¿Es una invasión rusa de Ucrania “inevitable”, una “cuestión de días”, un “escenario seguro” como algunos expertos quieren hacernos creer, o son otros resultados todavía una posibilidad? Incluso ahora, es difícil dar una respuesta definitiva. La evaluación de que Rusia se está preparando para la guerra se basa en una combinación de tres factores: la posición ofensiva del ejército ruso a lo largo de la frontera ucraniana, la falta de progreso en las discusiones diplomáticas y la declaración pública de Estados Unidos de que su inteligencia indica que “una invasión rusa podría ocurrir en cualquier momento”.
Los estadounidenses parecen creer sinceramente en la inevitabilidad de tal escenario. Por ello, han tomado medidas de última hora: un llamamiento a los ciudadanos estadounidenses para que abandonen Ucrania inmediatamente, una declaración de que “el gobierno de Estados Unidos no puede evacuar [a sus ciudadanos] si Rusia ataca”, una conversación telefónica entre Biden y Putin en la que el presidente estadounidense repitió que una invasión rusa desencadenaría sanciones duras y automáticas, y esfuerzos para mejorar la coordinación entre los países occidentales para apoyar a Ucrania y presionar a Rusia.
Por otro lado, los funcionarios del Kremlin siguen negando que tengan intención de atacar Ucrania. Incluso acusan a Occidente de fomentar las tensiones mediante una campaña mediática destinada a desacreditar a Rusia y justificar las aspiraciones expansionistas de Occidente.
¿Cómo explicar la contradicción entre las declaraciones de Estados Unidos y los desmentidos de Rusia? Una forma es ver las declaraciones públicas de Estados Unidos como lo que realmente son: parte de una guerra psicológica y una campaña diplomática en curso. Por lo tanto, son parciales y representan sólo lo que sirve a los intereses de sus autores. Otra posibilidad es aprovechar el pequeño pero significativo detalle que ha aparecido en las declaraciones de algunos representantes estadounidenses de que aún no está claro si Putin ha tomado una decisión definitiva de invadir.
De ser así, podemos suponer que los preparativos de Rusia para invadir Ucrania son una amenaza y un medio para presionar a Estados Unidos y a otros países occidentales a fin de que satisfagan sus demandas relativas a la expansión de la OTAN hacia el este, y a las relaciones entre Estados Unidos y los países occidentales con los países del antiguo bloque soviético. Para que la amenaza rusa sea efectiva, tiene que ser creíble, como parece creer Estados Unidos que lo es ahora mismo. Esto no significa que sea un farol. Todo lo contrario. La amenaza es real, pero la decisión final de actuar en consecuencia depende de los resultados de los desarrollos que se están produciendo actualmente, lo que ayuda a explicar la falta de claridad respecto a la decisión final de Putin. La atención que los estadounidenses prestan a Putin nos indica que así es también como ven la situación los responsables de la toma de decisiones en Washington. La impresión, sin embargo, es que todavía hay una gran distancia entre las demandas de Putin y las propuestas que envía Estados Unidos.
En cualquier caso, una vez que se pone en marcha una amenaza creíble, la tentación de llevarla a cabo es considerable, de tal manera que, incluso si ésta no era la intención original de sus creadores, podría verse más atraído por la opción debido al alto nivel de preparación de su ejército, a consideraciones de prestigio y a una mejor comprensión del precio que probablemente pagará.
Otro escenario de cómo podría desarrollarse esta crisis es que la situación actual se convierta en permanente. En otras palabras, las dos potencias mundiales concluirán el presente capítulo en desacuerdo pero también sin guerra: Rusia saldrá habiendo mejorado su posición y mejor preparada que antes para actuar en un plazo más breve; EE.UU. saldrá habiendo aguantado los dictados de Putin pero también sin guerra. Europa respirará aliviada, hasta la próxima vez.
Mientras tanto, ¿qué pasa con Israel? El equilibrio de la amenaza y las oportunidades potenciales de una guerra en Ucrania, junto con el mayor agravamiento del conflicto entre EE.UU. y Occidente con Rusia, son un negativo neto desde la perspectiva de Israel. Israel mantiene buenas relaciones con todas las partes implicadas y debe aspirar a preservar este estado de cosas.
La crisis de Ucrania podría afectar negativamente a la cuestión iraní. La crisis ya amenaza con disminuir su importancia a los ojos de la comunidad internacional. Israel debe asegurarse de que los iraníes no aprovechen la conmoción para promover sus intereses, ya sea en la esfera nuclear o en otros ámbitos. Al mismo tiempo, Israel tendrá que seguir siendo vigilante y asegurarse de que los acontecimientos en Europa no se utilizan como justificación para hacer más concesiones a Irán.