Por segunda vez en lo que va de año, Rusia ha puesto en marcha un refuerzo militar en las fronteras de Ucrania. En abril de 2021, Rusia ya desplegó más de 100.000 soldados en la frontera con Ucrania. Pero los nuevos acontecimientos parecen diferentes, y potencialmente más peligrosos. A diferencia de la acumulación bastante abierta de la primavera, el reciente despliegue militar ruso es encubierto, a menudo tiene lugar por la noche, está a cargo de unidades terrestres de élite y va acompañado de una retórica mucho más dura de los dirigentes rusos. Además, la actual presencia militar rusa se está ampliando no sólo en Crimea y cerca de la frontera de las repúblicas separatistas, sino también a lo largo de todo el perímetro de Ucrania. Estos acontecimientos han suscitado un acalorado debate en la comunidad política estadounidense sobre los objetivos que Moscú pretende alcanzar y las formas de disuadirlo.
No se trata de la expansión de la OTAN
¿Qué explica una nueva ronda de aumento de efectivos militares? Durante muchos años, la línea oficial del Kremlin hizo hincapié en el ingreso formal de Ucrania en la OTAN como “línea roja”, lo que hizo que muchos analistas culparan de la guerra de 2014 de Rusia con Ucrania a la supuesta expansión de la OTAN hacia el este.
Sin embargo, las recientes declaraciones oficiales sugieren que las “líneas rojas” del Kremlin para Ucrania han cambiado. Ahora, incluso la cooperación militar informal de Ucrania con Occidente parece estar fuera de la mesa para el Kremlin. Por ejemplo, en una reciente entrevista, Vladimir Putin sugirió que el uso de drones por parte del presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, viola los acuerdos de Minsk y otros acuerdos, y afirmó que sus ejercicios navales con la OTAN en el Mar Negro corren el riesgo de aumentar aún más las tensiones en la región. Parece que el Kremlin pone límites a cualquier cooperación en materia de defensa de Ucrania con las alianzas militares occidentales, ya sea la presencia de sus tropas en el país, la transferencia de armas o el uso del territorio. Todo lo anterior es ahora considerado inaceptable por el Kremlin.
Pero no es la primera vez que las líneas rojas del Kremlin con respecto a Ucrania han cambiado. Ya en 2014 para el Kremlin, no se trataba de una perspectiva formal de adhesión a la OTAN en sí. El gobierno provisional ucraniano de 2014, posterior al Euromaidán, no tomó ninguna medida activa para mejorar la integración en la OTAN, ni hizo ninguna declaración audaz sobre este tema. Los debates serios sobre la adhesión de Ucrania a la OTAN en 2014 comenzaron, si acaso, a raíz de la agresión de Rusia contra Ucrania (no antes). Y sin embargo, justo después de la revolución del Euromaidán, Rusia lanzó una guerra contra Ucrania y se anexionó Crimea. ¿Por qué? Por la posibilidad de una integración activa de Ucrania con la Unión Europea tras la rúbrica del acuerdo de adhesión de Ucrania a la UE. Una mayor integración con Europa suponía el riesgo de privar a Putin de la influencia que tenía sobre Kiev, lo que se consideraba inaceptable. Así que la “línea roja” de 2014 no tenía que ver con la OTAN, sino con la adhesión a la UE.
En general, los estudiosos tienden a exagerar la objeción del Kremlin a la expansión de la OTAN. Después de que la OTAN se expandiera a la región del Báltico en 2004, la frontera terrestre de Rusia con los países de la OTAN se ha convertido en más del doble de su frontera terrestre con Georgia, y sin embargo Putin no estaba demasiado preocupado en ese momento. De hecho, en 2002 declaró que la ampliación de la OTAN para incluir al Báltico no era “ninguna tragedia”, siempre que no se introdujera una nueva infraestructura militar. En la Declaración de la Cumbre de Roma de 2002, los miembros de la OTAN y Rusia reafirmaron su determinación de construir juntos una paz duradera e integradora en la zona euroatlántica sobre los principios de la democracia y la seguridad cooperativa. En 2004, Putin volvió a declarar que no tenía “ninguna preocupación por la expansión de la OTAN” porque “las amenazas actuales son tales que la expansión de la OTAN no las eliminará”.
Hasta 2008, Moscú había desarrollado una asociación activa con la OTAN, participando en ejercicios militares conjuntos en Afganistán y en operaciones de mantenimiento de la paz. En 2007, Moscú llegó a ratificar un acuerdo que permitía el paso de tropas y armas de la OTAN por el territorio ruso en caso de necesidad militar. Hasta 2009, los políticos rusos vinculados al Kremlin llegaron a plantear la posibilidad de una futura adhesión de Rusia a la OTAN. En múltiples reuniones con el presidente Barack Obama entre 2009 y 2012, Putin y el primer ministro Dmitry Medvedev nunca plantearon su preocupación por la expansión de la OTAN.
En otras palabras, para el Kremlin nunca se trató de la expansión de la OTAN en sí misma. Se trataba del control sobre Ucrania que impide cualquier colaboración e integración (formal o informal) de Ucrania con las alianzas occidentales. El deseo de Putin de reafirmar el dominio y el control de Rusia en el espacio postsoviético hace que no le guste ningún acuerdo que saque a Ucrania de la esfera de influencia de Rusia.
Por qué las líneas rojas del Kremlin siguen cambiando
El continuo cambio de las líneas rojas que Putin traza para Ucrania se debe a que Rusia aún no ha pagado un precio serio por su incursión en los países vecinos. La comunidad internacional evitó interferir abiertamente en los conflictos que Rusia lanza en el espacio postsoviético ni proporcionó ayuda militar extranjera que alterara fundamentalmente el equilibrio de poder existente en la región.
Las sanciones económicas impuestas a Rusia han ralentizado su crecimiento económico, pero no de forma que limiten seriamente sus capacidades económicas y militares. Las frecuentes predicciones sobre el inevitable declive de Rusia aún no se han hecho realidad. Esta dinámica de respuestas occidentales ha enseñado al Kremlin a exigir más, y de ahí que sus líneas rojas con respecto a Ucrania sigan cambiando.
La principal conclusión que se desprende de este análisis es que las opciones de apaciguamiento que ofrecen algunos analistas no existen realmente para Occidente. Apenas hay una opción que suponga una existencia independiente de Ucrania que satisfaga al Kremlin. Por mucho que Occidente esté dispuesto a conceder a Rusia, los apetitos del Kremlin seguirán creciendo con el tiempo a menos que se enfrente a una fuerte resistencia.