WASHINGTON – El presidente de EE.UU., Donald Trump, subió al escenario en la Recepción de la Casa Blanca en Januka con un particular aire de confianza el jueves por la noche. «Bueno, sé de hecho que hay mucha gente feliz en esta sala», le dijo a la multitud reunida.
Luego se detuvo para obtener el efecto, y el aplauso, antes de decir lo que todos pensaban: «Jerusalénn».
La velada anual de este año se produjo un día después de que Trump cumpliera una promesa de campaña hecha por varios ex presidentes, pero nunca antes implementada; reconociendo formalmente a Jerusalén como la capital de Israel y ordenando al Departamento de Estado que formule un plan para trasladar la embajada de EE.UU. de Tel Aviv a Jerusalén.
Y, sin embargo, no insistió en eso tanto como uno podría esperar. Tal vez porque sabía que no era necesario, o tal vez porque no quería arriesgarse a decir nada que pudiera inflamar aún más la situación, cuando una ola de protestas barrió el Oriente Medio tras su proclamación, y los árabes de la Autoridad Palestina (AP) declararon el final del proceso de paz, un proceso que se ha convertido en una prioridad máxima de su presidencia.
En cambio, el presidente se atuvo principalmente al guión del festival e invocó un lenguaje bastante tradicional de Januka: habló del «milagro de los Macabeos» y de cómo «encontraron solo aceite suficiente para encender la lámpara por una sola noche».
«De pronto», agregó, «todos quedaron atónitos al descubrir que durante ocho días, la lámpara siguió ardiendo intensamente, una señal de la presencia de D’os en su morada y un símbolo de la fe y la resistencia del pueblo judío. Ustedes tiene fe y tienen la capacidad de recuperarse», dijo Trump.
De pie junto a Trump estaba su esposa Melania, su hija Ivanka, su yerno y consejero principal Jared Kushner, y sus nietos judíos.
«También me enorgullece que mis hermosos nietos, Arabella, Joseph y Theodore, se hayan unido a nosotros esta noche aquí mientras celebramos con todos ustedes las tradiciones sagradas que observan cada año en casa«.
También en el escenario con Trump, en una habitación donde cuatro árboles de Navidad superaban en número a las dos Menorás, estaba el vicepresidente Mike Pence, su esposa Karen Pence y el rabino ortodoxo Meir Soloveichik, que durante mucho tiempo ha estado asociado con el Partido Republicano (dio la invocación a la sesión de apertura de la Convención Nacional Republicana 2012).
Si bien la decisión de Trump sobre Jerusalén ha provocado una reacción mixta de la comunidad judía estadounidense -incluida la indignación de algunos de sus sectores izquierdistas-, los presentes el jueves por la noche estaban aparentemente a gusto.
Soloveichik, quien dirigió a la audiencia en la oración de Januka , agradeció a Trump por «reconocer lo que todos hemos sabido que es verdad». Eso ocurrió momentos después de que Trump estuvo a punto de estropear el apellido del rabino al presentarlo, pero luego bromeó: «Está tan contento con lo de ayer, que no le importa si lo digo exactamente bien».
Trump también trajo al escenario a una sobreviviente del Holocausto, Louise Lawrence-Israels, quien habló sobre cómo se escondía cuando era una niña en un ático de Ámsterdam, a unas pocas cuadras de donde Ana Frank estaba escondida.
Ella dijo que ahora trabaja en el Museo Conmemorativo del Holocausto de los EE.UU. en Washington DC, para asegurarse de que el público permanezca consciente de los horrores y la realidad de lo que sucedió. «La gente permitió que esto suceda», dijo. «No podemos permitir que eso vuelva a pasar … el odio y los prejuicios no deberían tener cabida en el mundo».
Varios miembros del gabinete judío también asistieron, entre ellos el Secretario del Tesoro Steven Mnuchin, el Secretario de Asuntos de Veteranos David Schulman y el enviado especial de Trump para la paz en Medio Oriente, Jason Greenblatt.
Si bien no hubo Demócratas del Congreso, u otros Demócratas notables presentes, el Juez de la Corte Suprema Stephen Breyer, que es judío, estuvo allí, con una kipá. Breyer fue designado para el tribunal superior por el ex presidente Bill Clinton.
Trump habló más sobre Israel, pero solo en generalidades.
«El milagro de Januka es el milagro de Israel», dijo. «Los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob han soportado la persecución y opresión impensables. Pero ninguna fuerza ha aplastado su espíritu, y ningún mal ha extinguido tu fe».
«Es por eso que el pueblo judío brilla como una luz para todas las naciones», dijo. «Y en este momento estoy pensando en lo que está pasando y en el amor que hay en todo Israel y sobre todo en Jerusalén«.