El gobierno de Donald Trump desbloqueó recientemente 5.300 millones de dólares en asistencia exterior, previamente suspendida, priorizando programas de seguridad y lucha contra el narcotráfico. Entre los fondos liberados figuran 78 millones para asistencia humanitaria en Gaza y 56 millones para la Cruz Roja, vinculados al alto el fuego entre Israel y Hamás, según una lista revisada por Reuters que solo contemplaba ayuda humanitaria limitada.
Trump ordenó una pausa de 90 días en la ayuda exterior poco después de asumir el cargo el 20 de enero, deteniendo financiamiento para iniciativas contra el hambre, enfermedades mortales y refugios para desplazados. La congelación generó presión por parte de funcionarios y organizaciones humanitarias que buscaron exenciones para mantener activos los programas.
El secretario de Estado, Marco Rubio, alineado con la política de “Estados Unidos primero”, aprobó exenciones a fines de enero para asistencia militar a Israel y Egipto, así como ayuda humanitaria esencial, incluyendo alimentos. No obstante, funcionarios estadounidenses y organizaciones de ayuda aseguran que se concedieron pocas exenciones para asistencia humanitaria.
Reuters accedió a una lista con 243 excepciones adicionales autorizadas hasta el 13 de febrero, sumando 5.300 millones de dólares. Este documento ofrece el panorama más completo sobre la ayuda liberada tras la orden de Trump y evidencia la intención de la Casa Blanca de restringir el financiamiento a programas no considerados esenciales para la seguridad nacional.

Más de 4.100 millones de dólares fueron asignados a la Oficina de Asuntos Político-Militares del Departamento de Estado, responsable de asistencia militar y ventas de armas. Otras exenciones se vincularon a la lucha contra la inmigración ilegal y el tráfico de drogas, incluyendo el fentanilo.
La Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley (INL) recibió 293 millones de dólares para combatir el narcotráfico y la migración ilegal. Estos fondos incluyen bases de datos para rastrear migrantes, identificar posibles terroristas y compartir información biométrica.
El Departamento de Estado no respondió a solicitudes de comentarios, y Reuters no pudo confirmar si se habían concedido más exenciones fuera de la lista obtenida.
Trump ha criticado históricamente la ayuda exterior, que representa menos del 2% del gasto federal anual, según el Comité para un Presupuesto Federal Responsable. Considera que la asistencia exterior es, en muchos casos, contraria a los intereses de Estados Unidos.
El Departamento de Eficiencia Gubernamental, liderado por Elon Musk, ha impulsado el desmantelamiento de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), principal canal de ayuda exterior. A diferencia de los programas de seguridad, los de USAID apenas recibieron 100 millones de dólares en exenciones, en contraste con los 40.000 millones de dólares anuales administrados antes de la congelación.

Entre los programas de USAID exentos figuran 78 millones de dólares para ayuda humanitaria en Gaza y 56 millones para la Cruz Roja, relacionados con el alto el fuego entre Israel y Hamás. Sin embargo, la lista no contempla fondos para crisis en Sudán, Siria, Ucrania, Myanmar y Afganistán, lo que indica que permanecen bloqueados.
Las exenciones de seguridad incluyen 870 millones de dólares para Taiwán, 336 millones para modernizar las fuerzas de seguridad de Filipinas y 21,5 millones en chalecos antibalas y vehículos blindados para la policía y guardia fronteriza de Ucrania.
La mayor exención no vinculada a seguridad ascendió a 500 millones de dólares para el programa PEPFAR contra el VIH/SIDA, centrado en África. El presupuesto anual del PEPFAR en 2024 es de 6.500 millones de dólares y su administración está a cargo de la oficina de salud global del Departamento de Estado.
Un funcionario de USAID, bajo anonimato, calificó el proceso de solicitud de exenciones como “disfuncional” y afirmó que el personal exige mayor claridad sobre los criterios utilizados. Rubio ha asegurado que la administración Trump contactó misiones de USAID en el extranjero para identificar programas a eximir.

J. Brian Atwood, exadministrador de USAID, consideró que restringir la ayuda a exenciones específicas es una visión limitada. Advirtió que la desesperación por hambre puede traducirse en crisis migratorias o en un incremento del terrorismo.
El Congreso, responsable del presupuesto federal según la Constitución, había aprobado previamente la ayuda exterior congelada por Trump. Como candidato y presidente, Trump rechazó la asistencia a “países que nos odian” y expresó su preferencia por destinar esos fondos a necesidades internas.
Las exenciones se aprobaron antes de que un juez federal ordenara la semana pasada restablecer la financiación de contratos y programas vigentes antes del 20 de enero. Reuters no logró determinar si se concedieron nuevas exenciones tras el 13 de febrero.
Los fondos descongelados reflejan la prioridad de Trump en la lucha contra el narcotráfico, incluyendo operaciones para frenar el tráfico de fentanilo desde México. Sin embargo, la suspensión de ayuda afectó estos esfuerzos.
Reuters informó que la pausa detuvo programas antinarcóticos de la Oficina INL en México, activos durante años en la contención del flujo de opioides sintéticos hacia Estados Unidos.

Se liberaron 64 millones de dólares para la policía haitiana y una fuerza de seguridad internacional aprobada por la ONU, liderada por Kenia y compuesta por efectivos de Jamaica, Belice, BaHamás, Guatemala y El Salvador. Estos fondos financian armas, municiones, drones, gafas de visión nocturna y vehículos.
La Oficina de Seguridad Internacional y No Proliferación recibió 17 exenciones por un valor de 30,4 millones de dólares para prevenir la proliferación de armas de destrucción masiva.
Estados Unidos también liberó 397 millones de dólares para un programa de monitoreo en Pakistán sobre el uso de aviones F-16 en operaciones antiterroristas y no contra India.
Algunas partidas fueron menores, como 604 dólares destinados a Starlink de Musk para el registro biométrico en el Tapón del Darién, una peligrosa ruta migratoria entre Sudamérica y Centroamérica usada por quienes buscan ingresar a Estados Unidos.