La creciente lista de fracasos y derrotas en Ucrania ha dado lugar a airados estallidos de la élite rusa, que sigue apoyando la “operación militar” pero que ha llegado a sugerir que los jefes del ejército deberían enfrentarse al pelotón de fusilamiento.
Antes de que en septiembre se produjeran una serie de reveses en el campo de batalla, las críticas públicas al ejército eran escasas.
La ofensiva se presentaba como una misión sagrada y patriótica, y hablar mal de las fuerzas armadas podía llevar a una larga estancia en prisión.
Hoy, nadie en la élite pone en duda los méritos del punto de vista de Moscú o de la operación contra una nación vecina.
Pero los contratiempos militares y los problemas sobre la movilización de cientos de miles de reservistas han llevado a figuras públicas habitualmente tranquilas a atacar a la jerarquía militar.
El miércoles, el jefe de la comisión de defensa de la cámara baja del parlamento dijo que el ejército debería “dejar de mentir”, ya que los informes diarios alaban las enormes pérdidas supuestamente sufridas por las fuerzas ucranianas sin mencionar los retrocesos de las tropas rusas.
“El pueblo lo sabe. Nuestro pueblo no es estúpido”, advirtió el ex general Andrei Kartapolov.
“Y ven que no queremos decirles ni siquiera una parte de la verdad. Eso puede llevar a una pérdida de credibilidad”, dijo al programa online del presentador estrella Vladimir Solovyov, un ultrapatriota.
Pena capital
Solovyov, que está sometido a sanciones de la UE, dijo que ciertos miembros de la cúpula del ejército merecían enfrentarse a un pelotón de fusilamiento.
“Los culpables deben ser castigados, no tenemos la pena capital, por desgracia, pero para algunos de ellos, sería la única solución”.
“Ni siquiera tienen el sentido del honor de un oficial, porque no se fusilan a sí mismos”, dijo.
El célebre reportero de guerra Alexander Kots escribió en su canal de Telegram: “No habrá buenas noticias [del frente] en un futuro próximo”.
Los ataques verbales y el aire de derrotismo fueron aún más llamativos cuando Vladimir Putin celebró la anexión de cuatro regiones ucranianas con un concierto en la Plaza Roja de Moscú.
“La victoria será nuestra”, gritó el presidente desde una pantalla de vídeo gigante en medio de un mar de banderas rusas.
Ninguna de las críticas ha apuntado directamente al todopoderoso jefe de Estado, ni siquiera a su ministro de Defensa, Sergei Shoigu.
Pero cuando el líder checheno Ramzan Kadyrov arremetió contra los generales rusos, instando al uso de armas nucleares e insinuando que Putin estaba mal informado, el Kremlin tuvo que reaccionar.
Sabotaje
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, respondió diciendo: “En los momentos difíciles, hay que excluir las emociones… Preferimos hacer evaluaciones medidas y objetivas [de la situación]”.
Putin se vio obligado a admitir públicamente los “errores” cometidos en la movilización de reservistas tras una avalancha de casos documentados de personas sin experiencia en el ejército que fueron llamadas al frente.
La oposición política rusa ha quedado prácticamente aniquilada, con su principal líder, Alexei Navalny, en la cárcel.
Lo que queda de la oposición opera en su mayoría desde el extranjero y está intentando reconstruirse dentro de Rusia con la esperanza de aprovechar el descontento popular.
“Los millones de personas que quedan en Rusia son rehenes de Putin y no quieren luchar”, dijo el aliado de Navalny, Leonid Volkov, que anunció en YouTube el relanzamiento de una red de activistas en las regiones del país.
“La lucha puede adoptar diferentes formas, con distintos niveles de riesgo: podemos difundir información, ofrecer ayuda legal, hacer trabajo voluntario o sabotear el trabajo de las comisarías militares, algunas de las cuales arden muy bien”, señaló.