Un famoso académico argelino, Saïd Djabelkhir, fue condenado a tres años de prisión por un tribunal de Argel por “insultar los preceptos del Islam”. Esto no había ocurrido nunca antes. Su abogado se declaró “conmocionado”. “Es una lucha que debe continuar por la libertad de conciencia, de opinión y de expresión”, dijo el académico tras la sentencia. “Es una lucha innegociable”.
Djabelkhir había criticado algunas prácticas como el matrimonio de niñas prepúberes y las acciones de Arabia Saudita (“desde 1979 han gastado 64.000 millones de dólares para propagar el fundamentalismo islámico”, dijo).
“Los integristas quieren intimidar a todos los intelectuales que tienen la audacia de opinar fuera de la ortodoxia, de la doxa que estamos acostumbrados a escuchar en los canales de televisión o en los sermones, intentan ahogar la libertad de expresión por todos los medios”, explicó Djabelkhir a Le Figaro antes del juicio.
Desde la Turquía de Erdogan, que tiene el récord mundial de periodistas y escritores encarcelados, hasta Arabia Saudita, donde los escritores liberales son azotados en las calles, los regímenes islámicos se dedican a reprimir la disidencia desde hace años.
En Argelia, en la década de 1990, decenas de intelectuales fueron asesinados por terroristas. El gran novelista Tahar Djaout fue asesinado con dos balas a bocajarro cuando salía de su casa. El novelista Lâadi Flici fue asesinado con la pluma en la mano. El dramaturgo Abdelkader Alloula, director del teatro de Orán e intérprete de Gogol, recibió tres balazos en la cabeza. El escritor Youcef Sebti fue asesinado en su casa y en la mesilla de noche aún tenía los borradores de su última novela, “Las ilusiones fértiles”.
El psiquiatra Mahfoud Boucebci fue apuñalado a la entrada de su hospital en Argel. El sociólogo Mohamed Boukhobza fue atado y asesinado delante de su hija.
Sus historias fueron recogidas en su momento en un libro titulado Tinta Roja. Por no hablar de lo ocurrido en otros países, como Mohammed Taha, el único intelectual antifundamentalista de Sudán, que fue ahorcado en la calle en 1985 por protestar contra la adopción de la sharia; al intelectual egipcio Farag Foda, famoso por sus artículos críticos y su aguda sátira del fundamentalismo islámico, asesinado por los Hermanos Musulmanes; y muchos otros como ellos.
En lugar de “dialogar”, legitimando así a los representantes del “islam moderado”, una etiqueta que a menudo esconde a los Hermanos Musulmanes y a otras organizaciones enemigas de la libertad tras trajes de doble botonadura y discursos tranquilizadores, Europa debería lanzar campañas de solidaridad y protección para estos héroes.
Antes de que los maten a todos.
Y en lugar de capitular ante la caza de brujas por “islamofobia” orquestada por los islamistas.
Giulio Meotti es, periodista italiano de Il Foglio, escribe una columna dos veces por semana para Arutz Sheva. Es autor, en inglés, del libro “A New Shoah”, que investiga las historias personales de las víctimas del terror de Israel, publicado por Encounter y de “J’Accuse: the Vatican Against Israel” publicado por Mantua Books, además de libros en italiano. Sus escritos han aparecido en publicaciones como el Wall Street Journal, Gatestone, Frontpage y Commentary.