En los últimos días, un espectáculo crudo se ha desplegado en la Franja de Gaza: cientos de terroristas de Hamás, derrotados y en calzoncillos.
Estas imágenes, sin lugar a dudas, son impactantes: hombres despojados de su dignidad y rodeados por soldados israelíes, con las manos elevadas en señal de sumisión y sus identificaciones a la vista. En otros rincones, se observan filas de detenidos sentados en calles destrozadas, con los ojos vendados y las manos atadas, mientras que algunos son transportados en camiones militares a lugares de interrogatorio. Aquí, Israel despliega su sofisticada tecnología para separar a los inocentes de los culpables. Es un espectáculo que muchos podrían considerar humillante y dramático, y no les falta razón.
Sin embargo, desde mi perspectiva, esta no es una escena de mofa o degradación gratuita. Existe una lógica implacable detrás de esta estrategia. Recordemos que estamos frente a situaciones extremas, en las que es necesario adoptar medidas extremas. Tengamos en cuenta que los brutales ataques de Hamás no ofrecieron a los civiles israelíes ni siquiera la oportunidad de una rendición digna. En lugar de ello, han dejado un rastro de muerte y destrucción, afectando a inocentes sin distinción. Frente a esta barbarie, incluso el trato recibido por los detenidos por Israel podría considerarse como un acto de misericordia.
Sin embargo, estas imágenes han generado una interpretación distorsionada en el extranjero, especialmente entre la comunidad cristiana, enfriando su tradicional compasión hacia Israel. Este sector, a menudo atrapado en una neutralidad que consideran virtuosa, falla al medir a Israel con una vara cargada de idealismo cristiano y humanitario, desconectada de la cruda realidad y de la propia narrativa bíblica. El Dios de la Biblia, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, nunca fue neutral, y aunque en ocasiones castigaba a su pueblo, siempre actuaba con justicia y verdad. Es vital entender que la realidad de este conflicto supera los marcos de las ideologías y las teologías pacifistas, y requiere de una mirada más profunda y contextualizada, una que no se pierda en la idealización, sino que se confronte con la dura realidad.
Los recientes acontecimientos en Gaza, Jebaliya y Jan Yunis nos presentan una realidad ineludible: los palestinos capturados en estas regiones, humillados en calzoncillos, no son víctimas inocentes. Ya sea por su participación directa en intentos de destruir Israel hace dos meses o por su júbilo ante la “heroica masacre” en el sur, su culpabilidad está fuera de cuestión. Las imágenes y videos difundidos son prueba de ello. Sin embargo, aquellos que no tienen antecedentes son liberados por las fuerzas israelíes después de un riguroso interrogatorio. En el mundo en que vivimos, este acto de clemencia, donde no se fusila automáticamente a alguien por el mero hecho de ser palestino, es un privilegio notable.
Los terroristas de Hamás, antes vistos como leones ante la indefensión de bebés, niños y mujeres israelíes, ahora se muestran como conejos frente al poderío militar israelí. Los medios de comunicación árabes se encuentran consternados al ver a estos “leones” reducidos a una rendición vergonzante, buscando al fiero animal que rugía y ahora se ha esfumado. En Israel, se debate intensamente si estas imágenes contribuyen positivamente a la imagen del país o si simplemente reflejan una satisfacción propia de la sociedad israelí.
Un panfleto recientemente lanzado por Israel, que ridiculiza a los líderes de Hamás con el proverbio árabe “Un león en la paz, un conejo en la guerra”, refuerza esta percepción de cobardía en batalla. Los terroristas que se han rendido y entregado a las fuerzas israelíes han confesado durante los interrogatorios que lo hicieron por perder contacto con sus líderes y no saber qué hacer, evidenciando un colapso en la dirección y control de Hamás tras la ofensiva terrestre en Jan Yunis. Esta situación indica que los líderes de Hamás están priorizando su supervivencia personal, abandonando a sus seguidores en el campo de batalla.
La medida de seguridad que obliga a los detenidos palestinos a desvestirse hasta quedar en calzoncillos se justifica por la experiencia acumulada de ataques suicidas con cinturones explosivos ocultos bajo la ropa. Esta acción no busca degradar, sino que es una precaución técnica y de seguridad. No obstante, la divulgación pública de estas imágenes forma parte de una guerra psicológica contra Hamás, buscando desmoralizar y generar desesperanza en la población palestina. Esta táctica ha sido criticada incluso por cristianos devotos, quienes ven en ella una falta de respeto hacia el enemigo, algo que consideran no alineado con los principios cristianos. Estas observaciones provienen de mi experiencia personal con personas que comparten estos pensamientos, mostrando una visión de la guerra que se aleja de lo que ellos consideran “cristiano” o apropiado.
El debate sobre la conducta de Israel en la Franja de Gaza ha suscitado agudas críticas, especialmente en círculos cristianos, donde se cuestiona la implacable y, a ojos de muchos, excesiva respuesta militar de Israel, percibida como un castigo colectivo hacia la población civil palestina. Sin embargo, esta perspectiva ignora una realidad esencial: Israel no está castigando, está defendiendo su existencia. Las teorías y juicios desde la distancia, especialmente desde la comodidad y la seguridad, son siempre más fáciles de formular.
La situación actual contrasta drásticamente con las experiencias habituales de muchos israelíes durante esta temporada. Muchos, incluidos jóvenes soldados y reservistas, suelen disfrutar de los encantos invernales de los mercados navideños en Europa o de la temporada de esquí en destinos populares como Zillertal, los Dolomitas, Val Tourens o St. Moritz. Este año, sin embargo, el esquí y los viajes quedan postergados ante la urgencia de la guerra. Cualquiera preferiría las vacaciones en los Alpes a la guerra, pero ahora es tiempo de enfrentar a Hamás, y el esquí debe esperar.
A aquellos impacientes o críticos con Israel por cómo se retrata la situación en los medios, les insto a tener paciencia. Israel desea fervientemente que la guerra termine y poder vivir en paz. La ética y el comportamiento de Israel en la guerra son ejemplares, un modelo que no es fácilmente replicable por otras naciones. Esta afirmación no es un alarde, sino una realidad basada en la experiencia. En ocasiones, como en la actualidad, se requiere una respuesta más firme, pero siempre dentro de los límites de las leyes bíblicas de la guerra. La Biblia misma, en pasajes como Deuteronomio 20:1, ofrece directrices para la guerra que no siempre pueden ser consideradas “cristianas” según los estándares modernos. Si estas narrativas bíblicas resultan problemáticas para algunos, quizás el desacuerdo no sea con la conducta de Israel, sino con la Biblia misma.