Durante las dos últimas semanas, Raffi Ghazarian ha estado pegado a la televisión en su casa y en su trabajo viendo las noticias sobre los combates entre las fuerzas armenias y azerbaiyanas. Si esto continúa, el libanés de 50 años, de ascendencia armenia, dice que está dispuesto a dejarlo todo y a ofrecerse como voluntario para defender su tierra ancestral.
Algunos de la numerosa población de origen armenio de Líbano ya han viajado para unirse a la lucha, según los miembros de la comunidad, aunque mencionan que el número es pequeño.
La nueva erupción de violencia en la región del Cáucaso golpea cerca de casa para los armenios de Líbano. Banderas armenias rojas, azules y naranjas ondean en los balcones, ventanas y techos de los edificios de Bourj Hammoud, el principal distrito armenio de Beirut. Grafitis anti turcos en inglés y armenio marcan las paredes en todas las calles.
Los combates se han librado desde el 27 de setiembre en la región separatista de Nagorno-Karabaj, dejando varios cientos de muertos. El enclave se encuentra dentro de Azerbaiyán, pero ha estado bajo el control de fuerzas de etnia armenia respaldadas por la vecina Armenia desde 1994, cuando una tregua puso fin a una guerra que duró años y que se calcula que mató a 30 mil personas.
Al otro lado de los últimos combates, Turquía ha enviado cientos de combatientes de la oposición sirios para respaldar a su aliado, Azerbaiyán, según un monitor de guerra sirio y tres activistas de la oposición con base en Siria.
Los libaneses-armenios han estado enviando dinero y ayuda, así como haciendo campaña en los medios de comunicación en apoyo de los armenios étnicos del enclave, al que se refieren como Artsakh. El apoyo que pueden dar es limitado: Líbano está atravesando una grave crisis económica y los bancos han impuesto estrictos controles de capital.
Líbano alberga una de las mayores comunidades armenias del mundo, la mayoría de ellas descendientes de supervivientes del genocidio de 1915 de los turcos otomanos.
Se estima que un millón y medio de personas murieron en masacres, deportaciones y marchas forzadas que comenzaron en 1915 cuando los funcionarios otomanos se preocuparon de que los armenios cristianos se pusieran del lado de Rusia, su enemigo en la Primera Guerra Mundial.
El evento es ampliamente visto por los historiadores como un genocidio. Turquía niega que las muertes constituyan un genocidio, señalando que el número de víctimas ha sido inflado y que los muertos fueron víctimas de la guerra civil y los disturbios.
“No permitiremos que vuelva a ocurrir lo que ocurrió en 1915. Lucharemos hasta el último soldado armenio”, afirmó Ghazarian, de pie junto a un puesto de café decorado con banderas libanesas y armenias.
“Esta no es una guerra entre musulmanes y cristianos. Esta es una guerra por la existencia de la entidad armenia y estamos preparados”, indicó Ghazarian, propietario de una tienda de ropa.
El legislador libanés Hagop Pakradounian, que encabeza la Federación Revolucionaria Armenia, el partido armenio más grande y poderoso de Líbano, manifestó que los voluntarios que van de Líbano a Armenia actúan por su cuenta, y no hay ninguna decisión de ninguna organización o de la propia comunidad de enviarlos.
“No podemos decirles que no vayan. Son libres”, explicó Pakradounian a The Associated Press en su oficina en Bourj Hammoud. “Consideramos que es una guerra contra todo el pueblo armenio y una continuación del proyecto de genocidio desde el Imperio Otomano”.
Mientras tanto, Turquía ha enviado más de 1200 combatientes sirios, la mayoría de ellos miembros de grupos de oposición apoyados por Turquía, para luchar junto a las fuerzas azeríes, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Gran Bretaña, un monitor de guerra de la oposición que sigue el conflicto de nueve años de Siria. El jefe del Observatorio, Rami Abdurrahman, dijo que hasta ahora han muerto 72 combatientes sirios.
Tres activistas de la oposición en Siria corroboraron el informe. Añadieron que las compañías de seguridad turcas reclutan a los hombres supuestamente para trabajar como guardias en las instalaciones petroleras a cambio de unos 1200 dólares al mes, pero la mayoría termina en el frente de batalla. Uno de los activistas envió a AP fotos de jóvenes presuntamente asesinados en Azerbaiyán.
Un periodista ciudadano con base en el norte de Siria informó que conoce a algunos de los combatientes que se unieron a la batalla, añadiendo que las advertencias que enviaron sobre la intensidad de los combates y los peligros hicieron que otros que planeaban ir cambiaran de opinión.
El despliegue es similar a lo que ocurrió en Libia, donde los combatientes sirios endurecidos por la batalla ayudaron a inclinar la balanza del poder a favor del gobierno del primer ministro Fayez Sarraj, aliado de Turquía, apoyado por la ONU.