La autoestima, que se deriva de la palabra “autoestimación”, es un concepto que no puede esperar soluciones mágicas. Es la valoración que cada individuo tiene de sí mismo.
Pero, ¿qué significa realmente valorarse a uno mismo? No es simplemente el valor monetario, sino una evaluación de nuestras conductas, virtudes, compromisos, responsabilidades, errores, y herramientas personales que forman nuestra identidad.
A lo largo de la historia, incluso el pueblo de Israel, después de 40 años de esclavitud en Egipto, luchó para recuperar su autoestima, a pesar de la intervención divina. Si Dios tomó tanto tiempo para ayudarles, está claro que la autoestima es un camino que cada individuo debe recorrer por sí mismo. No se trata de creerse más o menos de lo que uno es; se trata de reconocerse y comprender dónde estamos, qué debemos mejorar y qué debemos dejar atrás.
Las soluciones mágicas o los placebos no sirven para construir una autoestima real. En su lugar, la autoestima se fortalece mediante un proceso reflexivo y consciente. Se requiere un análisis detallado de uno mismo, una indagación personal, y la capacidad de transformar los aspectos negativos en fuerzas positivas.
Existen herramientas fundamentales en este viaje hacia la autoestima:
- Teshuva (Arrepentimiento): Implica un análisis detenido de nuestras acciones. No se trata solo de reconocer nuestros fallos, sino de comprometerse con un cambio real y progresivo. Ya sea ser más puntual, mejorar nuestros hábitos alimenticios, o cualquier otro aspecto, cada cambio debe hacerse paso a paso.
- Tefilá (Rezar): No es simplemente pedir a Dios. Es un momento de reflexión y meditación, un tiempo para adentrarnos en nosotros mismos, adorar, agradecer, alabar y también pedir.
- Tzedaka (Ayuda): Ayudar a los demás, ya sea con acciones o con recursos, sin esperar nada a cambio. Actuar de manera desinteresada en beneficio de otros fortalece nuestra identidad y refuerza nuestra autoestima.
Aunque muchos buscan respuestas en las enseñanzas religiosas, como los salmos, es esencial recordar que no funcionan como soluciones mágicas. Estos textos pueden ser una guía, pero el verdadero trabajo de construcción de la autoestima se encuentra dentro de nosotros. Cada individuo debe estar dispuesto a hacer el esfuerzo necesario y, si es posible, buscar la orientación de expertos o maestros que puedan guiar en este camino de autodescubrimiento.
En conclusión, la autoestima es una construcción personal y continua. No es algo que se pueda adquirir de la noche a la mañana, sino que requiere esfuerzo, introspección, y, sobre todo, la voluntad de mejorar como individuo. Es un viaje de autoconocimiento y crecimiento que cada uno de nosotros debe emprender.