Catorce judíos fueron rescatados el fin de semana en Antakya, ciudad del sur de Turquía cuya comunidad judía perdió a su líder y a su esposa en los devastadores terremotos de la semana pasada, según informó el miércoles un grupo israelí de recaudación de fondos.
Los miembros de la comunidad, pertenecientes a ocho familias -la mayoría de los judíos que quedaban en la ciudad- fueron trasladados en avión a Estambul, y actualmente se encuentran en una residencia de ancianos judíos y en casas de miembros de la comunidad judía, según el grupo, Keren Hayesod. Se espera que permanezcan en Estambul en un futuro próximo.
En la ciudad hay otras dos familias judías, que han sido trasladadas a una zona segura cerca de Antakya, según el grupo.
Keren Hayesod destacó el papel de la comunidad judía de Estambul y de los donantes de Keren Hayesod para hacer posible la operación, señalando al empresario israelo-kazajo Alexander Machkevitch.
“Incluso en los días más difíciles que siguieron a la catástrofe, los miembros de la comunidad judía de Turquía descubrieron la unidad que ha caracterizado al pueblo judío a lo largo de las generaciones”, declaró Machkevitch, presidente honorario del Congreso Judío Euroasiático, en un comunicado de Keren Hayesod.
Los equipos de rescate israelíes encontraron los cadáveres del líder comunitario Saul Cenudioglu y su esposa Fortuna el pasado miércoles en una compleja operación de extracción.
Llevaban desaparecidos en Antakya desde que se produjo el terremoto, que causó daños generalizados y más de 39.000 muertos en Turquía y Siria.
Sus muertes habían sido las primeras noticias confirmadas de víctimas mortales entre la comunidad judía turca.
Ha habido una comunidad judía en Antakya desde hace más de 2.500 años, y se menciona en “Las guerras de los judíos” de Flavio Josefo. Conocida como Antioquía, la ciudad fue un centro judío clave antes y después de la destrucción del segundo Templo judío en el año 70 de la era cristiana.
La comunidad contaba con unos 20 miembros antes del terremoto y, tras éste, se encargó de retirar de la sinagoga los rollos de la Torá que tenían 40 años.