Mientras Irán se prepara para la toma de posesión del presidente electo Ebrahim Raisi, una medida que consolidará el poder de las fuerzas ultraconservadoras que apoyan al ayatolá Alí Jamenei, sus ciudadanos salen a la calle para protestar por la creciente escasez de agua. Desde hace casi dos semanas, los manifestantes han tomado las calles de las principales ciudades de la provincia de Juzestán, la principal región productora de petróleo y gas de Irán. Al parecer, las fuerzas de seguridad y la policía iraníes han matado a varias personas durante estas protestas. Incluso las emisoras de radio y televisión iraníes están informando de los asesinatos, y los analistas esperan ahora un aumento de la represión en los próximos días. Human Rights Watch (HRW), Amnistía Internacional y otras organizaciones han publicado informes que indican que las fuerzas de seguridad han empleado una fuerza excesiva.
Esta fuerza excesiva se está denunciando ahora también en otras provincias fuera de Juzestán, lo que sugiere que los disturbios en Irán se están extendiendo. La comunidad internacional considera ilegítimas las elecciones en sí mismas, ya que el estamento religioso ha conseguido, una vez más, impedir que se presenten posibles candidatos “liberales”. El cargo de Raisi no está actualmente amenazado por estas protestas, aunque algunos temen que el recién elegido líder reprima dichas protestas por cualquier medio. La escasez de agua que ha desencadenado las protestas en Irán es el resultado de la peor sequía de los últimos 50 años, agravada por la mala gestión del agua en Irán debido a la falta de conocimientos, la falta de inversiones y, en algunos casos, la mala gestión.
Si bien las protestas están vinculadas a la escasez de agua, también están indirectamente relacionadas con la actual crisis del COVID en el país. El impacto económico de las sanciones de EE. UU. también es un factor, ya que la economía está en ruinas y el desempleo es muy alto. Además de las protestas por el agua, el otro sector económico fundamental de Irán, el del petróleo y el gas, también se está viendo afectado por las crecientes protestas. Se está informando de que algunos trabajadores petroleros iraníes están en huelga, una huelga que tiene el potencial de extenderse por todo el país. La combinación de escasez de agua y crisis económica es más evidente en la principal región productora de petróleo y gas de Irán, Juzestán. Teherán vigila de cerca esa provincia en particular, ya que es también la principal región étnica árabe de Irán, conocida por sus opiniones independientes y su potencial para levantarse contra el gobierno. El hecho de que las protestas y manifestaciones por el agua hayan comenzado en Juzestán es claramente una señal para que Teherán esté atento. Los dirigentes iraníes parecen no querer aceptar o ser incapaces de entender que el uso de la violencia o la simple ignorancia de los problemas no son soluciones reales. Desde que comenzaron las protestas en Juzestán, otras provincias han visto sus propios disturbios, como Lorestán, Isfahan y Bushehr.
Teherán empieza a preocuparse, sobre todo después de que los manifestantes pidieran abiertamente el fin del régimen teocrático de Teherán y apuntaran directamente al líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei. El nivel de represión en el país no ha cambiado desde que comenzaron las protestas, a pesar de que los expresidentes iraníes Mahmoud Ahmadinejad y Rouhani condenaron el uso continuo de la violencia por parte de las fuerzas de seguridad. No solo han muerto manifestantes, sino también policías. Las fuentes de noticias estatales iraníes acusan a los manifestantes de utilizar los problemas del agua como pretexto para impulsar objetivos políticos. Las fuentes internacionales tienen dificultades para obtener información independiente, ya que Irán está sufriendo graves interrupciones del servicio de Internet, instigadas por las fuentes de información estatales.
Crece el temor de que las protestas relativamente pacíficas desemboquen pronto en un enfrentamiento total con las fuerzas de seguridad regionales o incluso nacionales. Tal y como declaró a la prensa la Fiscalía de Juzestán, hay que responder a las demandas del pueblo de Juzestán, especialmente a las de los ganaderos y agricultores que han sufrido la falta de agua. A esa declaración le siguió un ataque directo a las protestas, ya que el funcionario advirtió que los “alborotadores”, los “mercenarios extranjeros”, los “hipócritas” y los “malvados elementos antirrevolucionarios” serían “contrarrestados con decisión” y “tratados con severidad según la ley” por perturbar la paz. Estas declaraciones suelen ser un indicador en Irán de que se están preparando tácticas de represión a fondo para sofocar las protestas. Los funcionarios de Juzestán ya están sembrando el miedo al acusar a los manifestantes de ser alborotadores o sediciosos. Hasta ahora, las protestas han sido controladas, pero esa situación cambiará drásticamente si las protestas por el agua se convierten en un movimiento de oposición. Cada vez son más los iraníes que culpan al régimen de gestionar mal la economía, enriquecerse y utilizar los ingresos para el programa de enriquecimiento nuclear o la financiación de grupos terroristas regionales como Hezbolá, Hamás y los Houthis.
Cualquier aumento de la violencia o de la represión por parte del régimen de Teherán de Jamenei podría provocar un levantamiento en toda regla. Sin embargo, la IRGC y otras fuerzas de seguridad ejercen un control absoluto sobre el país y es poco probable que las protestas consigan alterar el gobierno. Al mismo tiempo, el aumento de la volatilidad en Irán no sería un buen augurio para las ya incipientes discusiones del JCPOA, ya que Estados Unidos y sus compatriotas europeos no podrán llegar a un acuerdo con un gobierno extremo y represivo de Raisi si éste reprime violentamente un levantamiento.
Para Irán, Juzestán es una provincia fundamental, ya que es la mayor zona productora de petróleo y gas del país. La mayor parte de las reservas de crudo de Irán se encuentran en tierra (alrededor del 86%) en la cuenca de Khuzestan (situada en la frontera suroeste de Irak), que contiene alrededor del 80% de las reservas totales en tierra. Las reservas terrestres se encuentran principalmente en el Golfo Pérsico. La región acaparó la atención internacional a principios de esta semana debido a la apertura de un nuevo oleoducto transiraní y una nueva terminal petrolera en el Golfo de Omán, Bander-e Jask, que permitirá a Irán sortear el Estrecho de Ormuz. Los disturbios en las regiones productoras de petróleo supondrían un importante freno a la posible capacidad de exportación iraní o incluso podrían eliminar sus volúmenes del mercado. Sin embargo, a corto plazo no cabe esperar ningún impacto real, teniendo en cuenta los inmensos volúmenes de almacenamiento de petróleo en alta mar disponibles para ser transportados a los mercados, incluso si el país implosionara o se desestabilizara.