trata de las “acusaciones falsas, deshumanizadoras, demonizantes o estereotipadas contra los judíos o el poder de los judíos como colectivo – especialmente, pero no exclusivamente, los mitos sobre una conspiración mundial judía o sobre el control judío de los medios de comunicación, la economía, el gobierno u otras instituciones sociales”. Así, la afirmación de un complejo neoconservador antialemán controlado por Israel retoma precisamente ese mito conspirativo.
Sin embargo, con esta definición del antisemitismo, no se trata sólo de una “cierta percepción de los judíos que se expresa como odio hacia los judíos” y que está “dirigida de palabra o de hecho contra individuos judíos o no judíos y/o sus bienes, así como contra instituciones comunales judías u organismos religiosos”, como ya atestiguan los múltiples ataques contra actores tan diversos como la Sociedad Germano-Israelí, Henryk M. Broder, Benjamin Weinthal, Alex Feuerherdt o Stefan Laurin. Broder, Benjamin Weinthal, Alex Feuerherdt o Stefan Laurin, pero más allá de eso, “el Estado de Israel, que se entiende como un colectivo judío, es también el objetivo de tales ataques”, como dice el gobierno alemán en su ampliación de la “definición de trabajo del antisemitismo”.
En 2008, Henryk M. Broder, en un discurso ante la Comisión de Interior del Bundestag alemán, habló del “antisemita moderno” que no cree en los “Protocolos de los Sabios de Sión”, sino que fantasea con un “lobby israelí” y está “agradecido por la oportunidad de exteriorizar sus resentimientos en una forma políticamente correcta” de antisionismo. El poeta y ensayista canadiense David Solway probablemente llamaría a esta manifestación de hostilidad hacia los judíos criptoantisemitismo, que permite al “odiador de judíos escapar a la reprimenda moral bajo el signo de una crítica «objetiva» de un Estado-nación”.
Pero el literato Hans Mayer dejó claro a este respecto que “quien ataca al ‘sionismo’ pero no quiere decir nada contra los ‘judíos’ se engaña a sí mismo y a los demás. El Estado de Israel es un Estado judío. Los que quieren destruirla, abiertamente o mediante una política que no puede lograr otra cosa que esa destrucción, están practicando el odio a los judíos de antaño y de siempre.”
Esto deja claro que el libro de Schweitzer, en su presentación y retórica, se acerca a los apologistas del antisionismo, que, tanto en la izquierda como en la derecha, en su constitución de una conspiración antialemana y proisraelí, codifican indirectamente esa deslegitimación del hogar de la vida judía que, al fin y al cabo, no es más que una cifra para la degradación de la vida judía en sí misma. Aquí se revela un estereotipo bien conocido del antisemitismo político, a saber, el de los judíos que mueven los hilos en el fondo, que han implementado la mencionada red neoconservadora antialemana en su beneficio y que harían buen uso de ella.
El Dr. Marcus Ermler, es un matemático e informático cuya investigación se centra en la lógica, la reescritura de grafos y la topología. También publica sobre el antisemitismo y el antiamericanismo de todos los matices políticos.