En su polémica entrevista con George Stephanopoulos, de la cadena ABC, las frases de Joe Biden se entremezclaban, divagando alternativamente e insistiendo con vociferante certeza en cosas que no eran ciertas- Biden dio la impresión de ser una imagen de incompetente fragilidad.
Para un hombre que prometió la restauración de la unidad estadounidense tras años de intenso conflicto político, Biden ha conseguido este objetivo: ahora todo el mundo piensa que ha fracasado. Independientemente de los sentimientos que se tengan sobre Afganistán -si se pensaba que debíamos salir ahora, o hace 10 años, o nunca-, todos los estadounidenses están de acuerdo en que esta salida es una debacle, una vergüenza de planificación logística que ha dejado a nuestros conciudadanos y a nuestros aliados en la estacada.
Sin embargo, Biden no admitirá objeciones a su planteamiento. Stephanopoulos, siempre el obediente chico del café demócrata, le dio una bola blanda tras otra para echar la culpa o serpentear hacia una excusa. Biden no lo aceptó. En su lugar, desplegó su personalidad de Scranton Joe, que nos resulta familiar a muchos de los que le vimos en sus días de senador: un hombre mayor que levanta la voz e insiste en que sabe lo que hace, a pesar de todas las pruebas que demuestran lo contrario.
Joe Biden no cumple con su deber. Su Departamento de Estado no se preparó adecuadamente para sacar a los estadounidenses y a nuestros aliados afganos del país a tiempo. Su Departamento de Defensa tomó las decisiones que dejaron que nuestros recursos y material fueran utilizados por los talibanes. Sus unidades de inteligencia fueron las que ahora afirma -a pesar de las pruebas que demuestran lo contrario- que nunca advirtieron que el gobierno afgano podría caer tan rápido.
Fue un fracaso de muchas instituciones del gobierno estadounidense. Pero, sobre todo, fue un fracaso del Comandante en Jefe.
Los medios de comunicación describieron a Joe Biden como el regreso de Estados Unidos: que el arco de la historia, habiendo sido momentáneamente interrumpido por un bandido populista en Donald Trump, volvería ahora a su estado correcto.
Pero ha surgido un problema en esta narrativa, y ese problema es Joe Biden. No es el líder que se prometió. Su versión de la normalidad -el caos en la frontera sur, la inflación que afecta a todos los hogares, el regreso a los mandatos y los cierres, el gasto masivo de la deuda y un sistema educativo antiestadounidense desbocado- perjudica al trabajador estadounidense medio. Y todos los operativos demócratas inteligentes pueden ver el maremoto que se dirige hacia ellos debido a ello.
Hubo muchos en la coalición republicana que se opusieron a la reforma de la política exterior de Trump como una filosofía más aislacionista, America First. Pero en su definición básica, America First es una política pragmática diseñada para inspirar confianza a nuestros amigos y miedo a nuestros enemigos.
La fallida salida de Afganistán de Biden no inspira nada de eso. Consigue que Estados Unidos parezca tanto infiel como estúpido. Y el mundo entero lo sabe.