La muerte este fin de semana del líder omaní Sultán Qaboos bin Said al Said se produjo en el peor momento posible en cuanto a Oriente Medio se refiere. Qaboos, que tenía 79 años en el momento de su muerte, fue el gobernante que más tiempo estuvo en el mundo árabe, llegó al poder a través de un golpe de Estado que organizó contra su padre en 1970. Desde entonces, ha pasado medio siglo como una influencia moderadora en el Medio Oriente, con su plétora de guerras, conflictos, choques y tensiones.
La ubicación geográfica de Omán en la apertura del Estrecho de Ormuz, cerca de Yemen, Arabia Saudita e Irán a través del Golfo, le da una gran importancia estratégica, y muchas entidades lo están mirando con avidez. La composición de la población de Omán, que es un tercio de extranjeros e incluye muchos omaníes chiítas, se suma a la potencial volatilidad del sultanato.
A lo largo de cinco décadas, Qaboos fue capaz de capear las tormentas de la región gracias a una compleja pero equilibrada red de vínculos con entidades rivales de Oriente Medio y a mantener una tradición de islam moderado de acuerdo con la corriente Ibadith, que es dominante en Omán.
Bajo Qaboos, Omán fue uno de los primeros Estados árabes en establecer vínculos con Israel, ya en la década de 1970. Veinte años después, tras la firma de los Acuerdos de Oslo, se abrió una misión diplomática oficial israelí en la capital, Mascate, que se cerró cuando estalló la Segunda Intifada. En octubre de 2018, Qaboos, cuya salud ya estaba decayendo, recibió al primer ministro Benjamin Netanyahu para una visita al palacio de Estado como señal del comienzo de una nueva era en las relaciones entre los Estados del Golfo e Israel. Qaboos corrió un gran riesgo al ser anfitrión de esa visita porque tuvo lugar bajo la sombra de las crecientes tensiones entre Estados Unidos e Irán.
Qaboos es visto como un líder árabe suní que logró desarrollar buenas relaciones con el régimen del ayatolá en Teherán. Fue el anfitrión de las negociaciones secretas entre los iraníes y los representantes de la administración Obama que allanaron el camino para el acuerdo nuclear de 2015. Pero, como uno está acostumbrado a caminar por una línea fina, Qaboos se dio cuenta de que en la era del triunfo, lo mejor para él sería apostar por Israel mientras mantenía las líneas de comunicación con Irán.
La muerte de Qaboos llega en un momento crítico para Oriente Medio, en un momento en que sus habilidades diplomáticas y sus lazos personales y políticos podrían haber ayudado a prevenir la escalada, por no decir la guerra. Es más, Qaboos murió sin hijos, lo que podría conducir a una batalla por la sucesión, que podría evitarse con el nombramiento de su primo, Haitham bin Tariq al Said, quien ha servido en posiciones clave en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Omán y como enviado personal de Qaboos.
Omán, que era una de las naciones más estables de Oriente Medio, podría convertirse en otro punto de ignición si se dieran ciertas circunstancias, con muchos actores tratando de intervenir en los asuntos internos del país. Su vecino del este, Yemen, está desgarrado por una terrible guerra civil. Su vecino del norte, Arabia Saudita, está sufriendo una agitación histórica bajo el príncipe heredero Mohammad Bin Salman. En la última década, los elementos salafistas han ampliado su influencia sobre los suníes en el poder. Irán está agitando a las minorías chiítas en toda la Península Arábiga. Y sobre todo pende la amenaza de una guerra regional con Irán.
La muerte de Qaboos marca la muerte del viejo Medio Oriente. Un sucesor capaz podría ayudar a llevar adelante la Península Arábiga y acelerar la normalización con Israel. Pero si Omán no es lo suficientemente sabio para mantener el legado de Qaboos, podría detener los desarrollos positivos en la región y aumentar el conflicto. El nuevo sultán se ha comprometido a mantener las políticas de Qaboos. Sólo podemos esperar que tenga éxito.