¿Quién ganó la última guerra entre Hamás e Israel? La victoria puede evaluarse a través de dos parámetros distintos. El primero es el balance de los daños materiales infligidos por cada bando al otro. El segundo es la capacidad de cada bando para sostener ese daño.
Basándose en estos dos parámetros, se puede declarar a Israel vencedor del reciente enfrentamiento.
Los daños materiales son un indicador cuantificable. El mundo puede ver en la televisión la magnitud de la destrucción en Gaza. En cambio, solo 130 cohetes de Hamás cayeron en centros civiles israelíes (de 4.300 cohetes y misiles lanzados desde Gaza). El sistema de defensa aérea Cúpula de Hierro de Israel interceptó el 90% de los misiles entrantes, minimizando seriamente los daños materiales y las víctimas en Israel. Además, Israel alcanzó su objetivo declarado: la degradación de las capacidades militares de Hamás.
El segundo parámetro, relativo a la resistencia de cada bando, es más difícil de medir. Pero parece que Israel ganó la guerra también en este aspecto.
Fue Hamás quien pidió un alto el fuego para poner fin a la destrucción israelí de su infraestructura militar y a la caza de sus dirigentes. Fue Hamás quien estuvo menos dispuesto que Israel a seguir pagando el precio del conflicto militar. Los simpatizantes de Hamás de todo el mundo pidieron una tregua. Por el contrario, los israelíes (incluidos los residentes de las comunidades de Gaza más afectadas) estaban dispuestos a continuar la guerra.
Es probable que la mayoría de los israelíes tengan sentimientos encontrados sobre cómo terminó este encuentro y se preguntan si se hizo suficiente daño a Hamás para disuadir a la organización terrorista. Esto indica una gran resistencia social y la voluntad de soportar el dolor por parte del público israelí.
La guerra terminó cuando lo hizo principalmente porque Israel se quedó sin objetivos de Hamás que valieran la pena y fueran alcanzables para atacar desde el aire (no por la presión internacional sobre Israel). Esto subraya los límites de la notable inteligencia militar de Israel y de su poder aéreo ofensivo. En una próxima ronda de combates, una invasión terrestre israelí podría dar mejores resultados, pero eso podría ser muy costoso en bajas. Además, la necesidad de Israel de contrarrestar retos más peligrosos de Hezbolá e Irán en el norte obliga a la cautela y a preservar las fuerzas de combate para ese frente.
La guerra no es siempre un juego de suma cero. En este caso, Hamás obtuvo algunos éxitos, principalmente en el ámbito intrapalestino. Demostró ser el “portador de la llama de la resistencia a Israel”, haciendo hincapié en la lucha por Jerusalén. Sin embargo, la capacidad de Hamás para capitalizar este logro es limitada. No consiguió cambiar el statu quo de Jerusalén. De hecho, Israel reabrió el Monte del Templo para los judíos y los turistas inmediatamente después de la entrada en vigor de la tregua. Además, la mayoría de los palestinos de “Cisjordania” no se manifestaron en apoyo de Hamás, y los temores de que Hamás tome el control de “Cisjordania” son muy exagerados; las Fuerzas de Defensa de Israel pueden impedirlo.
Hamás provocó una pequeña y breve insurgencia de árabes israelíes (musulmanes) contra Israel. Esto sorprendió a Israel y es probablemente el mayor logro de Hamás. Esto fue un despertar para Israel. Los dirigentes israelíes comprenden ahora que tienen un problema del que deben ocuparse antes de que estalle una guerra de varios frentes.
Desde la perspectiva de Israel, las repercusiones internacionales tampoco son nada halagüeñas. Estados Unidos respaldó a Israel durante 11 días de lucha, al tiempo que defendió el derecho de Israel a defenderse. En el Consejo de Seguridad de la ONU, Washington bloqueó varios intentos de censurar unilateralmente a Israel o de imponer un alto el fuego. Los europeos estaban divididos, pero los amigos de Israel en la Unión Europea impidieron que se aprobaran resoluciones antiisraelíes. Los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania (el país europeo más importante), la República Checa y Eslovaquia viajaron a Israel para mostrar su apoyo. Europa oriental y central se puso al lado de Israel. En una muestra de apoyo sin precedentes, se izaron banderas israelíes en algunos edificios gubernamentales y parlamentos europeos.
La mayoría de los Estados árabes solo expresaron una leve crítica a Israel y ninguno retiró a sus embajadores. En realidad, se alegraron de ver cómo Israel golpeaba a Hamás. Saben que Hamás es una rama de los Hermanos Musulmanes, una organización que también es su enemiga. Egipto, aliado estratégico de Israel, se llevó el mérito del alto el fuego.
Por desgracia, la mayoría de los medios de comunicación internacionales siguen informando de forma sesgada contra Israel, y no cabe esperar una cobertura más comprensiva. La yuxtaposición de la destrucción y los niños muertos en Gaza con el éxito del sistema de defensa aérea Cúpula de Hierro en la interceptación de cohetes de Hamás sobre Israel no es propicia para ganar una guerra mediática.
Un segundo objetivo para Israel en esta guerra era el restablecimiento de la disuasión contra Hamás, al menos a medio plazo. De hecho, es probable que Hamás necesite tiempo para recuperarse y reconstruirse tras este encuentro militar. Por supuesto, la duración de la pausa entre esta guerra y la siguiente depende en gran medida de cómo reaccione Israel a las provocaciones “menores” de Hamás, como el disparo de uno o dos cohetes o el lanzamiento de globos incendiarios hacia Israel. Sólo el tiempo dirá si Israel ha conseguido ganar tiempo antes de tener que volver a “cortar la hierba” en Gaza.
El profesor Efraim Inbar es presidente del Instituto de Estrategia y Seguridad de Jerusalén. Este artículo fue publicado por primera vez por el Jerusalén Institute for Strategy and Security.