Muchas solicitudes de clemencia se presentan ante el presidente. Cada petición es un mundo en sí mismo, pero algunas son inusuales. No hace mucho tiempo firmé una solicitud de clemencia y borré los antecedentes penales de un joven que había sido condenado por delitos de drogas, delitos contra la propiedad y amenazas. Su primer expediente policial se abrió a los 13 años, y a los 15 estuvo en la cárcel. Pero fue allí, en la cárcel, donde se produjo el cambio. Fue liberado, completó un programa preparatorio pre-militar, se alistó en el ejército, y terminó el entrenamiento básico en el Cuerpo de Educación como el soldado sobresaliente en su compañía. Después de un entrenamiento básico regular, en el que también sobresalió, se unió a una de las principales unidades de patrulla de infantería y pasó a desempeñar funciones de mando.
Este caso ilustra la complejidad de hacer lo correcto y defender la ley. Cuando la ley se complementa con historias personales, nombres y rostros de víctimas y perpetradores, descubrimos que la realidad está compuesta de muchas capas delgadas que no siempre pueden distinguirse a primera vista.
La clemencia está diseñada para reexaminar nuestras decisiones justificadas y permitir que las cosas sean vistas desde un ángulo diferente y darle una oportunidad a una persona que quiere cambiar sus caminos. En efecto, las peticiones de perdón y las peticiones de clemencia son dos caras de la misma moneda y la esencia misma de la humanidad. Nosotros, como sociedad, nos medimos por nuestra capacidad de dudar si tenemos razón o no y por nuestra capacidad de perdonar y mostrar misericordia a los que la necesitan y la merecen.
La autoridad para otorgar clemencia que la ley otorga al presidente pone estas ideas en forma concreta. Cuando Israel celebró su 70º aniversario, la ex Ministra de Justicia Ayelet Shaked y yo iniciamos un marco especial para la clemencia, en virtud del cual se presentaron 590 solicitudes para acortar las penas, reducir las multas y borrar los antecedentes penales de soldados y miembros del servicio nacional. Quería enviar el mensaje de que era importante para el pueblo de Israel que una sociedad justa se responsabilice no solo de sus éxitos, sino también de los marginados, las personas que merecen el castigo y que ahora pueden necesitar sobre todo misericordia.
La experiencia nos enseña que muchos menores y jóvenes a los que se les han borrado sus antecedentes penales dejan atrás su comportamiento delictivo y se convierten en ciudadanos productivos. Cuando oigo hablar de casos como este, se me hincha el corazón. Ellos son los que nos recuerdan el enorme poder de la clemencia y su importancia para las vidas de los ciudadanos de Israel que puedan necesitarla.
Al dar la bienvenida a un nuevo año, rezaremos: “¡Padre nuestro, Rey nuestro! Favorécenos y respóndenos, porque no tenemos logros. Trata caritativa y amablemente con nosotros”.