El régimen del presidente Bashar al-Assad en Siria ya ha soportado casi nueve años de conflicto civil. La pregunta para los que están comprometidos con el futuro de Siria ya no es si el régimen sobrevivirá, sino cómo buscará consolidar su poder antes de terminar la guerra que aún asola el país. Assad puede haber entrado en batalla pensando que su régimen podría conservar la autoridad de la que gozaba antes de 2011, pero hoy sus objetivos son probablemente más modestos.
Su circunscripción, sin embargo, no hace que las prioridades actuales de Assad sean menos peligrosas. Puede que incluso lo sean más. Para demostrar al mundo que sigue teniendo el control y que las relaciones con su régimen deben normalizarse, Assad buscará sin duda alguna recuperar todo el antiguo territorio del país. A fin de mantener su régimen internamente, no tardará en satisfacer las necesidades del pueblo sirio, sino que aspirará a la mera supervivencia, lo que puede lograr manteniendo la red de patrocinio que se ha convertido en el salvavidas del régimen sirio durante todo el conflicto.
Pero si Assad logra estos objetivos minimalistas -supervivencia y restauración del territorio de Siria- su victoria será pírrica. Se sentará en la cima de un Estado hueco con instituciones débiles, acosado por los especuladores de la guerra y sometido a poderes externos.
CLIENTE, NO SOCIO
Assad ya ha comenzado a cumplir su objetivo de recuperar el control territorial de Siria. La principal región en cuestión es el norte. Los rebeldes islamistas controlan el noroeste, donde han resistido los avances de Assad. En el noreste, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), dominadas por los kurdos, han expulsado al Estado Islámico, conocido como ISIS, de la zona para 2018 y han establecido una especie de autogobierno al que las tropas estadounidenses han suministrado el balasto. En octubre de 2019, el presidente estadounidense Donald Trump retiró la mayor parte de las tropas y Turquía entró en la región. El SDF llegó a un acuerdo con Assad para permitir que el ejército sirio entrara en el noreste y contrarrestara la ofensiva turca. Hoy, las fuerzas kurdas administran la zona en presencia del ejército sirio.
Ahora el régimen sirio está trabajando con Rusia para tomar el norte completamente de vuelta para Damasco. Rusia está negociando un acuerdo con Turquía en el que ésta retira sus tropas de Siria a cambio de garantías de que el SDF, que Turquía considera una organización terrorista, se mantenga alejado de la frontera. Como parte de este esfuerzo, el régimen está discutiendo la cooperación militar y política con las fuerzas kurdas, aunque es probable que Assad niegue a los kurdos el grado de autonomía que esperaban que recompensara su papel en la lucha contra la ISIS.
Si el régimen puede asegurar la región en disputa, afirmará que ha restaurado su autoridad sobre Siria y pedirá la normalización de sus relaciones con el mundo. La normalización otorgaría al régimen de Assad legitimidad internacional y allanaría el camino para el levantamiento de las sanciones, lo que permitiría que el dinero para la reconstrucción fluyera a Siria. Pero, aunque Assad declarara la victoria, lo haría como un actor secundario en la historia de su propio triunfo. Gracias a los esfuerzos de Siria, Rusia se habrá convertido en el actor externo más influyente de la guerra, e Irán habrá garantizado su influencia duradera en el Levante. El régimen de Assad se encontrará menos como socio que como cliente, y su supervivencia dependerá del apoyo de estos dos patrocinadores externos.
Siria ya ha estado otorgando a Irán y a Rusia privilegios económicos y de seguridad, tales como contratos gubernamentales en el sector petrolero y el control de las bases navales, a cambio de su ayuda en el conflicto. Rusia, en particular, ha ampliado enormemente sus intereses en Siria presionando al régimen para que conceda contratos económicos a empresas rusas y colocando a los leales rusos en altos cargos del ejército sirio. Aparentemente, Estados Unidos no considera que el control ruso sobre Siria sea una amenaza directa a los intereses estadounidenses, por lo que no hay controles externos sobre la capacidad de Rusia para imponerse al régimen de Assad. Al haberse reincorporado por medio de una pesada mano rusa, Assad gobernará Siria no como una nación soberana sino como una cuya viabilidad depende de Rusia.
Puede que tal final no haya sido la intención original de Assad, pero tendrá que vivir con ello, porque su control sobre el país se ha reducido a la nada. Las zonas que el régimen ha retomado recientemente en el noreste, como Qamishli, permanecen bajo el control de facto de la milicia kurda, que maneja los puestos de control, pero, bajo la presión de las patrullas rusas, levanta la bandera siria para dar la impresión de que el ejército sirio está al mando. Algunos soldados sirios recién reclutados y poco entrenados en la zona incluso trabajan en la agricultura para llegar a fin de mes.
Artículo de Lina Khatib en Foreign Affairs | Traducido por: Noticias de Israel en español