El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, fue el primer líder extranjero en reunirse con el presidente Donald Trump en la Casa Blanca durante su segundo mandato. Este encuentro marcó la reanudación de una relación de cooperación estratégica entre Estados Unidos e Israel, que había sido menos estrecha en los cuatro años previos.
La alianza entre Estados Unidos, la mayor democracia del mundo, e Israel, la única democracia en Oriente Medio, tiene el potencial de modificar el statu quo regional. Trump ha demostrado su inclinación por soluciones innovadoras ante desafíos geopolíticos. En 2020, su administración facilitó los Acuerdos de Abraham, que permitieron el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel y varios países árabes y musulmanes, con resultados positivos en el tiempo.
Durante su primer mandato, Estados Unidos reconoció a Jerusalén como la capital de Israel y trasladó su embajada a esa ciudad. Además, respaldó a Israel en la ONU y se retiró del Consejo de Derechos Humanos, al considerar su postura parcial. Ese apoyo reforzó la posición de Israel y marcó un cambio en la política estadounidense en la región. Con el regreso de Trump, la cooperación se ha reactivado con medidas concretas.
Trump también ha resaltado la necesidad de liberar a los rehenes israelíes retenidos por Hamás, incluidos ciudadanos estadounidenses. Su equipo diplomático jugó un papel clave en la negociación del alto el fuego que permitió la liberación de algunos cautivos. Desde el 19 de enero, 21 rehenes han sido liberados, pero el estado físico de muchos de ellos ha evidenciado la urgencia de rescatar a los demás. Con el paso del tiempo, su situación se vuelve más crítica.
Desde el 7 de octubre, Israel ha buscado eliminar la amenaza de Hamás y liberar a los rehenes. La administración actual ha reanudado el suministro de armamento a Israel, bloqueado previamente, y ha sancionado a la Corte Penal Internacional por sus órdenes de arresto contra funcionarios israelíes. También ha restablecido la política de “máxima presión” sobre Irán, considerado el principal patrocinador del terrorismo en la región.
Trump ha propuesto un enfoque distinto para Gaza, sugiriendo la reubicación de palestinos en Jordania y Egipto, la limpieza de escombros y la reconstrucción de la Franja como un centro económico. Siguiendo el modelo de los Acuerdos de Abraham, busca promover cambios estructurales con apoyo estadounidense.
Para gestionar los desafíos en Oriente Medio, la administración ha nombrado un equipo especializado, que incluye a Marco Rubio como secretario de Estado, Pete Hegseth como secretario de Defensa, Steve Witkoff como enviado especial, Mike Huckabee como embajador en Israel y Elise Stefanik como embajadora ante la ONU. Estos funcionarios han sido seleccionados para ejecutar una política alineada con los intereses de Estados Unidos e Israel.
El respaldo estadounidense a Israel vuelve a reflejarse en acciones diplomáticas, económicas y estratégicas. Con esta renovada cooperación, se espera que Israel logre sus objetivos de seguridad y estabilidad en la región. La prioridad inmediata sigue siendo la eliminación de la amenaza de Hamás y la liberación de los rehenes.