La élite política de los Estados Unidos ha sufrido durante mucho tiempo el síndrome de “¿Quién perdió ese país?”. Empezó con la administración Truman, que no pudo evitar la toma de China por los comunistas en 1949. Luego el presidente Kennedy fue culpado por la victoria de Fidel Castro en Cuba en 1959. El gobierno de Nixon vio el colapso de Vietnam del Sur en 1975, y el presidente Carter no pudo salvar al Sha de la revolución iraní. A pesar de estos antecedentes históricos, muchos políticos estadounidenses, tanto republicanos como demócratas, se niegan a aceptar lo obvio: Turquía se está alejando de Occidente. He aquí cinco razones de por qué.
Primero, Turquía está cambiando rápidamente. La islamización del país es un proceso de abajo hacia arriba más que de arriba hacia abajo. Los turcos de Anatolia, que tienden a ser más conservadores y religiosos, tienen tasas de natalidad más altas que los occidentalizados de Estambul y la costa del Egeo. Muchos consideran ahora que el secularismo kemalista es un orden político y cultural impuesto que ignora el rico patrimonio islámico del país.
Como otros líderes populistas, el presidente Recep Tayyip Erdogan está muy en sintonía con el sentimiento público. Su retórica antiestadounidense, antieuropea y a veces antisemita le ha hecho popular entre muchos turcos religiosos. Después de todo, el país se ve a sí mismo como el sucesor del Imperio Otomano. Durante cinco siglos, Estambul fue la sede del Califato y el Sultán Otomano fue visto como el líder del mundo musulmán. La Turquía de Erdogan quiere jugar el mismo papel, como se puede ver en su apoyo a la Hermandad Musulmana, Hamás y otros grupos islamistas.
En segundo lugar, el estallido de la guerra de Siria ha llevado a la revitalización dramática de la cuestión kurda. En noviembre del 2013, el establecimiento de la región autónoma kurda de Rojava envió ondas de choque a través de Ankara. Turquía todavía sufre recuerdos traumáticos del Tratado de Sèvres, en el que se pedía la formación de un Kurdistán independiente. El nuevo Estado se habría esculpido a partir del Imperio Otomano derrotado.
Erdogan ha acusado a menudo a los Estados Unidos de apoyar el nacionalismo kurdo e ignorar las sensibilidades turcas sobre el tema, y los medios de comunicación del país presentan a los Estados Unidos como un aliado traicionero y arrogante. Ankara también sospecha que Israel anima a los kurdos iraquíes a convertirse en un estado. Las sospechas turcas solo aumentarán, ya que Occidente no puede abandonar a los kurdos. Ser parte de Occidente no sirve muy bien a los intereses turcos en Siria.
Tercero, la retirada gradual de los Estados Unidos de Medio Oriente y el posterior regreso de Rusia han cambiado la dinámica de seguridad regional.
Los dirigentes turcos se sienten menos obligados a seguir un curso pro-occidental en el mundo triunfante de la alineación táctica y la incertidumbre estratégica. Turquía se percibe ahora como una potencia en ascenso con una gran economía (una de las 20 primeras del mundo) y un ejército fuerte (el segundo más grande de la OTAN), capaz de luchar y ganar guerras. De hecho, las fuerzas armadas turcas han llevado a cabo con éxito operaciones de combate en Irak, Siria y Libia sin el respaldo de los Estados Unidos.
La creciente confianza de Turquía también se pone de manifiesto en el establecimiento de bases militares en Qatar y Somalia, países situados a gran distancia. Lo que es más importante, su industria de defensa ha crecido considerablemente en los últimos cinco años y ahora es un sector de alta tecnología de varios miles de millones de dólares de la economía. La Turquía de Erdogan tiene confianza, quizás demasiada, en su capacidad para hacer frente a los desafíos externos.
Cuarto, los crecientes lazos de Turquía con Rusia no son ni tácticos ni coincidentes. Las consideraciones geopolíticas explican en parte el alejamiento de Turquía de su orientación prooccidental. A pesar de su espectacular retorno a Medio Oriente, Rusia está destinada a centrarse en la región del Ártico. Debido al cambio climático, Moscú no necesita tener acceso al cálido mar del Mediterráneo. De hecho, Putin ha llamado al Ártico “la región más importante que proveerá el futuro de Rusia”. Las teorías de Nicholas Spykman de Rimland (1942) y de George Kennan de Contención (1947) se volverán obsoletas una vez que el Océano Ártico sea navegable. En consecuencia, Ankara tendrá menos que temer del poderío militar de Rusia. El ingreso de Turquía en la OTAN podría ser irrelevante, si no un obstáculo para una política exterior aún más revisionista.
Quinto, Turquía se está convirtiendo en un país autoritario. Turquía tiene una larga tradición de occidentalización, pero se encuentra en una pendiente resbaladiza donde el estado de derecho se está volviendo cada vez más problemático y la división de poderes se ha vuelto borrosa. Tras el fallido golpe de Estado del 2016, decenas de miles de personas fueron encarceladas y muchas más perdieron sus empleos en una interminable caza de brujas política. Además, Turquía es uno de los principales carceleros de periodistas del mundo, después de China. Lograr la adhesión a la UE es casi imposible. En una época en que la información fluye en línea, la OTAN no puede permitirse por mucho tiempo ignorar las violaciones de los derechos humanos de sus propios miembros.
No debería haber ilusiones. Occidente tiene cada vez menos influencia sobre Turquía y debe prepararse para el peor de los casos en que Turquía se una a una alianza antioccidental en un futuro no muy lejano. Afortunadamente, hay tres países en el Mediterráneo Oriental que pueden funcionar como bastión de la democracia y los ideales occidentales: Grecia, Israel y la República de Chipre son la mejor oportunidad de los Estados Unidos para mantener la influencia en la región.