A pesar de la suspensión de la legislación de la reforma judicial anunciada por el primer ministro hace dos semanas, las protestas continúan en Israel. Algunos hablan todavía de reforma, mientras que otros buscan derrocar al gobierno.
Este tipo de protesta debe ser firmemente resistido, ya que convertirá a Israel en un país con la estabilidad de un tercer mundo y afectará su capacidad para mantener una política, economía y sociedad adecuadas. Además, si se convierte en una herramienta central para derribar cualquier gobierno, Israel podría quedar atrapado en un ciclo interminable de extremismo que afectaría su imagen, economía, seguridad y cohesión social.
La protesta que estalló por la reforma judicial
Las protestas en Israel estallaron debido a la reforma judicial propuesta por el gobierno. Millones de israelíes que temían por el posible daño a la democracia salieron a las calles a expresar su opinión. La protesta incluyó medios ilegítimos como amenazas para desobedecer órdenes, pero finalmente se logró un diálogo bajo auspicio del presidente.
A pesar de la suspensión de la legislación y la instauración del diálogo, las protestas continúan en Israel. Algunos líderes y oradores, como Ehud Barak y Yair Golan, han hablado de llegar a un acuerdo, pero otros buscan una protesta “hasta el final”, es decir, hasta que el gobierno sea derrocado. Esta tendencia es un desastre para Israel.
El papel de la protesta y la sociedad civil en Israel
En las elecciones de noviembre, los partidos de derecha y los ultraortodoxos obtuvieron suficientes escaños para formar un gobierno, que está obligado a gobernar durante cuatro años y promover su política una vez que obtiene la confianza de los miembros del parlamento.
El papel de la oposición es luchar contra la política del gobierno a través de los medios parlamentarios, y la sociedad civil tiene un papel que desempeñar en tiempos de emergencia para proteger los fundamentos democráticos de Israel. Sin embargo, este recurso debe usarse en casos extremos, no para cuestionar la existencia misma de un gobierno elegido y sus políticas razonables, incluso si están sujetas a controversia.
El riesgo del uso de la protesta social para derrocar al gobierno es claro y ha sido evidente durante los últimos dos años. La división dentro del pueblo ha llevado a que la mitad de la población vea a un gobierno establecido con el apoyo de la mitad restante como un desastre y un gobierno ilegítimo. Esto fue lo que sucedió cuando el gobierno de Bennett-Lapid y la derecha subieron al escenario para derrocarlo, y esto es lo que se vislumbra también en la actual protesta que busca derrocar al gobierno.
Si seguimos por este camino, las elecciones perderán su sentido, ya que después de cada elección habrá fuerzas, en su mayoría extremistas de derecha o izquierda, que arrastrarán a otros detrás de ellas, lo que llevará a una “amplia protesta popular” contra el gobierno. En resumen, siempre habrá expertos que lo conviertan en un infierno tanto para los miembros del gobierno como para otros ciudadanos en Israel, independientemente de quién esté al frente y cuál sea la política.
Las consecuencias del uso indebido de la protesta
Si la protesta se convierte en una herramienta central para derrocar cualquier gobierno, Israel quedará atrapado en un ciclo interminable de extremismo, lo que afectaría su imagen, economía, calidad de vida de todos sus ciudadanos, su seguridad y la cohesión de la sociedad israelí.
Una protesta amplia es una herramienta legítima en la política y la sociedad, pero debe ser utilizada como un “arma de juicio” frente a medidas drásticas y no convertirse en un medio para derrocar al gobierno, incluso en casos extremos y raros que requieran su destitución.
La mayoría de los israelíes quieren compromiso y una vida normal
Las encuestas muestran que la mayoría de los israelíes quieren compromiso y una vida normal. No podemos permitir que los extremistas, de ambos lados, perturben a todos en un círculo de inestabilidad constante. Es importante que la sociedad israelí encuentre una forma de mantener la estabilidad y trabajar juntos para alcanzar soluciones razonables y justas.