Todavía no está claro si la crisis de Ucrania ha terminado. Sin embargo, podemos prever consecuencias de gran alcance. La administración del presidente estadounidense Joe Biden promueve una visión liberal del mundo que aboga por la democracia y la diplomacia en la resolución de conflictos. Estados Unidos se ha abstenido en gran medida de amenazar con el uso de la fuerza contra Rusia. El presidente ruso Vladimir Putin, por su parte, no dudaría en utilizar la fuerza militar para mejorar la situación de seguridad en su país.
A Rusia le produce temor que la Organización del Tratado del Atlántico Norte y la UE se acerquen a sus fronteras. Teme que Occidente fomente las «revoluciones de colores» -cambios políticos en el mundo postcomunista- en Ucrania, Bielorrusia y Georgia.
La cruzada democrática de Occidente ha sacudido a Rusia, que no ha sido invitada a entrar en la OTAN ni consultada sobre el destino de sus vecinos. Preocupada por su seguridad, Rusia desplegó un gran número de tropas en su frontera con Ucrania, al tiempo que amenazaba con llamar la atención de Estados Unidos sobre sus demandas. De hecho, las amenazas de violencia hicieron que Estados Unidos comenzara finalmente a negociar con Rusia para abordar las preocupaciones de seguridad de Moscú.
Como señaló el historiador Tucídides, el miedo es un instinto fundamental y poderoso que impulsa la guerra. La naturaleza humana insta al jefe del Estado ruso a cuidar que sus fronteras tengan amplios límites de seguridad. La secuencia de acontecimientos no es sorprendente, especialmente después de que Rusia se apoderara de la península de Crimea y fomentara el separatismo en el este de Ucrania.
Los temores de Rusia están bien fundados a la luz de la anterior agresión de Occidente. Esto dio lugar a la Doctrina Monroe, que consideraba la presencia militar en el hemisferio occidental como una amenaza para Estados Unidos.
La crisis de Ucrania nos recuerda las limitaciones de la diplomacia. Estados Unidos y sus aliados europeos alientan a Rusia al no cumplir su compromiso de resolver la crisis sólo con la diplomacia. Pero la diplomacia que no está respaldada por una capacidad militar creíble es ineficaz.
Esta crisis es la primera prueba internacional para Estados Unidos desde su retirada de Afganistán. Estados Unidos no tiene prisa por involucrar a sus fuerzas armadas en la crisis y hasta ahora ha amenazado con imponer sanciones económicas. El mundo está pendiente del comportamiento de Washington y considera que un gobierno débil es una prueba del declive del poderío estadounidense. Es posible que los estadounidenses sorprendan y utilicen la fuerza, como han hecho en el pasado. Pero esto parece poco probable, y la percepción de la realidad dicta el comportamiento.
Europa está en crisis: ¿Puede la alianza de la OTAN contener a Rusia cuando no está claro que la organización pueda sobrevivir a las divisiones internas durante una crisis? A pesar de que se habla de un «ejército europeo» y de una «autonomía estratégica», Europa sigue necesitando el paraguas de seguridad de Estados Unidos para luchar más agresivamente contra Rusia, que es también su principal proveedor de energía.
El comportamiento de Estados Unidos durante la crisis también tiene implicaciones para las conversaciones nucleares de Viena. Teherán, que ya está convencido de la debilidad de Estados Unidos, puede dilatar la situación hasta que se le ofrezca un acuerdo que le gustaría firmar. Irán podría enviar a sus emisarios de Oriente Medio a los aliados de Estados Unidos. Israel puede llegar a la conclusión de que es mejor no coordinar sus políticas con Washington antes de recurrir a la fuerza. Además, una victoria rusa en Europa podría acelerar las explosiones en Oriente Medio.
Israel tiene aún más lecciones que aprender. La situación en Ucrania demuestra una vez más la inutilidad de las garantías occidentales. El Memorándum de Budapest sobre garantías de seguridad, firmado en 1994 por Rusia, Gran Bretaña y Estados Unidos, ofrecía garantías de la integridad territorial de Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán a cambio de su renuncia a las armas nucleares. Desgraciadamente, el memorándum fue violado cuando Rusia ocupó Crimea en 2014, y ahora vuelve a quedar claro que tales garantías no funcionan.
Las instituciones internacionales han sufrido reveses similares. Estados Unidos convocó una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para discutir el despliegue de tropas rusas cerca de las fronteras de Ucrania, a pesar de saber que Rusia tenía derecho a vetar la medida. La discusión terminó en una confrontación verbal.
A pesar del diálogo liberal en Occidente, Israel debe recordar que seguimos viviendo en un mundo en el que cada país sólo puede confiar en sí mismo.