Como he escrito en otro lugar, siempre he sido escéptico respecto a la idea de un emergente orden mundial multipolar. Esto no significa que nunca sucederá, pero hay una diferencia entre lo inevitable y lo inminente.
En el momento de redactar este texto, Estados Unidos está reafirmando su papel como la superpotencia principal a una velocidad sorprendente. En lugar de contrarrestar el poder estadounidense, el resto del mundo parece estar cediendo a las exigencias de Washington. Todo comenzó hace unos días, cuando el presidente de Colombia, Gustavo Petro, se negó a aceptar deportados desde los Estados Unidos. Durante un juego de golf, Trump anunció en redes sociales un aumento masivo de aranceles a las importaciones colombianas, así como restricciones de visa a funcionarios gubernamentales, lo que forzó a Bogotá a ceder en cuestión de horas.
Los siguientes países en la lista de Trump fueron Canadá y México. Desde hace tiempo, se ha señalado que las autoridades canadienses son demasiado permisivas al emitir visas, lo que permite que estas se utilicen para ingresar a Estados Unidos, una situación contraria a la postura firme de la nueva administración sobre la inmigración. Además, Canadá se ha convertido en un país crucial para el tránsito del fentanilo.
“Si somos su socio comercial más importante, muéstrennos respeto”, afirmó Howard Lutnick, nominado a secretario de Comercio, en su audiencia de confirmación la semana pasada. La percepción de que el actual gobierno canadiense no está dispuesto a tomar medidas llevó a la imposición de una serie de aranceles, a los que el gobierno de Ottawa prometió responder de manera recíproca.
Pero ¿pueden hacerlo? Las exportaciones a Estados Unidos representan el 22% del PIB de Canadá, mientras que las exportaciones de Estados Unidos a Canadá apenas representan el 1.5% del PIB estadounidense. La situación es aún más crítica para México: 35% contra 1.2%. Y no termina ahí. Debido a la cancelación de proyectos de oleoductos por presiones de activistas ambientales, para transportar petróleo desde el oeste hasta el este de Canadá, este debe pasar por territorio estadounidense, además de que existe una dependencia de la capacidad de refinación de Estados Unidos.
Ciertamente, Canadá podría cortar el suministro eléctrico en el noreste de Estados Unidos, donde estados como Nueva York son vulnerables, pero el poder de Washington aún eclipsa al de Ottawa. Lo mismo ocurre con México y gran parte del resto del mundo. Como ha señalado el analista geopolítico Michael Kao: “Independientemente de si se está de acuerdo con las estrategias arancelarias de Trump, es evidente que los riesgos son asimétricamente desfavorables para el resto del mundo”.
Comparado con la Unión Europea y otras naciones, Estados Unidos es significativamente menos dependiente de las exportaciones. Este hecho funciona como un escudo frente a los aranceles de represalia, ya que las pérdidas potenciales suelen ser mayores para la otra parte. Los mercados internacionales, según The Financial Times, también son conscientes de hacia dónde podría ir esta situación: “El dólar estadounidense se disparó hasta un 1.4% frente a una cesta de monedas, antes de recortar sus ganancias al 1.3%. El dólar canadiense cayó a su nivel más bajo desde 2003, la moneda de México se desplomó casi un 3% y el euro retrocedió un 1.3%”.
Si analizamos más a fondo estos acontecimientos, un aumento en el valor del dólar implica que los bienes canadienses y mexicanos se vuelven relativamente más baratos, añadiendo otra capa de protección contra los aranceles de represalia. Si, hipotéticamente, los productos mexicanos en Estados Unidos se encarecen un 3% debido a los aranceles, pero el peso mexicano también pierde un valor comparable, la fortaleza del dólar podría contrarrestar por completo los efectos de los aranceles. A largo plazo, nadie gana en una guerra de aranceles, pero ese es el objetivo de la administración Trump: cumplir con lo que se exige o los aranceles permanecerán.
Dadas las condiciones actuales, considero que estos conflictos se resolverán en favor de los intereses de Estados Unidos en los próximos dos o tres meses. Incluso el propio Trump admite que estas políticas podrían causar dificultades en su país, “pero […] valdrá la pena el precio a pagar”, escribió el presidente en Truth Social. Parte de ese precio podría ser que Estados Unidos vuelva a ser tomado en serio, una perspectiva que se refuerza con la decisión de Panamá de abandonar la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China tras una visita del secretario de Estado, Marco Rubio.
Colombia, México, Canadá y Panamá. Estados Unidos está cuidando su “patio trasero” y enviando una señal al resto del mundo: los días de tomar a Trump “en serio, pero no literalmente” han terminado. El presidente pretende ser tomado tanto literal como seriamente, respaldado por un gabinete completamente alineado con su agenda. En un mundo verdaderamente multipolar, aquellos que llamaran la atención de Washington podrían alinearse con otros polos. Sin embargo, ha quedado claro que no los hay. Ninguna moneda iguala el poder del dólar, ni ningún mercado la importancia del estadounidense.
Estados Unidos está mostrando ahora su disposición a usar todo el peso de su poder económico y financiero en el juego geopolítico, y parece que las restricciones autoimpuestas por administraciones anteriores han sido eliminadas. Es poco probable que Estados Unidos abrace abiertamente este nuevo momento unipolar –al contrario–, pero la fuerza actual de su poder simplemente no tiene rival. Esto no durará para siempre, y no debemos ignorar los numerosos desafíos internos que enfrenta la nueva administración.
Ninguna gran potencia es invencible, pero, como tantas veces, el mayor obstáculo para el poder de Estados Unidos es su propia política interna. Si Trump logra liberar las ventajas estructurales del país, desde la energía hasta los mercados financieros, será difícil ver qué países tienen los recursos necesarios para contrarrestar el poder de Washington. Estoy seguro de que sucederá algún día, como ha ocurrido con todas las superpotencias en la historia, pero ese día está más lejano de lo que muchos analistas creen. Por el momento, este mundo seguirá dominado por Estados Unidos, y la mayoría de los países lo aceptarán.