“Ucrania está ganando esta guerra sólo en Twitter, no en el campo de batalla”, ha declarado a The New Yorker el profesor Stephen Kotkin, quizá el experto más autorizado en historia rusa.
El ataque con misiles a pocos kilómetros de la frontera polaca el domingo, que causó casi 200 víctimas (incluyendo unos 30 muertos), significa que la guerra se ha expandido a la parte occidental de Ucrania, a una base cerca de la mayor ciudad ucraniana de la región. Las reacciones del gobierno polaco dejan claro que Varsovia considera que el ataque con misiles es una amenaza, y cada vez es mayor el temor a que se introduzcan armas químicas.
Estos alarmantes acontecimientos encajan con las amenazas del presidente ruso Vladimir Putin desde la primera semana de la guerra, en la que advirtió que podría verse obligado a utilizar armas nucleares. Esta oscura amenaza estaba destinada a disuadir a Estados Unidos y a los países miembros de la OTAN de implicarse directamente en el conflicto. También ha estado detrás de una campaña para aterrorizar a la población civil y obligarla a evacuar. Esto, al parecer, subraya la creciente conciencia de que entre los objetivos de la guerra está la limpieza étnica de la zona
El fracaso ruso, hasta ahora, se ha limitado a la región de Kiev. Aparte de eso, Kotkin sostiene que la campaña se está desarrollando según el plan.
Putin, al llevar a su país a la guerra, ha puesto su futuro en el limbo. Esto resume perfectamente las diferencias entre la mentalidad de los líderes en Rusia y sus homólogos en Estados Unidos. Pero al disparar los misiles cerca de Polonia, ahora hace que esta incertidumbre también forme parte de la suerte de Occidente.
¿Quiere dividir Ucrania en varias entidades? ¿Convertirá el río Dniéper, que Rusia considera la barrera natural que separa Europa de Asia, en el nuevo Muro de Berlín? Independientemente de si el ataque al oeste de Ucrania debía ser una distracción o parte de un verdadero objetivo militar, una cosa está clara: apoderarse de la costa ucraniana del Mar Negro convertirá efectivamente al país en un pequeño estado cliente que carece de cualquier puerta al mundo a través del mar. Otra Moldavia, pero más débil.
La falta de presencia de Estados Unidos en la escena mundial es claramente perceptible. La visita de la vicepresidenta Kamala Harris a Polonia no hizo más que poner de manifiesto la postura de la administración sobre cómo encontrar una vía diplomática para salir de este marasmo. Está claro que las conversaciones entre el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, y su homólogo ruso, Sergey Lavrov, servirán como humo y espejos de los rusos para ayudar a llevar a cabo su limpieza étnica.