El presidente ruso, Vladimir Putin, visitó Bielorrusia el lunes junto con sus ministros de Defensa y Exteriores, avivando los temores en Kiev de que pretenda presionar a su ex aliado soviético para que se una a una nueva ofensiva terrestre que abriría un nuevo frente contra Ucrania.
Putin, cuyas tropas han retrocedido en el norte, noreste y sur de Ucrania desde que invadieron el país en febrero, está asumiendo un papel más público en la guerra. El viernes visitó su cuartel general de operaciones para sondear a los mandos militares.
Su viaje para mantener conversaciones con el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, fue su primer viaje a Minsk desde 2019 -antes de la pandemia COVID y una ola de protestas prodemocráticas en 2020 que Lukashenko aplastó con un fuerte apoyo del Kremlin-.
Las fuerzas rusas utilizaron Bielorrusia como plataforma de lanzamiento para su frustrado ataque a la capital ucraniana, Kiev, en febrero, y allí ha habido actividad militar rusa y bielorrusa durante meses.
El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, declaró a las agencias de noticias rusas que Bielorrusia era el “aliado número uno” de Rusia, pero que las sugerencias de que Moscú pretende presionar a Minsk para que se una a lo que denomina su “operación militar especial” eran “invenciones estúpidas e infundadas”.
El comandante de las fuerzas conjuntas ucranianas, Serhiy Nayev, había declarado que creía que las conversaciones abordarían “nuevas agresiones contra Ucrania y la mayor implicación de las fuerzas armadas bielorrusas en la operación contra Ucrania, en particular, en nuestra opinión, también sobre el terreno”.
El general de mayor rango de Ucrania, Valery Zaluzhniy, declaró la semana pasada a The Economist que Rusia estaba preparando 200.000 soldados frescos para una gran ofensiva que podría llegar desde el este, el sur o incluso desde Bielorrusia ya en enero, pero más probablemente en primavera.
Moscú y Minsk han creado una unidad militar conjunta en Bielorrusia y han realizado numerosos ejercicios. La semana pasada se desplegaron en Bielorrusia tres aviones de combate rusos y un avión aerotransportado de alerta temprana y control.
Pero Lukashenko, un paria en Occidente que depende en gran medida del apoyo de Moscú, ha dicho en repetidas ocasiones que Bielorrusia no entrará en la guerra de Ucrania. Los diplomáticos extranjeros afirman que el envío de tropas bielorrusas sería muy impopular en su país.
SANCIONES
Las sanciones occidentales ya han dificultado a Bielorrusia el envío de fertilizantes de potasa, su principal producto de exportación, a través de los puertos bálticos.
Los analistas militares occidentales afirman que el pequeño ejército de Lukashenko carece de la fuerza y la experiencia de combate necesarias para marcar una gran diferencia, pero que obligar a Ucrania a destinar fuerzas a su norte podría dejarla más expuesta a los ataques rusos en otros lugares.
El Pentágono declaró el 13 de diciembre que no veía “ningún tipo de actividad transfronteriza inminente por parte de Bielorrusia en este momento”.
La visita de Putin se anunció el viernes, después de que el 3 de diciembre el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, viajara por sorpresa a Bielorrusia, donde firmó un acuerdo con su homólogo bielorruso cuyos detalles no se revelaron.
Además, el ministro de Asuntos Exteriores bielorruso, Vladimir Makei, uno de los pocos funcionarios del gobierno de Lukashenko con alguna relación con Occidente, murió repentinamente el mes pasado. No se anunció oficialmente la causa de la muerte.
Su sucesor, Sergei Aleinik, se reunió el lunes con el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov.
Lukashenko dijo que él y Putin discutirían un largo esfuerzo por integrar sus respectivas ex repúblicas soviéticas en un Estado de la Unión supranacional. La oposición bielorrusa considera que las conversaciones son un vehículo para una anexión rusa progresiva.
La agencia de noticias estatal bielorrusa, BelTA, informó de que los interlocutores responderían a las preguntas de los periodistas tras las conversaciones.
En una reunión del gobierno tras anunciarse las conversaciones con Putin, Lukashenko declaró inesperadamente que cualquier cesión de soberanía sería una traición al pueblo bielorruso.
“Sobre todo después de estas negociaciones a gran escala, todo el mundo dirá: ‘Ya está, ya no hay autoridades en Bielorrusia, los rusos ya se pasean y dirigen el país’“, declaró Lukashenko.
“Quiero volver a subrayar esto en particular: Nadie más que nosotros dirige Bielorrusia”.
Dijo que hablaría con Putin de cooperación económica, suministros energéticos, defensa y seguridad.
Las agencias rusas citaron a Peskov diciendo que “nadie está presionando a nadie para que se integre”.