La cumbre de dos días de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), celebrada en Londres los días 3 y 4 de diciembre para conmemorar su 70º aniversario, puede haber estado marcada por la controversia, pero la reunión constituyó un importante recordatorio de por qué se estableció la alianza internacional en primer lugar.
Fundada en abril de 1949 por Estados Unidos, Canadá, Bélgica, Dinamarca, Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, los Países Bajos, Noruega, Portugal y el Reino Unido, la OTAN fue un pacto creado para contrarrestar la mayor amenaza del mundo en aquel momento: la Unión Soviética y su carrera por el dominio mundial.
En aquel momento, estaba claro que todos los miembros de la OTAN dependían del liderazgo político y militar estadounidense y se sometían a él. Sin embargo, desde el colapso de la Unión Soviética, algunos de los estados miembros originales de la OTAN comenzaron a buscar sistemas que protegieran sus intereses individuales particulares.
Alemania, por ejemplo, se ha convertido en la potencia económica de Europa, disfrutando de una balanza comercial favorable con los Estados Unidos. Francia, que ya no ve a Rusia como una amenaza existencial para el Mundo Libre, parece ahora más motivada para proteger el flanco sur de la OTAN de los grupos terroristas islámicos radicales en África Occidental y de la migración masiva de las antiguas colonias francesas en África del Norte.
Mientras tanto, muchos otros países que se unieron a la alianza, como Polonia, Hungría y los Estados Bálticos, que habían sido satélites soviéticos, todavía consideran que la Rusia postcomunista es una amenaza potencial extremadamente inquietante. Esa es solo una cuestión que ha creado fricciones entre las naciones de la OTAN, en particular con la decisión de Turquía de comprar un sistema ruso de defensa aérea. Otra manzana de la discordia interna es la incapacidad de algunos miembros para alcanzar el nivel mínimo de gasto en defensa del 2% del PIB, un objetivo establecido por el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg.
Otros temas sobre los que los países de la OTAN aún no han llegado a un acuerdo unánime son los siguientes:
- Si China debe ser tratada por la OTAN como cooperador, competidor o adversario. ¿Ayudaría la OTAN a Estados Unidos si decidiera responder militarmente a la diplomacia china de los cañoneros?
- Si la OTAN debería asumir el papel de protectora frente a todos los Estados agresivos, como Irán. ¿Aceptarían todos los Estados de la OTAN, que ahora son 29, ayudar a Israel, el único Estado democrático de la región, en una guerra total contra la República Islámica?
- Si el Artículo 5 de la Carta de la OTAN, la piedra angular del tratado que solo se invocó una vez en su historia, tras los atentados del 11 de septiembre, sigue siendo aplicable. ¿Constituiría un ataque cibernético ruso contra Estonia, por ejemplo, un trampolín para una respuesta de la OTAN? ¿Estarían dispuestos todos los Estados miembros a defender al pequeño Montenegro si Moscú apoyara a un bando en una guerra civil allí, como lo está haciendo en Ucrania?
Todo lo anterior lleva a la pregunta más amplia de hasta qué punto los países enemigos perciben a la OTAN como una organización unificada que respondería militarmente a la agresión contra cualquier Estado miembro, un factor psicológico crucial para la disuasión.
En ausencia de cohesión y disuasión, la OTAN ya no sería viable ni vital. Pero su razón de ser no debe ser descartada todavía, debido a su “nueva política espacial general” de “compartir información, aumentar la interoperabilidad y garantizar que sus misiones y operaciones puedan contar con el apoyo que necesitan”, y a su “Iniciativa de preparación”, según la cual “para 2020, los Aliados pondrán a su disposición 30 buques de combate, 30 batallones de tierra y 30 escuadrones aéreos, que estarán listos en un plazo de 30 días”.