El dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, prepara un nuevo fraude electoral para el 6 de diciembre, cuando celebrará unas elecciones parlamentarias que le darán el control de la Asamblea Nacional. Para empeorar las cosas, parte de la oposición está facilitando este resultado. Henrique Capriles, el candidato que se enfrentó a Maduro en las últimas elecciones presidenciales, es cómplice del fraude que está organizando el gobierno, ha roto filas con otros 27 partidos y ha anunciado que su organización política participará.
La Asamblea Nacional está bajo el control teórico de la oposición desde 2015, cuando la Coalición para la Unidad Democrática logró, a pesar de las graves limitaciones impuestas por el gobierno y de los actos sistemáticos de intimidación, obtener la mayoría de los escaños. En la práctica, sin embargo, el gobierno ha utilizado varios instrumentos para reducir la Asamblea a la impotencia. Entre otras cosas, en 2017 el Tribunal Supremo, una institución altamente subordinada a Maduro, asumió todos los poderes parlamentarios, asegurándose de que ninguna decisión procedente de la Asamblea tenga importancia.
Este tira y afloja condujo a la crisis de 2019, cuando la Asamblea determinó que Maduro era un presidente ilegítimo y, basándose en la constitución, eligió a Juan Guaidó, el jefe de ese órgano, presidente interino. La medida condujo al reconocimiento de Guaidó por más de cincuenta países, incluyendo los Estados Unidos. Aunque la presión internacional y los diversos intentos de destituir a Maduro no lograron derrocar al régimen, el aislamiento diplomático y la crisis interna (cinco millones de venezolanos han huido del país debido a la catastrófica economía y a la violencia) hicieron muy difícil la vida del dictador. Por eso su obsesión es tomar el control de la mayoría de los escaños de la Asamblea y hacer insostenible la posición de Guaidó. En sus cálculos, esto obligaría a los países que reconocen a Guaidó a abandonarlo y a apoyar alguna forma de negociación que deje a Maduro en el poder.
La gran mayoría de la oposición boicotea las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre. La mayoría de las figuras importantes de la oposición tienen prohibido presentarse a cualquier elección, el gobierno no permite mítines y otros eventos de campaña, y el organismo electoral es notorio, junto con la Corte Suprema, por cometer fraude electoral tras fraude electoral. Pero Capriles y algunas otras figuras prominentes que se sintieron relegadas a un segundo plano por el surgimiento de Guaidó han encontrado una oportunidad para tomar el centro del escenario. Han aceptado presentar candidatos parlamentarios de sus partidos, aunque ellos mismos no podrán presentarse a las elecciones debido a una prohibición basada en falsas acusaciones de corrupción.
Varios países gobernados por líderes de izquierda o centro-izquierda se han sentido incómodos con el reconocimiento de Guaidó como presidente interino desde el principio. España, cuya voz en la Unión Europea en asuntos latinoamericanos tiene peso, es uno de ellos. El hecho de que la UE esté impulsando ahora un nuevo diálogo entre el régimen de Maduro y la oposición, a pesar del fracaso de varios intentos anteriores, y los contactos que Europa ha establecido con Maduro para tratar de persuadirle de que posponga las elecciones de diciembre a cambio de enviar observadores y legitimar su resultado, indican que el frente internacional está ahora tan dividido como la oposición interna.
Hasta ahora, Maduro se ha mostrado poco dispuesto a hacer concesiones, incluso a posibles aliados internacionales, y está decidido a llevar a cabo su fraude electoral el 6 de diciembre, lo que hará muy difícil que la UE acepte los resultados. En cualquier caso, el verdadero problema ha sido siempre la vida dentro de la dictadura venezolana, no el juego de ajedrez diplomático. El fin de la Asamblea liderada por la oposición, aunque este organismo nunca pudo actuar de manera efectiva, será un duro golpe para la causa de la libertad en Venezuela.