La victoria de la canción austriaca “Wasted Love”, interpretada por JJ, en la final de Eurovisión del sábado generó controversia tras el abrumador respaldo público a la propuesta israelí “New Day Will Rise”, que no logró el triunfo general. Diversas emisoras europeas cuestionan la integridad del sistema de votación y exigen revisiones exhaustivas.
Preocupación crece entre las emisoras del continente, según un reporte de The Guardian. La finlandesa Yle Entertainment anunció que solicitará a la Unión Europea de Radiodifusión (UER) evaluar si las reglas actuales permiten abusos o requieren actualización.
Otras radiodifusoras, como la española RTVE, pidieron un análisis profundo para prevenir interferencias externas, mientras que la irlandesa RTÉ exigió un desglose detallado de las cifras de votación. Países como Países Bajos e Islandia también manifestaron inquietudes. Martin Green, director del certamen, afirmó que la UER aborda estas preocupaciones con seriedad.
Yuval Raphael, sobreviviente de la masacre del festival Nova, representó a Israel con “New Day Will Rise”, que dominó la votación pública al obtener 34 de 38 votos telefónicos nacionales e internacionales, incluyendo el máximo de “douze points” en 13 países. Este resultado refleja un fuerte apoyo popular, similar al segundo puesto alcanzado por Israel en la votación pública de 2024.
Discrepancias entre el respaldo público y la popularidad en plataformas digitales alimentan las dudas. Aunque la canción israelí ocupó el puesto 19 en Spotify durante la semana del evento, según The Guardian, logró un éxito desproporcionado en los votos. Campañas en redes sociales del gobierno israelí y su embajada en Londres promovieron activamente a Raphael, una práctica permitida por las normas actuales de Eurovisión.
Datos de la emisora belga VRT revelan una anomalía: los votos desde Bélgica aumentaron en 2025, pese a una notable caída en la audiencia. Por su parte, la neerlandesa AvroTros destacó el carácter apolítico de Eurovisión, pero reconoció la creciente influencia de presiones sociales y geopolíticas en el certamen.
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, pidió la exclusión de Israel del festival, comparándola con la expulsión de Rusia de eventos internacionales. “No podemos permitir un doble rasero en la cultura”, afirmó Sánchez, intensificando el debate sobre la participación israelí.