Irán se ha enfrentado en los últimos años a protestas masivas por la creciente escasez de agua en varias provincias del país con escasez de agua, como Isfahan, Fars y Khuzestan. Estas protestas, junto con otros aspectos significativos de las tensiones, como la catastrófica contracción del lago endorreico hipersalino de Urmia, se han reflejado en los medios de comunicación. Lo importante es que las protestas no se han producido aisladas de los sectores políticos y empresariales del país. Todos ellos son el resultado de una cadena de procesos que condujeron a una etapa posterior a la crisis del agua en Irán, conocida como bancarrota del agua. Varios factores han contribuido al estado actual de la bancarrota del agua, entre ellos:
1. Un sector agrícola ineficiente
2. El sobrepastoreo de pastizales y bosques
3. La multiplicidad de actores gubernamentales
4. Las elevadas tasas de crecimiento de la población en las décadas de 1980 y 1990
5. La ausencia de políticas eficaces y eficientes de tarificación del agua
6. Sobreexplotación agresiva de los recursos hídricos subterráneos
7. La falta de educación de los interesados públicos
8. Ausencia de un paradigma de gestión proactiva
9. 10. El cambio climático, las variabilidades climáticas naturales, etc. como catalizadores
No obstante, todos los factores mencionados son consecuencias del sistema de gestión existente y no sus causas profundas. Hemos observado cambios medioambientales considerables y procesos irreversibles en los recursos hídricos de Irán, que han hecho que sea muy probable que algunos de ellos no puedan volver a sus condiciones anteriores. Entre ellos se incluyen, entre otros, la sobreexplotación de las aguas subterráneas, la desecación de lagos y ríos, la deforestación extensiva, un nivel intensivo de contaminación atmosférica en las áreas metropolitanas, las tormentas de polvo provocadas por la sequía y los problemas de inundaciones. Dado que se han producido cambios significativos en el estado del medio ambiente y el agua de Irán, es necesario abordar una cuestión fundamental: ¿existe una necesidad esencial de cambiar el enfoque de gestión actual de Irán para mejorar la adaptación y la resiliencia del sector hídrico del país?
Irán se enfrenta a una situación de bancarrota hídrica, en la que las demandas impuestas al sistema superan el inventario de recursos hídricos disponibles en el país; de ahí que no puedan satisfacerse las expectativas de las comunidades y las partes interesadas. Para superar este problema, Irán deberá centrarse en reducir el consumo de agua adaptándose a las nuevas condiciones de los recursos hídricos (que se intensificaron debido a la bancarrota del agua) y mejorar la capacidad de recuperación antes de que se produzcan cambios significativos en el régimen de los sistemas hídricos. Por el contrario, el actual sistema de gestión, basado en el aumento de los recursos hídricos superficiales y subterráneos, no resolverá los problemas del país. Además, es poco probable que se pueda desarrollar un sistema adaptable y resistente mediante el actual sistema de gestión en Irán. De hecho, no podemos emplear el sistema de gestión actual para combatir los problemas existentes porque ese mismo sistema «causó» esos problemas en primer lugar.
El principal motor de la bancarrota hídrica de Irán es la ausencia de los componentes estructurales necesarios para la gestión sostenible de sus recursos hídricos. Debido a las deficiencias del actual sistema de gobernanza del agua en Irán y teniendo en cuenta otros casos similares en todo el mundo, los siguientes cinco métodos de mejora de la gobernanza podrían ayudar a mitigar los efectos de la bancarrota del agua y mejorar la adaptación a la situación actual de los recursos hídricos:
1. Asignación democrática del agua mediante el establecimiento de un sistema democrático
2. Un sistema político no ideológico
3. Una gobernanza política descentralizada
4. Ausencia de conflictos de intereses significativos entre los organismos del sector del agua
5. Una economía diversificada y redundante
Un sistema democrático refuerza la participación del público y de las partes interesadas en la toma de decisiones sobre los recursos hídricos y puede mejorar la transparencia gracias a un poder judicial independiente. La adopción de políticas gubernamentales ideológicas a nivel exterior e interior -por ejemplo, haciendo hincapié en el crecimiento de la población, la autosuficiencia alimentaria y los conflictos con los vecinos por los recursos hídricos transfronterizos- ha hecho que las prioridades políticas de Irán pasen de un desarrollo sostenible y adaptable a objetivos idealistas e ideológicos. Por tanto, la adopción de un proceso de elaboración de políticas no ideológico puede considerarse uno de los requisitos iniciales y esenciales.
