Miles de personas se congregaron el sábado por la noche en la Plaza Habima de Tel Aviv para exigir que el gobierno acceda a todas las condiciones de Hamás a cambio de liberar a los 59 rehenes que siguen en Gaza. La organización terrorista insiste en que Israel debe retirarse por completo del enclave y dejarla en el poder. Desde el inicio de la guerra, Hamás ha reiterado su intención de repetir la masacre del 7 de octubre hasta aniquilar a Israel.
Durante la manifestación, el diputado de Yesh Atid, Yair Lapid, lanzó duras críticas al gobierno por intentar destituir al jefe del Servicio de Seguridad Interior (ISA), Ronen Bar, pese a que el organismo solo informó del ataque con diez minutos de antelación. Lapid expresó su respaldo a Einav Zangauker, madre de uno de los rehenes, y extendió su apoyo a figuras como la fiscal general Gali Baharav-Miara, el propio Ronen Bar y el juez Yitzhak Amit, implicado en casos de conflicto de intereses que la policía se ha negado a investigar.
Lapid advirtió que si el gobierno ignora los fallos de la Corte Suprema se convertirá en un régimen criminal. Rechazó cualquier complicidad con lo que calificó como un “teatro de locuras” encabezado por el primer ministro Benjamin Netanyahu. Anunció que impulsarán una rebelión fiscal, paralizarán la economía y no cooperarán con lo que consideran un intento de destruir la democracia.
Pese a que la destitución de Ronen Bar fue aprobada por el gabinete, la Corte Suprema bloqueó la decisión, en un gesto que contradice las leyes y precedentes vigentes. El diputado Yair Golan, líder del bloque demócrata, también tomó la palabra y llamó a una unión inmediata de todas las fuerzas opositoras, incluidos Gadi Eisenkot, Yair Lapid y Benny Gantz.
Desde la manifestación se proclamó el inicio de una guerra civil simbólica con el objetivo de salvar al país. Los dirigentes opositores aseguraron que paralizarán Israel mediante huelgas, bloqueos y desobediencia para impedir lo que consideran su colapso institucional.