Rodeado por un enjambre de aproximadamente quince almas enfurecidas, fui sometido a un aluvión de gritos y demandas, cuestionando audazmente mi posición como cristiano que apoya a Israel en el actual conflicto bélico.
Estas voces acusadoras gritaban que Israel estaba perpetrando un genocidio contra los palestinos de Gaza, con un balance de 30.000 palestinos muertos, muy superior a los 1.200 israelíes que perecieron a manos de los terroristas de Hamás el 7 de octubre de 2023.
En mi intento de inyectar sensatez en el caos, traté de desmontar la falsa equivalencia de solo contar víctimas, subrayando la importancia de discernir la moralidad de las acciones, teniendo en cuenta quién fue el agresor inicial. Esta situación me dejó aislado y tocado por el miedo.
Mi presencia allí era fruto de mi asociación con Passages, una entidad dedicada a fomentar entre los estudiantes cristianos la comprensión y la defensa de Israel y del pueblo judío. Había colaborado con un antiguo alumno de Passages en la Universidad de Duke para organizar una manifestación simbólica colocando 1.200 banderas israelíes en el césped de la universidad, cada una de las cuales representaba a un israelí caído aquel fatídico 7 de octubre. Este acto se celebró en alianza con Duke Students Supporting Israel y End Jew-Hatred.
El enfrentamiento con los manifestantes contrarios resultó ser un terreno estéril para el diálogo sobre el derecho indiscutible del pueblo judío a su tierra ancestral, sobre las repetidas ofertas de paz despreciadas por los dirigentes palestinos durante décadas, o sobre cómo Israel, al retirarse de Gaza, ofreció toda la región a los palestinos solo para recibir a cambio cohetes y masacres.
Los argumentos de “¡genocidio!”, y “¡ocupación!”, se esgrimieron con facilidad, demostrando que los hechos históricos y la lógica palidecen ante la ceguera de la ira desinformada.
Sin embargo, el curso de los acontecimientos dio un giro cuando algunos estudiantes judíos se dieron cuenta de los insultos que me dirigían. Con determinación, se enfrentaron a la turba enfurecida.
De repente, un manto de seguridad me envolvió, sentí protección y apoyo, y en ese momento comprendí profundamente lo que significa para el pueblo judío contar con el apoyo cristiano contra el antisemitismo: la poderosa revelación de que no estamos solos en esta lucha.
Cristianismo y antisemitismo: Un pasado controvertido
Por desgracia, a lo largo de la historia, el cristianismo ha estado plagado de un escandaloso historial de antisemitismo, actuando en demasiadas ocasiones como pilar del odio a los judíos y de la violencia contra ellos.
En los oscuros tiempos del Holocausto, el nefasto legado del reformador del siglo XV-XVI Martín Lutero fue manipulado por Hitler y el partido nazi para avivar el fuego de los prejuicios antisemitas. Julius Streicher, al frente del periódico Der Stürmer, no escatimó en gastos a la hora de difundir sermones llenos de veneno contra los judíos, alentando una violencia desmedida contra ellos.
La complicidad se extendió a las iglesias, que discriminaron sin vacilar a pastores y eclesiásticos de origen judío, alineándose con la aberrante política de exclusión aria impuesta por los nazis. La ausencia de condena del genocidio nazi por parte del Papa Pío XII resonó en un silencio cómplice; mientras tanto, ciudadanos católicos franceses se convertían en delatores de judíos, que posteriormente eran encarcelados y enviados a la muerte en campos de exterminio.
La indiferencia alcanzó a los judíos que, buscando escapar de la muerte en Europa, se encontraron rechazados y devueltos a su fatal destino, como ilustra el episodio del crucero St. Louis en 1939. Estados Unidos, una nación construida sobre principios cristianos, cerró sus puertas, perdiendo una oportunidad inestimable de salvar vidas judías.
Sin embargo, de entre las sombras surgieron figuras cristianas de valor excepcional que, frente al odio antisemita, tendieron una mano salvadora a los judíos perseguidos por la maquinaria de muerte nazi. Israel los reconoce como Justos entre las Naciones, un honor que conmemora su humanidad y valentía.
Corrie ten Boom, cristiana calvinista, junto con su familia, encarnó este valor al refugiar a judíos de la persecución nazi. A pesar de ser capturada y enviada a campos de concentración junto con su hermana y su padre, Corrie sobrevivió para contar su historia en “El escondite”.
Asimismo, André Trocmé, pastor protestante francés, y su esposa Magda, destacaron por su labor de acogida de refugiados judíos en Le Chambon-sur-Lignon, con el apoyo activo de la comunidad cristiana local.
Dietrich Bonhoeffer, pastor y teólogo luterano alemán, se opuso fervientemente a los nazis, llegando incluso a participar en una conspiración para derrocar a Hitler, que le costó la vida en 1945. Su legado perdura como testimonio de la resistencia cristiana a la tiranía del odio.
Entre el pasado y el presente: El papel del cristiano ante el antisemitismo
Si eres cristiano y te llegan estas palabras, te imploro que reflexiones profundamente sobre la posición que deseas adoptar en el amplio espectro de la historia. ¿Elegirás seguir el camino de quienes, en el pasado, sembraron la violencia y el odio contra el pueblo judío? ¿O elegirá formar parte de los valientes que se oponen firmemente al antisemitismo?
No pretendo exigir su apoyo incondicional a cada decisión del gobierno israelí. Más bien, le invito a reconocer y respetar al gobierno de Israel como representante legítimo y democrático de su pueblo, que carga con la pesada responsabilidad de proteger a sus ciudadanos de la amenaza letal que supone Hamás.
Y si usted es judío y está leyendo estas líneas, permítame ofrecerle mis más sinceras disculpas en nombre de aquellas generaciones de cristianos que fracasaron, y siguen fracasando, en su deber de erradicar el odio a los judíos. Quienes perpetraron actos de prejuicio y violencia contra su comunidad lo hicieron en contradicción con los fundamentos mismos de la fe cristiana.
La solidaridad y el valor mostrados por los estudiantes judíos al enfrentarse a una turba desenfrenada me llenaron de una mezcla de alivio y profunda emoción. Haciéndome eco de ese sentimiento, deseo que los judíos que lean estas palabras sientan un renovado consuelo, sabiendo que no están solos. Hay una comunidad de cristianos que rezan incansablemente por su seguridad, comprometidos en cuerpo y alma, con el apoyo a Israel y la protección de la comunidad judía en su conjunto.