Es cierto que en ocasiones los nazis, así como otros antisemitas activos a lo largo de la historia, emplearon estas palabras para zaherir los sentimientos de los judíos. Es que debemos saber el origen de la exclamación “hip, hip, ¡hurra!”, para comprender su gravedad.
Durante varios años los pobres y débiles judíos, con su deseo ferviente de independencia nacional y firme adhesión a sus principios religiosos, estuvieron complicando los planes de dominación mundial del poderoso imperio romano.
No es que la minúscula nación judía hiciera tambalear materialmente al ogro romano, simplemente que era un fuerte estorbo para la hegemonía militar, económica, política, ideológica y espiritual que proponían (por las buenas o las malas) el romano imperio.
Y los amos del imperio reconocieron que la pequeña espina judía tenía un poder inmenso en el ámbito de lo espiritual, ya que detrás suyo se encuentra Dios, con todo lo que eso implica.
Por lo cual, decidieron acabar a como diera lugar con toda insurrección judía, y especialmente con todo aquello que refuerce los valores judíos (justicia, solidaridad, verdad, amor a el Uno y Único Dios, desprecio a la idolatría, etc.).
Numerosas tácticas emplearon los imperialistas contra el cuerpo y espíritu judío: colonización de nuestras tierras, deportaciones masivas, esclavización, prohibición del estudio de Torá, torturas a los que cumplieran los preceptos, vejaciones varias, invención de una pagana religión seudo monoteísta que se pretendió imponer como sucesora y reemplazante del hebraísmo, guerra cruel y despiadada, lisonjas a políticos corruptos, beneficios para los traidores, etc.
Cuando finalmente, un aciago día 9 de Av de hace alrededor de 1900 años, cayó Ierushalaim/Jerusalén y el Templo santo fue puesto en llamas y arrasado, los soldados romanos trasmitieron este mensaje codificado: “HEP”.
Aquellos entre nuestros enemigos que estaban al tanto de la clave al oír el mensaje soltaban un jubiloso: “¡Hurra!”.
¿Qué era el HEP?
“Hierosolyma Est Perdita”, que en latín significa aproximadamente “Jerusalén ha caído o está perdida”.
Este mismo trágico y burlón grito fue repetido por los cruzados mientras despedazaban inocentes judíos, y más tarde por cosacos, y por muchos otros en su encarnizada furia contra Dios y Sus representantes (los judíos).
Pues, aquel que conoce el origen de esta exclamación, mejor haría en no decirla.
(Como nota curiosa, cuando se menciona a los romanos/Edom en Tehilim / Salmos 137:7 gritando enfervorizados por la destrucción de Ierushalaim, el salmista emplea la voz “arru, arru”… ¿no es como una visión del grito “hurra” que realmente fuera dado 2000 años más tarde?).