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Portada » Opinión » ¿Europa superará la prueba de Ucrania?

¿Europa superará la prueba de Ucrania?

por Arí Hashomer
9 de enero de 2022
en Opinión
¿Europa superará la prueba de Ucrania?

Reuters

La aspiración de una “Europa entera, libre y en paz” se está poniendo a prueba en Ucrania. Y ahora mismo, los europeos parecen estar lejos de obtener un aprobado.

Vladimir Putin lleva mucho tiempo utilizando los territorios ocupados por Rusia en Ucrania, Georgia y Moldavia como plataformas de lanzamiento para desestabilizar la solidaridad europea y amenazar la seguridad de los Estados vecinos, la OTAN y la Unión Europea. En las últimas semanas, Putin ha aumentado la presión, amenazando con un ataque a Ucrania y planteando exigencias imposibles a la OTAN.

Sería injusto decir que Europa no ha hecho nada en respuesta. Los ministros de Asuntos Exteriores del G7 (que incluye a cuatro potencias europeas: Francia, Italia, Alemania y Reino Unido) amenazaron con tomar represalias si el Kremlin ordena una invasión militar de Ucrania. “Rusia no debe tener ninguna duda de que una nueva agresión militar contra Ucrania tendría consecuencias masivas y un grave coste como respuesta”, declararon. Además, la UE impuso sanciones al Grupo Wagner, una organización paramilitar rusa cuyos combatientes operan en Ucrania, entre otros puntos conflictivos. Además, ningún país europeo ha señalado su apoyo a las indignantes demandas de Putin, que incluyen el fin de la ampliación de la OTAN.

Sin embargo, lo que no ha habido es nada parecido a una respuesta coherente a la intimidación de Putin. Los europeos no comparten un enfoque decidido y claro sobre la cuestión ucraniana.

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La posición de Berlín es ambigua. Algunos de los partidos políticos del gobierno de coalición dirigido por el nuevo canciller, Olaf Scholz, quieren una postura más dura frente a Rusia. Por ejemplo, el líder de la CDU, Friedrich Merz, pide una línea más dura hacia Putin. Sin embargo, la política exterior alemana parece tan insensible como siempre.

El ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Reznikov, se quejó en el Financial Times: “Siguen construyendo el gasoducto Nord Stream 2”. Ucrania, así como varios otros países de Europa Central, argumentan que el gasoducto ruso-alemán daría a Putin un poder aún mayor para chantajear a las naciones reteniendo el suministro de energía. El nuevo gobierno alemán, sin embargo, sigue dividido sobre si debe permitir que el gasoducto entre en funcionamiento.

La posición de Alemania sobre la venta de armas también ha sido una fuente de frustración. Reznikov culpó a Alemania de bloquear la compra de armas defensivas a través de la OTAN. “Es muy injusto”, se quejó.  Preguntada al respecto en una entrevista con Deutsche Presse-Agentur, la nueva ministra de Asuntos Exteriores alemana, Annalena Baerbock, esquivó la cuestión. “Una nueva escalada militar no aportaría mayor seguridad a Ucrania”, argumentó. Era una respuesta sin sentido. Después de que Rusia haya concentrado más de 100.000 soldados en la frontera de Ucrania, es difícil de creer que ayudar a los ucranianos a prepararse para defenderse sea una escalada.

El ministro de Asuntos Exteriores alemán estará en Estados Unidos esta semana. Queda por ver si Berlín tiene algo más resuelto que poner sobre la mesa.

Mientras Berlín divaga, Bruselas no parece estar mejor. Durante una reciente conversación telefónica con el ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, pidió la plena aplicación de los acuerdos de Minsk (los acuerdos de 2015 que supuestamente iban a resolver el conflicto entre Rusia y Ucrania). Esto no es más que un pensamiento diplomático mágico. Los acuerdos son letra muerta geopolítica. Borrell bien podría haber dado tres golpecitos con los talones y haber dicho: “No hay lugar como el hogar”.

París, por su parte, oscila entre las duras amenazas y los ruegos de diálogo.

A Roma le preocupa sobre todo el suministro de energía. En una reciente rueda de prensa, el primer ministro italiano, Mario Draghi, declaró: “Si queremos adoptar sanciones que incluyan también el gas, ¿somos realmente capaces de hacerlo? ¿Somos lo suficientemente fuertes? ¿Es el momento adecuado? Está claro que la respuesta es no”.

Londres ha sido el más adelantado en advertir a Putin de las graves consecuencias. Sin embargo, el secretario de Defensa británico, Ben Wallace, declaró en una entrevista: “Es muy poco probable que Gran Bretaña o sus aliados envíen tropas para defender a Ucrania si ésta es invadida por la vecina Rusia”.

Incluso los vecinos centroeuropeos de Ucrania, aunque están profundamente preocupados por la amenaza de un ataque al país, parecen carecer de acciones constructivas que puedan tomarse para prevenir un ataque ruso.

El mayor rechazo ha venido del norte de Europa, donde la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, proclamó audazmente, en respuesta a las exigencias de Putin de poner fin a la expansión de la OTAN, que “Finlandia mantiene la opción de solicitar el ingreso en la OTAN”.

La falta de un esfuerzo europeo unificado es una grave preocupación. El reto de abordar la crisis de Ucrania no es “desescalar” la situación. A Putin no le interesa la desescalada. Sólo le interesa sacar el máximo beneficio posible de la crisis que ha creado. Occidente debe centrarse en apoyar la soberanía de Ucrania y la capacidad de los ucranianos para defenderse. Para ello será necesario tomar medidas para castigar a Putin por amenazar a Ucrania, y no limitarse a proponer una respuesta después de que se produzca un ataque.

Además, los europeos tienen que darse cuenta de que no se trata sólo de Ucrania. Ucrania no es un problema lejano. A los ojos de Putin, Ucrania es un medio para conseguir fines que garanticen que Europa nunca esté “entera, libre y en paz”.

Putin ve la seguridad como un juego de suma cero: Sólo puede ganar si otros pierden. Ucrania es la continuación de la reciente crisis con Bielorrusia, cuando Minsk utilizó como arma la inmigración ilegal procedente de Oriente Medio para poner a Ucrania, Polonia y toda la Unión Europea en apuros. La crisis migratoria bielorrusa formaba parte de la misma estrategia más amplia, con la que Putin pretende debilitar el frente occidental, apostando por unos aliados divididos, una Bruselas irresoluta y el enfriamiento de las relaciones transatlánticas con Washington tras la debacle de Afganistán.

Para Occidente, sólo hay una respuesta correcta: un fuerte apoyo a Ucrania, la revitalización inmediata y la ampliación de la capacidad defensiva de la OTAN, y el rápido fortalecimiento de la seguridad energética europea. Putin teme y respeta la fuerza. Se aprovecha de la debilidad. Europa debe dejar de titubear y darle lo que teme, no lo que quiere. 

Stefano Graziosi es un ensayista y analista político que escribe para el periódico italiano La Verità y el semanario Panorama. 

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