El filósofo George Santayana escribió célebremente: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Y ahora que el gobierno de Biden ha declarado que está dispuesto a levantar las sanciones a la República Islámica para revivir el acuerdo nuclear con Irán, también conocido como Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), la historia parece repetirse. Las repercusiones y las consecuencias negativas serán probablemente las mismas que se produjeron después de que se alcanzara el acuerdo por primera vez.
En 2015, el régimen iraní recibió un acuerdo extremadamente favorable del P5+1 (Reino Unido, Francia, China, Rusia y Estados Unidos, más Alemania). Las cuatro rondas de sanciones de la ONU sobre el establecimiento teocrático, que tardaron décadas y una cantidad significativa de capital político en adoptarse, se levantaron el primer día del acuerdo nuclear. Esta medida de la administración Obama, que dirigió las negociaciones, fue el resultado de una diplomacia fallida y fue política y estratégicamente peligrosa. Esto se debe en parte a que si un día Irán decidiera incumplir los términos del acuerdo nuclear, sería extremadamente difícil volver a encontrar un consenso en el Consejo de Seguridad de la ONU, concretamente por la presencia de China y Rusia, para volver a imponer sanciones a Teherán.
Este escenario se produjo el año pasado, cuando el Organismo Internacional de Energía Atómica anunció que Irán estaba violando todas las restricciones del pacto nuclear. Pero Estados Unidos se encontró en una situación extremadamente difícil, ya que no pudo conseguir el respaldo de Rusia y China, ni siquiera el consentimiento de la UE3 (Francia, Reino Unido y Alemania), para reimponer las sanciones a Teherán.
Además del escollo de levantar las sanciones de la ONU al principio del acuerdo, se cometieron varios otros errores. Y parece probable que se repitan esta vez por parte de la administración Biden.
Estados Unidos parece querer mantener las cláusulas de caducidad, que fueron uno de los elementos más controvertidos del JCPOA y a los que se opusieron con fuerza la administración Trump y otros críticos del acuerdo. Se trata de las fechas de expiración que significan que las restricciones del acuerdo nuclear se levantarán en una fecha determinada. Por ejemplo, en 2025 expirarían los límites a las centrifugadoras avanzadas, lo que permitiría a Teherán tener tantas como necesite para su investigación y desarrollo nuclear.
Estas disposiciones siguen vigentes en el acuerdo en su versión actual y son extremadamente peligrosas por varias razones. En cuanto entren en vigor las cláusulas de caducidad, el Consejo de Seguridad de la ONU estará concediendo al régimen iraní una poderosa plataforma legal para llevar a cabo muchas actividades nucleares, que le fueron prohibidas en el pasado, sin supervisión ni inspecciones. Y este proceso es irreversible. La comunidad internacional perderá su influencia para hacer responsable al régimen iraní. ¿Se puede confiar realmente en que Teherán no abusará de ese poder? ¿Se puede confiar en que el régimen iraní realizará actividades nucleares únicamente con fines civiles y no para construir un arma nuclear?
Cualquier observador astuto de la política iraní sabe que el programa nuclear de Irán, reactivado por los mulás gobernantes en la década de 1990, ha estado lleno de fraudes, violaciones y desconfianza. Cada vez que la comunidad internacional pasaba por alto o no detectaba las actividades nucleares de Irán, Teherán violaba en secreto el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. Siempre que el régimen iraní tuvo la oportunidad, construyó emplazamientos clandestinos para perseguir sus ambiciones nucleares.
Por último, aunque la administración Biden afirma que quiere contrarrestar el comportamiento desestabilizador de Irán en la región, su política hacia Teherán dice lo contrario. El presidente Biden debe recordar que Barack Obama dijo que estaba “seguro” de que el acuerdo nuclear “satisfaría las necesidades de seguridad nacional de Estados Unidos y de nuestros aliados”. Sólo con esta medida, se ha demostrado que ha fracasado. El JCPOA es fundamentalmente defectuoso. La composición del equipo negociador, tanto antes como ahora, ha excluido por completo a los que están a las puertas de Irán, en un enfoque que recuerda a una época colonial pasada.
Una vez más, la financiación por parte de Irán de proxies violentos como Hezbolá y Los hutíes está siendo aparentemente ignorada por completo. Esto no ocurriría si los Estados del Golfo o Israel estuvieran en la mesa de negociaciones. El gobierno de Biden debe recordar que el JCPOA liberó fondos adicionales que fluyeron a estos grupos en cantidades cada vez mayores. ¿Y cuál fue el resultado? Una mayor propensión a los lanzamientos de cohetes hutíes contra objetivos civiles en Arabia Saudita y el despliegue de miles de soldados de a pie de Hezbolá en Siria.
La voluntad de la administración Biden de levantar las sanciones contra el régimen iraní demuestra que Teherán está superando a Estados Unidos una vez más.
– El Dr. Majid Rafizadeh es un politólogo iraní-estadounidense educado en Harvard. Twitter: @Dr_Rafizadeh