Durante más de siete décadas, Estados Unidos y las naciones occidentales han canalizado miles de millones de dólares anuales en ayuda destinada a los palestinos. Sin embargo, la respuesta de los palestinos se traduce en actos de hostilidad explícita: salen a las calles entonando cánticos que claman “Muerte a Estados Unidos”, juran la aniquilación de Occidente y consumen en llamas las banderas estadounidenses.
Lejos de mostrar gratitud, hay evidencias de que estos fondos, provenientes del bolsillo del contribuyente estadounidense, se desvían para la construcción de túneles destinados al terrorismo contra Israel y para el establecimiento de células terroristas que amenazan a Occidente en su conjunto.
Las manifestaciones de desprecio no se limitan a la quema de símbolos nacionales; se extienden a ataques contra embarcaciones y bases militares estadounidenses en Medio Oriente, al secuestro de ciudadanos estadounidenses y a actos de violencia extrema que incluyen violaciones y asesinatos.
¿Acaso la población estadounidense ha perdido la capacidad de indignación? ¿Es necesario un golpe de realidad más contundente para abrir los ojos ante lo que ocurre a plena vista? Los fondos de los contribuyentes de Estados Unidos están siendo empleados en su contra, financiando a aquellos que construyen plataformas de agresión y comprometen seriamente la seguridad de los ciudadanos. “Despierta, América”, es un llamado a reconocer y enfrentar esta paradójica situación con la seriedad que amerita.
Judíos versus población musulmana
La percepción global sobre la demografía judía es un tema envuelto en malentendidos y exageraciones. Existe un mito extendido que sugiere que los judíos están presentes en cada rincón del planeta, y ostentan una influencia descomunal en los asuntos mundiales. Sin embargo, esta creencia dista mucho de la realidad.
En contraste con esta noción, el panorama demográfico global revela una verdad muy diferente. Los musulmanes, con una población que asciende a 1.800 millones, representan más del 25% de la población global, un testimonio de su significativa presencia a nivel mundial.
Por otro lado, la comunidad judía global apenas constituye el 0,2% de la población mundial, un dato que pone en perspectiva la desproporción entre la percepción común y la realidad numérica.
A pesar de esta vasta diferencia en números, es Israel y la población judía quienes frecuentemente se encuentran bajo el microscopio de la atención y las exigencias internacionales. Este fenómeno invita a una reflexión profunda sobre las motivaciones que se esconden detrás de este enfoque desmedido.
Levanta interrogantes sobre los prejuicios y sesgos que podrían estar influenciando estas dinámicas, sugiriendo una necesidad urgente de revisar y cuestionar las bases sobre las que se sustentan estas actitudes y percepciones.
Comprobación de hechos
¿Sabía que el Estado de Israel solo ocupa una superficie muy pequeña, gran parte de la cual es un desierto seco? ¿Sabía que, en el siglo XIX, hasta que empezaron a regresar los judíos, estaba, en su mayor parte, vacío y desolado? Tiene aproximadamente el tamaño de Nueva Jersey, y dentro de esta tierra, el pueblo judío ha hecho sacrificios sustanciales en la búsqueda de la paz y la seguridad, pero la paz no es lo que Hamás o los palestinos árabes tienen como verdaderas intenciones.
Por ejemplo, a principios de la década de 2000, Israel fue engañado por Occidente cuando se le presionó para que cediera una importante porción de tierra en la Franja de Gaza con la esperanza de lograr la paz. Sin embargo, en lugar de fomentar la paz prometida por Occidente, esto llevó a que la ONU traicionara a Israel y ayudara a Hamás a construir un ejército y túneles conectados a la infraestructura de la UNRWA, además de utilizar el dinero de los contribuyentes estadounidenses para educar a los niños árabes palestinos para que crecieran como mártires y vieran a Israel y Occidente como su enemigo. El resultado fue la mayor masacre contra la nación judía desde el Holocausto.
La prueba está en el pudín
Si el mundo musulmán se preocupara de verdad por los árabes palestinos como afirman, ¿no podrían permitirse financiarles, alimentarles, darles cobijo, darles tierras y construirles imperios económicos? ¿Llevar a los gazatíes a una nueva vida fuera de Gaza?
¿Por qué tienen que ser Estados Unidos y Occidente los que les den millones de dólares al año, mientras el 25% del mundo, que son 1.800 millones de musulmanes (frente a los judíos, que son el 0,2 de la población mundial con cero tierras), ignoran a aquellos por los que dicen preocuparse tanto?
Está claro que su preocupación no es el amor a los árabes palestinos, sino el odio al pueblo judío.
El hecho de que los israelíes se sacrificaran, cediendo tierras en nombre de la paz, con falsas promesas y resoluciones redactadas por la ONU para protegerlos, y solo más tarde se dieran cuenta de cómo les traicionó la ONU, pone claramente de manifiesto que las concesiones de Israel son una calle de sentido único.
Para que quede claro: la separación de Israel de la Franja de Gaza en 2005 en nombre de la paz, que constituye una cuarta parte del Estado de Israel, dejó solo una delgada franja de tierra entre el río y el mar, poniendo en peligro a todos los ciudadanos israelíes y la esencia de la nación judía. Después del 7 de octubre quedó claro que las exigencias impuestas a Israel no son realistas, y está claro que ningún otro país aceptaría tales condiciones, especialmente después de experimentar la doble traición de Occidente y de la ONU.
El Holocausto, en el que fueron asesinados sistemáticamente seis millones de judíos, nos recuerda crudamente el impacto del antisemitismo y lo que el odio ciego puede hacer al hombre. A pesar de esta historia, el pueblo judío sigue enfrentándose hoy a la hostilidad en forma de continuos ataques y amenazas contra Israel y los judíos de todo el mundo. El vilipendio de Israel y del pueblo judío es un reflejo de prejuicios profundamente arraigados, y es esencial abordar estas cuestiones subyacentes.
No es la paz lo que busca el mundo, sino la extinción de la nación judía: esa es su verdadera agenda. Al menos, eso parece. Y si no, es hora de que el mundo deje de cegarse y aborde la cuestión del antisemitismo, adoptando una postura contra la discriminación y la hostilidad hacia el pueblo judío. No estoy conteniendo la respiración.