La trata y el contrabando de personas se vieron afectados por el brote del coronavirus, pero no han sido detenidos, informó la Interpol en un informe publicado el jueves.
La pandemia del coronavirus interrumpió los viajes aéreos y terrestres en todo el mundo, con informes sobre pasajeros de barcos a los que se les negó el permiso de atraque por temor a que pudieran llevar el virus con ellos, y compañías aéreas al borde de la bancarrota, ya que pocos vuelos pudieron salir según lo previsto. En vista de ello, la actividad delictiva relacionada al contrabando y la trata de personas también sufrió un golpe, pero la delincuencia continúa.
Los delincuentes han aumentado sus precios y ahora arriesgan más las vidas de quienes intentan llegar a tierras más seguras y ricas, explicó el secretario general de la Interpol, Jurgen Stock.
“La pandemia de la COVID-19 no ha frenado la determinación de los grupos de crimen organizado de aprovecharse de los vulnerables y sacar ventaja de estos delitos”, mencionó, “es esencial que los organismos encargados de aplicar la ley sigan cooperando y comunicándose a nivel internacional”, añadió Stock.
A pesar de que en varias películas de acción se muestra a los agentes de la Interpol como agentes de policía competentes en materia de jurisdicción mundial y que pueden trabajar en todo el mundo mientras se encargan de detener a personas peligrosas, el verdadero servicio se basa en la cooperación de las unidades de policía locales, nacionales y regionales para lograr sus objetivos y se ocupa principalmente de reunir información sobre los delitos.
La Interpol lidera la guerra contra la pornografía infantil en línea, localizando a las personas desaparecidas y resolviendo los delitos financieros, afirmó el ex jefe de la Interpol, Israel Anat Garnit, a Haaretz en el 2018.
Según el comunicado de prensa, 64 hombres murieron asfixiados cuando fueron trasladados de contrabando de Malawi a Mozambique, en un camión a finales de marzo. En el sudeste asiático, el número de refugiados rohinyá que intentaban llegar a Malasia por mar se triplicó entre marzo y abril. La razón fue que temían contraer el coronavirus en los campamentos de refugiados. Esta demanda llevó a los contrabandistas a aumentar sus precios.