El 8 de julio, el ex primer ministro japonés Shinzo Abe recibió dos disparos de un asaltante con un arma casera. Tras sufrir heridas críticas, Abe se desplomó y fue trasladado a un hospital donde más tarde fue declarado muerto. El asesinato de Abe provocó inmediatamente una gran conmoción en la política nacional japonesa y en la diplomacia mundial. El que fuera primer ministro durante muchos años era, con toda seguridad, la figura más importante de la política japonesa posterior a la Guerra Fría, y posiblemente de la política exterior japonesa desde 1945. ¿Cómo debemos recordarlo y cómo lo juzgará la historia?
Reconstrucción militar
Abe lideró el movimiento para reinterpretar el artículo 9 de la Constitución japonesa para permitir una política militar más variada y vigorosa.
Interpretado durante mucho tiempo como una prohibición de la actividad militar ofensiva (y, de hecho, de cualquier tipo de institucionalización militar), el artículo 9 ponía lo que muchos consideraban límites razonables a la capacidad de Japón para hacer la guerra. Dado el enorme tamaño y la sofisticación de la economía japonesa, esto tiene el potencial de aprovechar el poder militar latente casi ilimitado de Japón.
Dado el crecimiento del poder militar chino, muchos, tanto en Japón como en Estados Unidos, vieron esta reinterpretación como un bien positivo, mientras que muchos en Asia Oriental se preocuparon por el revanchismo japonés.
En cuanto al material, Abe contribuyó a la adquisición de nuevas e importantes capacidades, como el V-22 Osprey, el F-35B y los portaaviones ligeros de la clase Izumo. Japón también intensificó el desarrollo de su propio caza furtivo, en cooperación con el Reino Unido.
La defensa de Abe ayudó a producir un cambio cultural en la mentalidad militar de Japón, con más japoneses que nunca expresando su voluntad de contemplar despliegues en el extranjero y ataques contra objetivos en el exterior.
China
En gran parte debido a su postura asertiva en la política de seguridad japonesa, Abe Shinzo se ganó pocos amigos en China.
Al igual que con Corea del Sur, a China no le hizo gracia el desinterés de Abe por aceptar la responsabilidad de las atrocidades japonesas durante la Segunda Guerra Mundial. Su decisión de visitar el santuario de Yasukuni contribuyó a desencadenar violentas manifestaciones en China, a pesar de que la relación económica chino-japonesa seguía siendo saludable. Incluso en este último punto, el historial de Abe fue visto con recelo por los chinos, ya que abrió la puerta a la desvinculación de proyectos tecnológicos y cadenas de suministro conjuntas.
La muerte de Abe se celebró en las redes sociales en China, aunque el gobierno y los principales medios de comunicación se mantuvieron más reservados.
Corea del Sur
El mayor fracaso de Abe Shinzo puede haber sido el daño que infligió a la relación de Tokio con Seúl.
En un momento en el que las tendencias de la política de seguridad de Asia Oriental (el creciente poderío chino, el aventurerismo nuclear norcoreano) deberían haber empujado a Corea del Sur y Japón a unirse, Abe estropeó gravemente la cuestión de la responsabilidad japonesa por las depredaciones contra Corea y los ciudadanos coreanos antes y durante la Segunda Guerra Mundial.
En particular, Abe enfureció innecesariamente a los surcoreanos al suavizar la cuestión de las “mujeres de solaz”, que implicaban el uso de coreanas como esclavas sexuales para los soldados japoneses durante la Guerra del Pacífico. El ejército japonés también reclutó con frecuencia a hombres coreanos para tareas casi suicidas en islas del Pacífico.
El tratamiento que dio Abe a las preocupaciones de Corea del Sur fue atroz en sí mismo, pero también representó un error político, ya que no le ayudó mucho en su país y dio voz a los críticos de China, Estados Unidos y otros países que se preocupan por la voluntad de Japón de afrontar su legado bélico.
Todavía no está claro hasta qué punto el sucesor de Abe puede curar ese daño, aunque el primer ministro Kishita Fumio parece haber hecho de la mejora de las relaciones con Seúl una prioridad.
Abe y la historia
Shinzo Abe dejó un legado global complicado. Para sus detractores en Japón, Corea y China, amenazó con revocar setenta años de exitoso pacifismo japonés, reavivando potencialmente los fuegos que encendieron Asia Oriental en las décadas de 1930 y 1940. Para sus admiradores en Japón, Estados Unidos y otros países, ayudó a que Japón se incorporara plenamente a la diplomacia mundial, dando a Tokio un papel activo en la configuración de la sociedad global y revitalizando la política de seguridad japonesa en un mundo cada vez más peligroso.
Es difícil imaginar a Tokio adoptando una postura tan activa y crítica respecto a Rusia como lo ha hecho sin Abe. Y no cabe duda de que Abe se merecía algo mejor que la bala de un asesino, y queda por ver cómo los medios de su fallecimiento afectarán a la forma en que las generaciones futuras evalúen sus logros.