La tercera mejora de la gobernanza propuesta podría consistir en promover una estructura administrativa descentralizada y policéntrica para gestionar a los usuarios del agua que compiten entre sí en función de los intereses de las partes interesadas locales. A través de un sistema de este tipo, las decisiones sobre los recursos hídricos podrían ser tomadas exclusivamente por las partes interesadas gubernamentales y públicas locales, las comunidades locales, los profesionales y los afectados por los recursos, bajo la amplia supervisión y las normativas y cumplimientos impuestos por una organización de ámbito nacional, como el Departamento de Medio Ambiente (DOE).
Las competencias, los conflictos de intereses y responsabilidades, y la toma de decisiones paralela entre el DOE, el Ministerio de Energía, el Ministerio de Agricultura y algunas fuerzas militares (como el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, o IRGC) han creado grandes obstáculos para la gestión de los recursos hídricos en Irán. El DOE, que debería encargarse de establecer y reforzar los requisitos normativos y de cumplimiento, adolece de falta de poder político. Cualquier mejora importante de la gobernanza del sector del agua en Irán debe incluir la potenciación del DOE.
Por último, pero no menos importante, es la necesidad de establecer una economía diversificada, redundante y no controlada por el Estado. La economía iraní, dependiente de los recursos y controlada en su inmensa mayoría por el gobierno, depende excesivamente del sector del agua para la creación de empleo y el crecimiento. Dada la situación actual de bancarrota hídrica en Irán, existe una cierta necesidad de redundancia y diversidad económica para reducir el importante consumo de agua de las actividades agrícolas y recargar más eficazmente las aguas subterráneas y recuperar las aguas superficiales.
Aunque las autoridades iraníes son las principales responsables de la bancarrota hídrica del país, no debe pasarse por alto el papel del cambio climático en la intensificación de la situación. Es probable que en las próximas décadas Irán experimente periodos de sequía más prolongados, una mayor frecuencia de inundaciones y periodos más largos de temperaturas máximas diarias del aire. Sin embargo, el cambio climático debe considerarse un catalizador de la actual bancarrota hídrica en Irán y no una de las causas principales.
Cabe señalar que la bancarrota hídrica no se limita a Irán; Estados Unidos también se enfrenta a una bancarrota hídrica en cierta medida en algunas regiones del país, con una demanda superior a la oferta. Sin embargo, los enfoques fundamentales de gobernanza antes mencionados están a disposición del público para mitigar los impactos de la bancarrota del agua y la adaptación al paradigma de la bancarrota en Estados Unidos.
Las causas fundamentales de la bancarrota hídrica de Irán no son la mala gestión a nivel local, la toma de decisiones inadecuadas por parte de las autoridades, las sanciones internacionales impuestas al régimen, el cambio climático o las variabilidades climáticas naturales (aunque todas ellas contribuyen a intensificar los problemas existentes). Por el contrario, la magnitud de la actual bancarrota hídrica de Irán es la consecuencia natural de la estructura política existente.
Dicho esto, algunas personas pueden imaginar que mediante una transición política y sistemática se resolverían todos los problemas hídricos de Irán. Esto es absolutamente falso. Los enfoques de mejora de la gobernanza antes mencionados, que son únicamente las condiciones necesarias para combatir la bancarrota hídrica de Irán, no son necesariamente suficientes. Una vez establecidos los componentes gubernamentales necesarios, hay que centrarse en los aspectos técnicos de los problemas. En otras palabras, sabemos que sin un cambio significativo en el paradigma de gestión actual, es probable que muchos de los problemas hídricos de Irán se agraven; sin embargo, no hay garantías de que todas las cuestiones relacionadas con el agua de Irán se resuelvan mediante una transición sistemática. Los problemas hídricos de Irán son complicados y complejos, y en las próximas décadas habrá que abordar importantes cuestiones heredadas. Por lo tanto, aunque una transición de este tipo aumentaría la posibilidad y la probabilidad de reducir los problemas, la idea de que Irán podría crear un sector del agua que funcione eficazmente mientras otros sectores son ineficaces es delirante. Sería erróneo pensar que un sistema con semejante historial de represiones y violaciones de los derechos humanos daría prioridad a la preservación de sus recursos hídricos en la elaboración de sus políticas.