La semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se embarcó en su primer viaje al extranjero desde que asumió el cargo. El mensaje que trató de transmitir a sus anfitriones y al resto del mundo fue que “Estados Unidos ha vuelto” y está dispuesto a asumir un papel activo y de liderazgo junto a los amigos y aliados que, según él, fueron abandonados bajo el mandato de su predecesor Donald Trump.
Una visita a Israel no está en el itinerario. En su lugar, durante su estancia en Europa, Biden se reunirá con los miembros de la OTAN, incluido el leal aliado, el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, así como con el presidente ruso Vladimir Putin, al que recientemente se refirió como “asesino”.
Si bien se puede explicar la decisión de saltarse a Israel como resultado de la caótica situación política que se ha apoderado del país en los últimos años, el hecho es que Biden también eligió ignorar a otros países de la región, entre los que destacan los aliados de Estados Unidos en el Golfo Árabe. Trump, como se recordará, comenzó su mandato con una visita a esos mismos países y a Israel en un esfuerzo por expresar el profundo compromiso de Estados Unidos para hacer frente a la amenaza iraní.
La victoria de Biden en las elecciones de noviembre pasado suscitó un interesante debate sobre el alcance de su compromiso y el de su partido con la larga amistad entre Estados Unidos e Israel. Mientras tanto, no ha habido pruebas de que el apoyo a Israel haya disminuido en principio, pero esa no es la cuestión. Dejemos que los estadounidenses diferencien entre los motivos sentimentales y los fríos intereses político-financieros. En la práctica, el mensaje de Biden ha sido muy claro: Estados Unidos ha vuelto a perder interés en Oriente Medio.
Este sentimiento se susurraba a puerta cerrada ya en el mandato del ex presidente estadounidense Barack Obama, y se expresó más explícitamente bajo Trump, quien memorablemente se refirió a Siria como nada más que “arena y muerte”. Sin embargo, a diferencia de Trump, que se desvinculó de Oriente Medio reforzando el eje antiiraní y garantizando la seguridad de los aliados de Estados Unidos, la desvinculación de Biden le ha llevado a incumplir compromisos anteriores y a apaciguar a los enemigos de Estados Unidos.
La primera etapa del desentendimiento es, por supuesto, la vuelta al acuerdo nuclear con Irán, que eliminará la amenaza de una conflagración que tiene el potencial de arrastrar a Estados Unidos a una confrontación con Irán. Dicho acuerdo sentaría las bases para que Estados Unidos bajara su perfil en la región.
Al mismo tiempo, los estadounidenses han comenzado a retirarse de Afganistán tras la firma de un acuerdo con los talibanes. En realidad, se trata de una venta de liquidación, que pagarán los aliados afganos de Washington. Después de todo, nadie se hace ilusiones. Todo el mundo entiende que en cuanto los estadounidenses se retiren, los talibanes tomarán el control y establecerán un régimen de terror asesino.
Los estadounidenses también están tratando de llegar a un acuerdo con los representantes Hutíes de Irán en Yemen. Es difícil suponer que renuncien a sus vínculos con Irán, por lo que, al igual que ocurrió con Hamás y Hezbolá, el fin de los combates en Yemen les permitirá equiparse con un arsenal de armas que les permita amenazar a todos los países de la región, incluido Israel.
Eyal Zisser es profesor del Departamento de Historia de Oriente Medio de la Universidad de Tel Aviv.