Según un reciente informe del Wall Street Journal, Estados Unidos reducirá gran parte de su presencia militar en Oriente Medio, incluidas ocho baterías de defensa aérea Patriot y un sistema antimisiles denominado Defensa de Área de Gran Altitud Terminal (Thaad).
La mayoría de las retiradas tendrán lugar en Arabia Saudita, Irak, Kuwait y Jordania, eliminando de hecho la capa de protección de los aliados regionales de Estados Unidos contra misiles y vehículos aéreos no tripulados.
Y aunque Arabia Saudita ha reforzado sus propias defensas ante los constantes ataques con drones y misiles de crucero de los militantes Hutíes respaldadas por Irán en Yemen, el principal reto para Riad sigue siendo la protección de lugares cruciales.
Hace apenas dos años, Irán llevó a cabo un ataque masivo por sorpresa contra una refinería saudí en el este del estado del Golfo, causando un daño significativo a su capacidad de producción de petróleo.
Las retiradas también ilustran que la región no es una prioridad para la administración de Joe Biden, y quizá incluso sirvan como una aproximación a Teherán, cuyo nuevo presidente electo de línea dura, Ebrahim Raisi, parece menos dispuesto a resucitar el acuerdo nuclear de 2015 que su predecesor.
Ante esta nueva realidad regional, Israel debe actuar.
Israel debería reforzar su cooperación con los aliados de Estados Unidos en la región. Algunos ya tienen relaciones diplomáticas abiertas con Israel, mientras que otros mantienen contactos no oficiales.
Esta cooperación requeriría basarse en los intereses comunes, y no que Israel adoptara un enfoque condescendiente, ya que algunas naciones se encuentran repentinamente vulnerables. Ninguna de las partes está haciendo caridad al cooperar con antiguos enemigos.
Con las defensas aéreas de Estados Unidos fuera de la mesa, Israel debe ofrecer sus sistemas de defensa antimisiles Cúpula de Hierro y Honda de David a Arabia Saudita, los EAU y Bahréin.
Ambas partes tienen mucho que ganar con esto. Los países receptores adquieren una capa de defensa contra cohetes y misiles eficiente y probada, mientras que Israel -que se enfrenta a continuas amenazas en el norte y en el sur- gana mayor capacidad para seguir desarrollando estos sistemas.
Por supuesto, un acuerdo de este tipo no es meramente financiero, sino que podría ser el inicio de una cooperación estratégica y tecnológica única que podría cambiar realmente el equilibrio de poder en la región y abrir la puerta a vínculos diplomáticos manifiestos.
No es ningún secreto que Netanyahu y el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman mantuvieron conversaciones sobre cuestiones estratégicas, que aún no han dado resultados tangibles.
Tampoco es un secreto que Israel ha ofrecido sus sistemas de defensa aérea a otros países.
El establecimiento de una alianza de defensa aérea entre Israel y sus vecinos es un acto de valentía diplomática -y todos los implicados solo salen ganando con ello.