Lejos de tratar de ocultar su frenética acumulación de armas nucleares, China está haciendo alarde de ella, como si quisiera subrayar que su creciente arsenal está impulsado más por consideraciones políticas que militares. La velocidad y la escala sin precedentes de la acumulación parecen estar relacionadas con el expansionismo internacional del presidente Xi Jinping, ya que China busca la primacía mundial para 2049, el centenario del gobierno comunista.
Los vecinos de China deben prestar mucha atención a esta acumulación, aunque parece estar dirigida principalmente a disuadir a Washington de desafiar las acciones de China en el país y en el extranjero.
Al igual que el revisionismo muscular de Xi se ha centrado en gran medida en Asia, desde los mares de China Oriental y Meridional hasta el Himalaya, es probable que los impactos relacionados con la seguridad, en contraposición a las implicaciones geopolíticas, del rápido crecimiento del arsenal nuclear chino sean sentidos principalmente por los estados asiáticos.
Los países vecinos, desde Japón y Filipinas hasta India y Bután, ya están soportando el peso de las políticas reincidentes de Xi. Pero con un mayor arsenal nuclear, Xi se envalentonará aún más para intensificar sus tácticas militares convencionales y la guerra híbrida desde detrás del escudo nuclear altamente protector de China.
En tal escenario, la anexión de Taiwán por parte de China podría ser difícil de detener, aunque tal acontecimiento alteraría fundamentalmente la geopolítica asiática e internacional.
En Estados Unidos ya se está cuestionando la conveniencia estratégica de defender a Taiwán contra una posible invasión china, y algunos analistas sostienen que cualquier plan de Estados Unidos para acudir al rescate de Taiwán es demasiado arriesgado y que Taipei debería hacer más por su autodefensa. En ejercicios de combate simulados para el Pentágono, un estudio de la RAND Corporation descubrió que la potencia de fuego de China en forma de misiles de largo alcance ya podría mantener a raya a los buques y aviones de guerra estadounidenses en un escenario de guerra contra Taiwán.
Una China armada hasta los dientes con armas nucleares pondría aún más en duda la posibilidad de que Estados Unidos pudiera defender a Taiwán, dados los mayores riesgos que ello implica.
El régimen de Xi ha acelerado la producción de ojivas nucleares con tanta rapidez que el Pentágono, en solo un año, ha revisado al alza su estimación del número de este tipo de armas que China desplegará en 2030, pasando de 400 a más de 1.000.
China ya ha desplegado su primer sistema operativo de armas hipersónicas y “tiene la intención de aumentar la preparación de sus fuerzas nucleares en tiempos de paz pasando a una postura de lanzamiento en alerta con una fuerza ampliada basada en silos”, según el reciente informe del Pentágono al Congreso.
Lejos de tratar de ocultar su hiperactiva nuclearización, China ha construido dos nuevos campos de misiles nucleares en su remoto noroeste de forma fácilmente visible para los satélites aéreos. Está ampliando sus silos de misiles balísticos intercontinentales (ICBM) de unos 20 a hasta 250. Uno de estos nuevos campos de misiles no está lejos del tristemente célebre campo de internamiento de Hami, en Xinjiang, que retiene a uigures y otros musulmanes para su “reeducación”.
Puede que los medios de comunicación estatales chinos hayan desestimado los nuevos silos de misiles balísticos intercontinentales como molinos de viento, pero Pekín está disfrutando de la atención internacional que está recibiendo su acumulación de armas nucleares porque esa publicidad subraya implícitamente su mensaje de que está emergiendo como una superpotencia cuyos planes no pueden ser obstaculizados.
El propio Xi tomó la iniciativa de los mensajes públicos cuando los medios de comunicación estatales informaron de su directiva al ejército en marzo de “acelerar la construcción de sistemas de disuasión estratégica avanzados”, como si el arsenal nuclear de China, de tamaño moderado en comparación con el de Estados Unidos, estuviera limitando su ambiciosa agenda internacional.
Es bien sabido que las armas nucleares son para la disuasión, no para la lucha bélica. Un mayor número de cabezas nucleares no implica necesariamente una mayor disuasión, por lo que India parece satisfecha con su pequeño pero diversificado arsenal. Los objetivos de Xi, sin embargo, son esencialmente geopolíticos, lo que explica su decisión de reducir la brecha con los arsenales masivos y “excesivos” de Estados Unidos y Rusia.
Los objetivos van desde disponer de un arsenal propio de una superpotencia emergente hasta conseguir una ventaja en las futuras negociaciones de control de armas con Washington y Moscú. El objetivo principal, sin embargo, es impedir que Estados Unidos, como líder de la mayor alianza de países que ha conocido el mundo, desafíe los “intereses fundamentales” de China.
Como ha dicho un analista chino afincado en Pekín, “la acumulación nuclear de Pekín es, en última instancia, un intento de obligar a Washington a abandonar el asalto estratégico percibido y aceptar una relación de vulnerabilidad mutua”. Según él, Pekín ve “la creciente presión de Estados Unidos sobre China en relación con los derechos humanos, el Estado de Derecho, Hong Kong y Taiwán como prueba de que Washington está dispuesto a asumir mayores riesgos para detener el ascenso de China deslegitimando al gobierno, desestabilizando el país y bloqueando la unificación nacional”.
Es dudoso que el frenesí nuclear de Xi pueda amansar la reacción de Estados Unidos o ganarse un mayor respeto por China. En todo caso, es probable que acelere el cambio fundamental en la política estadounidense hacia China puesto en marcha por las acciones de Xi.
A nivel regional, sin embargo, la acumulación de armas nucleares está destinada a alargar la sombra de China sobre Asia, al tiempo que aumenta las tensiones militares con sus principales rivales asiáticos: Japón e India.
Las implicaciones para la seguridad de este aumento son más graves para el Japón no nuclear que para la India, que cuenta con armas nucleares y que se ha enfrentado a la agresión de China en el Himalaya con tensos enfrentamientos militares durante los últimos 20 meses, a pesar del riesgo de una guerra a gran escala.
Japón, ya sacudido de su complacencia por una China expansionista que compite por la hegemonía regional, es probable que en los próximos años se rearme y se vuelva militarmente más independiente de Estados Unidos, sin deshacerse de su tratado de seguridad con Washington.