A principios de este mes, en una ceremonia de toma de posesión de un nuevo jefe de la Comisión de Energía Atómica de Israel, el primer ministro israelí Yair Lapid hizo varias declaraciones que merecen ser analizadas con detenimiento.
Dijo que el “ámbito operacional” de Israel está “compuesto por capacidades de defensa y de ataque y lo que comúnmente se llama en los medios de comunicación extranjeros ‘otras capacidades’. Estas otras capacidades nos mantienen vivos y nos mantendrán vivos mientras nosotros y nuestros hijos estén aquí”.
El uso de la expresión “otras capacidades” fue considerado universalmente como una referencia al arsenal nuclear de Israel del que se ha informado, pero que nunca se ha confirmado oficialmente.
Suponiendo que esta presunción sea correcta, hay dos posibles interpretaciones de la declaración del primer ministro. En primer lugar, Lapid no estaba pronunciando un discurso estratégico. Simplemente estaba dando la bienvenida a un nuevo jefe de la AICE y, en su esfuerzo por realzar el momento, se excedió en acentuar la importancia de este cargo.
Sin embargo, los funcionarios del gobierno israelí deberían haberse dado cuenta ya de que incluso la más inocente y tangencial referencia a las capacidades no convencionales de Israel puede desencadenar especulaciones sobre sus posibles ramificaciones estratégicas. Esto se debe al secreto que rodea a la capacidad nuclear de Israel y a las intensas hostilidades geopolíticas endémicas de Oriente Medio. Cualquier referencia al tema resuena en toda la región y a menudo en el mundo.
La referencia oblicua de Lapid a “otras capacidades” como una especie de póliza de seguro de vida nacional podría interpretarse en el sentido de que ve esas capacidades como el último garante contra una amenaza existencial real. En este sentido, la declaración del primer ministro está en consonancia con la postura tradicional de Israel de “la bomba en el sótano”, que considera las armas nucleares como un último recurso. Además, el mandato de Lapid está llegando a su fin en breve, y es poco probable que pueda reconfigurar la postura nuclear de Israel.
Sin embargo, no se puede descartar del todo otra explicación para los comentarios del primer ministro. Aunque Lapid mencionó las “capacidades de defensa y de ataque” de Israel, no dijo que éstas garantizan la supervivencia de Israel. Sólo dijo esto sobre las “otras capacidades” de Israel. Con ello, Lapid restó importancia a las capacidades convencionales de Israel en favor de una postura de facto de disuasión nuclear.
Lapid pasó a elogiar al primer Primer Ministro de Israel, David Ben-Gurion, por tener la “visión” de iniciar el programa atómico de Israel poco después de la creación del Estado en 1948. Como resultado, dijo, “esto es lo que hay ahora delante de mí…”. Esto podría interpretarse como una insinuación de que, en lo que respecta al primer ministro, los días de la bomba que queda en el sótano pueden estar contados. Es posible que Lapid haya querido dar a entender que, para él, las “otras capacidades” son operativas y no teóricas.
Esta explicación puede verse confirmada indirectamente por el hecho de que Lapid agrupó las capacidades convencionales del país con sus “otras capacidades”. En efecto, las describió como componentes indivisibles del “ámbito operativo”.
Al combinar las capacidades convencionales de Israel con su opción nuclear, Lapid puede haber señalado que considera que esta última proporciona, quizás por su mera existencia, un paraguas estratégico para la primera. La implicación puede ser que, bajo un gobierno de Lapid, las FDI pueden esperar una mano más libre y los ataques preventivos contra los enemigos de Israel serán más probables.
Además, Lapid causó cierta confusión en cuanto al mando y control de las “otras capacidades” de Israel. Declaró: “El destino del pueblo de Israel está en las manos adecuadas”. Podría haber querido simplemente elogiar a los asistentes (y a otros) por sus esfuerzos diarios para mantener y proteger las “otras capacidades” de Israel. Sin embargo, surgió naturalmente la pregunta de a qué “manos” aludía y cuáles podrían ser sus responsabilidades y autoridad.
La conclusión es que Lapid, quizá sin pretenderlo, aumentó la incertidumbre en torno a la doctrina nuclear de Israel. ¿Siguen siendo las “otras capacidades” de Israel una opción de último recurso o están ahora más cerca de ponerse sobre la mesa? ¿Qué significa, en todo caso, la puesta en marcha de las “otras capacidades” de Israel para los planes militares de las FDI? Afortunadamente, el impacto neto de esta incertidumbre, que puede ser el resultado de un simple amateurismo, podría reforzar la disuasión estratégica de Israel en un momento en el que el país se enfrenta a crecientes amenazas tanto cercanas como lejanas.